El riesgo de que
muchas ocupaciones laborales actuales sean reemplazadas por máquinas desafía a
la política y a la sociedad; qué acciones podrían mitigar el impacto.
Foto: Vicente Martí
Dos conclusiones de una investigación reciente aportan
motivos para estar preocupados y ocupados (esto último, principalmente). Se
trata de las derivaciones de un tema que está en el eje de los análisis sobre
el futuro de nuestra economía cotidiana. Una de esas conclusiones es que en la
Argentina no hay ningún sector de la actividad en el que sea menor al 50% la
proporción de puestos laborales con probabilidad de ser reemplazados por la
fuerza de una máquina o la inteligencia artificial. La otra es que no existe
una correlación inversa entre la posibilidad de sufrir desempleo a causa de la
automatización y la edad de las personas. Esto último quiere decir que los
jóvenes se siguen insertando, mayoritariamente, en ocupaciones con riesgo de
reemplazo.
Tales afirmaciones, válidas para la Argentina y Uruguay,
surgen de un estudio elaborado por los economistas Diego Aboal y Gonzalo
Zunino, del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve) de Uruguay, que forma
parte del amplio informe titulado "Robot-lución", difundido días
atrás por el Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe
(Intal) del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El trabajo del Cinve se
basó en el cruce de datos del informe sobre probabilidades de automatización
según el tipo de puestos elaborado por Carl Frey y Michael Osborne (de la
Universidad de Oxford) con los índices relevados en las encuestas oficiales de
hogares de las que surgen datos de empleo y desempleo (en el caso de la
Argentina, la EPH del Indec).
Lo cierto es que, según esa fuente, el 72,9% de las tareas
en las que están ocupados en nuestro país los jóvenes de 15 a 30 años, podrían
ser automatizadas en las próximas dos décadas (total o parcialmente), un índice
más alto que el de la posibilidad de reemplazo de los puestos ocupados por
quienes están más cerca del retiro que del ingreso al mundo del trabajo.
Cuando se mira el nivel educativo como variable para
segmentar a la población de ocupados, resulta que de los trabajos realizados
por quienes llegaron hasta el nivel primario o secundario, siete de cada diez
podrían ser hechos sin personas. Entre los empleos de quienes completaron la
universidad, ese nivel de probabilidad se reduce a cuatro de cada diez.
En cualquier contexto -pero principalmente en el de un país
con elevados índices de pobreza, deserción escolar e informalidad laboral-, un
debate que se desprende de esas proyecciones es el de cuáles serían las
políticas de Estado y las acciones encaradas por diferentes agentes sociales
para mitigar los efectos negativos que el nuevo escenario del mundo del trabajo
podrían traer para el empleo y para la desigualdad social.
Ese debate vinculado a la visión de que gobiernos y
sociedades no deberían mantenerse pasivos frente al avance de nuevas
automatizaciones, incluye varias acciones y políticas posibles. Entre ellas, la
generación de un ecosistema empresarial que promueva la innovación; la
promoción de los sectores que sigan siendo mano de obra intensiva; la
reorientación de los planes educativos; la revisión de las políticas de empleo;
el pago de un ingreso básico universal, y la fijación de un "impuesto al
robot".
El desafío presenta varios factores a tomar en cuenta, como
el desconocimiento respecto de cómo y cuándo ocurrirán los mayores cambios y de
cuál será su magnitud real más allá de las proyecciones. "El plazo que
demande la transformación del mercado laboral puede variar significativamente
dependiendo del costo de la tecnología y de la mano de obra y de la
disponibilidad de recursos humanos adaptados a las condiciones", dice el
informe del Cinve.
Lograr la adaptación de las personas que hoy están en
empleos expuestos sería, en todo caso, haber ganado una carrera para hacer
valer con más fuerza los efectos positivos de los cambios tecnológicos.
"Habrá mayor productividad, más riqueza y productos que todavía no
tenemos" y que mejorarían la calidad de vida, describió hace unos días el
economista Eduardo Levy Yeyati, en una conferencia sobre robotización
organizada por la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). Un gran desafío,
puntualizó, es el "desplazamiento" de trabajadores de unas
actividades a otras, algo que podría traer sus conflictos, porque la
adaptabilidad no es en muchos casos una tarea fácil.
Levy Yeyati también apuntó que la sustitución tecnológica
puede generar que las máquinas estén en pocas manos, lo cual traería efectos
sobre la equidad y, a la vez, sobre la propia actividad económica, porque si se
concentra la riqueza y no se hace nada al respecto, al afectarse los ingresos
quedaría perjudicado el consumo.
Guiados quizá por lo que podría significar ese riesgo, no
pocos recomiendan la generación de un ecosistema empresarial favorable al
emprededorismo y a la innovación. Es un concepto sobre el que expuso, por
ejemplo, el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim en un seminario que la
institución realizó días atrás en Buenos Aires, durante la visita del
funcionario a nuestro país.
"El gobierno y las instituciones públicas son quienes
posibilitan el ecosistema que motoriza la innovación, ya sea directamente, con
subsidios, o proporcionando recursos públicos que la facilitan: educación,
infraestructura y marco legal", señala el investigador de la Universidad
de Harvard Dani Rodrik, un conocedor de las economías de América latina, en una
entrevista incluida en el citado informe del Intal. Según Rodrik, es necesario
pasar de un "Estado de bienestar" (en referencia a destinar políticas
y recursos públicos a proteger a la población) a un "Estado de
innovación", que "se centraría en transformar a toda la nación, incluidos
los trabajadores, en participantes directos del proceso de innovación
tecnológica".
El riesgo existente es el de una concentración que termine
en más desigualdad. Desde su rol en la función pública, el ministro de Trabajo,
Jorge Triaca, advirtió -al disertar en la conferencia de la UTDT- que hay
empresas del sector tecnológico que toman todo el mercado cuando desarrollan un
nuevo producto en el que no hay espacio de competencia. "De ahí, la
importancia de la regulación del Estado para la orientación de los fines y para
ver de qué manera generar una distribución más justa", afirmó.
"Las brechas pueden aumentar entre personas y entre
empresas", dice el economista Pablo Dragún, coordinador del Centro de
Estudios de la Unión Industrial Argentina, quien observa que por lo general se
habla de la "sustitución" de empleos, cuando debería pensarse más en
la "complementariedad". Porque se entiende que las nuevas máquinas
requieren de personas para diseñarlas, mantenerlas y repararlas, además de que
habrá continuidad para muchas ocupaciones y de que aparecerán otras nuevas.
"Habrá empleos que todavía no conocemos; un puesto de community manager,
por ejemplo, no existía hace 10 años", dice Dragún.
Un informe de la Organización Internacional del Trabajo
(OIT) combina algo de optimismo con algo de cautela. Señala que "si bien
los cambios tecnológicos llevaron a la creación de nuevos puestos de trabajo,
[esos cambios] parten generalmente de que hay ganancias derivadas de ahorro de
mano de obra, y la mejora de la eficiencia tecnológica muchas veces ha sido más
rápida que la creación de puestos para los trabajadores desplazados".
La OIT, que el lunes 21 anunció la integración de una
Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo, reconoce la existencia de
tensiones en las empresas para ganar competitividad y, a la vez describe
factores que permiten el optimismo, como las expectativas de complementariedad.
En este punto, ejemplifica con el hecho de que los cajeros automáticos
promovieron la apertura de más sucursales bancarias y la innovación, que derivó
en nuevos servicios y productos. Además, se afirma que una eventual caída de
las horas de trabajo podría abrir oportunidades en sectores como los de
servicios para el tiempo de ocio.
Dónde poner el foco
El turismo es una de las actividades donde se considera que
podría seguir prevaleciendo la tarea humana por sobre la robótica. Promover a
sectores con capacidad de retener y convocar a trabajadores es una segunda
línea de acción propuesta.
En la opinión de Levy Yeyati, sectores como el turismo o los
vinculados al cuidado de las personas están más protegidos de la probable
sustitución. Por eso, sostiene que hay que promover con políticas productivas
esas y otras actividades y, a la vez, sumar acciones referidas a medidas laborales
y de ingresos. Pero ninguno de esos tres tipos de políticas, dice, garantizan
por sí mismos la mitigación del impacto de la automatización. ¿El consejo?
Intentar todo, teniendo como norte el logro de mayor productividad y, a la vez,
de mayor bienestar para las familias.
¿Qué tareas seguirían siendo exclusividad de los humanos?
Nadie da una respuesta garantizada. Pero una guía ofrecida por los estudiosos
del tema invita a mirar qué "habilidades" se ponen en juego en cada
actividad. Ahora que las máquinas pueden lidiar con varios aspectos cognitivos
(y no sólo con cuestiones manuales o de fuerza física), el eje está puesto en
las habilidades socioemocionales. Todo lo que implique el manejo de grupos de
personas, el cuidado y las relaciones interpersonales estaría menos expuesto.
"En América latina no estamos preparados como
deberíamos", plantea sobre el desarrollo de ese tipo de habilidades Lucila
Berniell, economista principal del CAF (Banco de Desarrollo para América
latina), que expuso en una jornada sobre "Trabajo decente, igualdad e
inclusión", organizada por la AMIA y el Consejo Nacional de Coordinación
de Políticas Sociales de la Presidencia de la Nación.
Orientar el sistema educativo formal y las diferentes
instancias de formación hacia el nuevo escenario es otro de los desafíos para
la política y para actores centrales de la economía, como empresas y
sindicatos.
Desde el Ministerio de Educación y ante una consulta de LA NACION, respondieron que hay tres
áreas con políticas referidas al impacto de la robótica. Una es la Dirección
Nacional de Innovación Educativa, que lleva adelante, por ejemplo, el proyecto
Escuelas del Futuro, "que prevé la incorporación de tecnología educativa
junto con un plan pedagógico innovador en 3000 establecimientos". Para
Leandro Goroyesky, director del oficial Instituto Nacional de Educación
Tecnológica (INET), los conocimientos "imprescindibles" para los
jóvenes son los ligados a "la robótica, la programación, el diseño y la
fabricación digital (impresión 3D)".
El dato hoy real es que los jóvenes son quienes más sufren
el desempleo: el índice entre quienes tienen hasta 29 años se acerca al 20% y
más que duplica el porcentaje general de personas que buscan trabajo y no
encuentran.
Para dar una respuesta integral al desafío por delante, el
rediseño de políticas laborales también deberá tener su espacio. "¿Se
quiere empleo o se quiere trabajo para todos? -plantea Pedro Furtado de
Oliveira, director de la oficina de la OIT en la Argentina-. Nosotros hablamos
del futuro del trabajo más que del empleo, porque se vienen nuevos
paradigmas". Se refiere, por caso, a modelos de relaciones como los que
aparecen con la "uberización" de segmentos de la economía. Esos
esquemas plantean la necesidad creciente de dar respuesta a aspectos
pendientes, como la protección de derechos sociales.
Una cuestión vinculada a las políticas laborales que trajo
debate en algunos países es la reducción de la jornada, como modo de promover
que más personas tengan tareas. No es un tema nuevo, al menos en las visiones
teóricas: en 1930, John Maynard Keynes vaticinó que 100 años después la caída
en la carga laboral para las personas llevaría a jornadas laborales de 15 horas
semanales, una visión que parece lejos de corroborarse.
De esa posibilidad de "repartir" el trabajo se
derivó otro debate: el de disponer un ingreso básico universal para todas las
personas, sin importar su condición social o laboral. ¿Las ventajas? No
estigmatizaría a nadie, no inhibiría las búsquedas laborales y daría mayor
libertad en tal misión. "Una pregunta clave es cómo se financiaría. Si
pensamos en países como la Argentina, con una inversión social elevada por
parte del Estado y con un déficit fiscal pesado, la pregunta es crucial",
dice Cristina Calvo, economista de la UBA.
En países avanzados como Finlandia se hacen hoy por hoy
pruebas piloto, y no faltan cuestionamientos.
Por ahora, el tema parece interpelar más al mundo
desarrollado, como también la propuesta del "impuesto al robot", defendida
por el multimillonario Bill Gates, entre otros.
Los argumentos en defensa de esa imposición es que llevaría
a retrasar la sustitución de empleos (dando tiempo a la preparación de
trabajadores) y que ayudaría a financiar la renta universal donde se decida
tenerla. Se afectaría así la instalación de tecnologías para priorizar factores
de bienestar, una apuesta arriesgada en un mundo globalizado.
Los efectos de esas y de otras políticas están por verse.
Mientras tanto, el reconocimiento del desafío por delante es una base
imprescindible para evitar impactos no deseados sin haber intentado nada. Y la
orientación de las acciones podría sintetizarse en el decir de Berniell:
"Deberíamos preocuparnos más por las personas que por las máquinas".
Tres áreas, tres
proyecciones
Las probabilidades de sustitución de empleo y de creación de
nuevas fuentes,
según la actividad:
La industria
Foto: Archivo
De un análisis sector por sector realizado por el instituto
de investigaciones Cinve, de Uruguay, surge que siete de cada diez tareas
hechas por trabajadores fabriles actuales tienen probabilidad de ser
reemplazadas por la automatización en las próximas dos décadas, tanto en ese
país como en la Argentina. Por ramas, el comportamiento puede variar.
Los servicios
El sector es lo suficientemente amplio como para que se
observen diferentes situaciones de probabilidad de reemplazo de empleos. Se
afirma que las actividades vinculadas a habilidades blandas, como la empatía y
el relacionamiento entre seres humanos, serían las menos expuestas al cambio.
El cuidado de personas enfermas o mayores es uno de los sectores con más baja
exposición.
Energías renovables y
bienes y servicios innovadores
Entre las áreas en las que podrían surgir empleos, se apunta
a dos fenómenos sociales: el envejecimiento poblacional (por ocupaciones
vinculadas al cuidado de personas) y la mayor conciencia ecológica. Los empleos
verdes serían uno de los espacios hacia donde se desplazarían las oportunidades
laborales, con actividades vinculadas al reciclaje y a las energías de fuentes
renovables.