La irrupción de la automatización y de nuevas tecnologías
aplicadas a la producción de bienes y servicios provoca preocupación respecto
de la desaparición de numerosas actividades, con un fuerte impacto en términos
de pérdida de empleos particularmente (pero no exclusivamente) en tareas
repetitivas o rutinarias.
Frente a esta amenaza, las soluciones que se proponen son
dos: 1) Reentrenar a los trabajadores que se verían potencialmente afectados en
el uso de las nuevas tecnologías (actuando sobre stock de actuales ocupados); y
2) Adecuar los contenidos de los programas de formación y educación para
preparar a los alumnos para una organización productiva diferente a la que
conocieron sus abuelos (actuando sobre el flujo de quienes se deberán
incorporar a la fuerza de trabajo).
Por cierto, la preocupación de quienes alertan sobre el
riesgo de la destrucción de empleo es justificada, y las soluciones mencionadas
en el párrafo anterior merecen ser implementadas. Pero a la vez, hay dos buenas
noticias que usualmente no se llevan a la mesa del debate.
En primer lugar, el mundo marcha hacia un exceso de ahorro.
El aumento de la expectativa de vida obliga a la gente a trabajar más y/o a
demorar la edad a la que se jubila. Los sistemas previsionales tienen una
situación financiera delicada en todo el mundo y ello plantea un dilema: o los
Estados aumentan su ahorro para solventarlos, o los particulares deberán
ahorrar por su cuenta y crear un fondo que les permita complementar
jubilaciones estatales muy bajas. Por una u otra vía, el escenario más probable
es el de aumento del ahorro. En consecuencia, si hay exceso de ahorro, la tasa
de interés en el mundo se mantendrá baja y habrá más recursos disponibles para
la inversión.
La segunda buena noticia es que, en general, las nuevas
tecnologías requieren menos capital por trabajador; son más "cerebro"
y "habilidades humanas" intensivas (por ej.: creatividad) que
"fierro intensivas". Por lo tanto, con más recursos de capital disponibles
(por el exceso de ahorro) y menos requerimientos de capital por persona ocupada
que en el pasado, sería posible una explosión de oportunidades de trabajo,
contradiciendo la hipótesis pesimista.
Enfoque positivo
Este enfoque optimista tiene dos notas cautelares. La
primera y más obvia es la del "miss match" de competencias y
habilidades con las que están dotadas los trabajadores y las que requieren los
puestos que se creen en el futuro, en actividades que quizás aún no conocemos.
La segunda es que, para que estas nuevas tecnologías (poco intensivas en
capital y muy intensivas en "cerebro") puedan desarrollarse, se
requiere que la infraestructura sobre la que están constituidas sea la
adecuada.
Solo como ejemplo: para que las computadoras funcionen y los
celulares puedan ser cargados se requiere una red de generación y distribución
de electricidad moderna y eficiente.
Los países que no la tengan quedarán rezagados, por cuanto
la utilización de las nuevas tecnologías será limitada. Los sectores de
infraestructura que ofrecen los servicios que hacen que esas nuevas tecnologías
funciones apropiadamente requieren mucha inversión.
Cada país y cada sociedad deben mirar para adentro para
concluir cuán preparado están, en términos de esa infraestructura, para
incorporar las nuevas actividades sabiendo que quedar marginados de la
revolución tecnológica es quedar condenados al estancamiento. Un ejercicio que
Argentina también debería hacer.
Alfredo Gutiérrez Girault, es profesor titular de
Política Económica Argentina en UADE
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