La planeación, también conocida como planificación o
planeamiento, es un proceso que implica el análisis de la situación actual (por
ejemplo, en qué punto se encuentra una empresa, división, sector o industria en
particular), para luego establecer objetivos que se quieren alcanzar (es decir,
hacia dónde se quiere ir) y definir las estrategias y cursos de acción (cómo se
van a alcanzar dichas metas) que permitan obtener los resultados buscados.
Esta etapa implica asimismo, según revela en un artículo publicado en LinkedIn, Rafael Briones,
coordinador de capacitación y adiestramiento en Transportes ODEL, “la
aplicación de toda la inteligencia administrativa para dar respuestas a
preguntas vitales para la organización”, por tanto, se trata del “fundamento
del resto de las etapas administrativas” que permitirán el éxito de una
compañía en un entorno cambiante como lo es el contexto empresarial
actual.
En este sentido, las ventajas de dicho
proceso son, según Münch, la definición del rumbo de la organización,
el establecimiento de indicadores para el control y de alternativas para
diversos escenarios, lo cual conlleva el desbloqueo organizativo en
determinadas situaciones que pueden generar fricción, especialmente en la
fuerza de trabajo, así como el aprovechamiento de las oportunidades que
pueden surgir y la reducción de las amenazas y debilidades, que
incluso pueden llegar a transformarse en fortalezas.
“Sin la planeación las organizaciones podrían cometer el
error de invertir sus recursos y esfuerzos en objetivos o escenarios nada
rentables”, añade Briones, que también desmiente la inefectividad de la
planeación en un contexto tan cambiante como el actual, devaluando las
predicciones de situaciones futuras y el establecimiento de rutas a seguir en
base a dichos planteamiento. De hecho, el profesional asegura que “es precisamente
esta propiedad del entorno la que vuelve importante a la planeación”.
“Las estrategias diseñadas en esta etapa y la dirección
concebida facultan a las organizaciones para reaccionar adecuadamente a los
imprevistos y resistir los impactos que éstos generan en sus estructuras”,
señala, aunque reconoce que tampoco deben desestimarse a otras acciones que
también favorecen dicha adaptabilidad.
Asimismo, Briones revela que la planeación debe de
llevarse a cabo en cada uno de los tres niveles que conforman una empresa:
la alta dirección, la gerencia de nivel medio y la administración operativa.
“La planeación estratégica, como se denomina a la efectuada por la alta
gerencia, es y debe de ser la base de los planes que se elaboran en niveles
jerárquicos inferiores”, explica. “La creación de la misión, la visión y los
valores son la principal responsabilidad de la alta gerencia, y la más
importante. Si una compañía carece de estos tres elementos básicos, carecerá,
por ende, de una personalidad propia que la distinga del resto de sus
competidores”, añade.
No obstante, a la definición de estos tres elementos, así
como de la estrategia corporativa y de las políticas, programas y presupuestos
que ayudaran a redirigir la conducta de la fuerza de trabajo, “que servirán de
fundamento para la formulación de la planeación táctica a cargo de los gerentes
de nivel medio”, le sigue la concreción de un plan operativo a partir de un
análisis FODA (acrónimo de fortalezas, oportunidades, debilidades y
amenzas) y “un análisis de entornos (o sectores) que arroje
información acerca de los sectores industriales en los que participará la
empresa”, según el experto.
A ello, Münch añade la importancia de establecer planes
basados en cinco principios, para reducir la incertidumbre en la organización:
- Factibilidad,
es decir, que los planes sean posibles y viables, con objetivos o
estrategias ambiciosos pero alcanzables y ejecutables.
- Objetividad,
lo implica la toma de decisiones basada en datos objetivos, obtenidos a
través de técnicas igual de objetivas, para reducir el riesgo.
- Flexibilidad,
que supone incluir en los planteamientos un margen para el error y la
actuación en caso de ser identificado a tiempo.
- Cuantificación. “Tanto
el plan estratégico como los planes tácticos y operativos deben de
explicarse con números y cifras exactas, dejando de lado cualquier
ambigüedad”, apunta la escritora.
- Unidad. “Los
planes tácticos y operativos deben subordinarse al plan estratégico y
dirigirse al logro de la misión y la visión organizacionales, debiendo
existir coherencia y consistencia en todos los planes”, añade Briones, en
base a los principios de Münch.
- Cambio
de estrategia, es decir, definir planes alternativos para un escenario
optimista, otro realista y uno pesimista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario