Aunque la digitalización de las empresas españolas avanza a
un ritmo más lento del deseado, según datos de la quinta edición del ‘Índice de
Conectividad Global’ llevada a cabo por Huawei, que evalúa cómo los países
progresan en materia de transformación digital, dejando a España el puesto 21
de entre los 79 países estudiados; y según las conclusiones a las que llegaron
en su ‘Índice de Madurez Digital de las Empresas en España’, Íncipy, Inesdi y
nPeople, que revelaban que las el 76% de las organizaciones de nuestro país se
encuentra en un estadio básico o inicial de la madurez digital, el cambio ya es
inevitable.
En este sentido, Generali explica en un artículo cómo se están adaptando las compañías este
proceso, destacando la necesidad de una mayor agilidad operativa que ahora
manifiestan tener. Según indican, “la digitalización y la velocidad de los
cambios en un entorno cada vez más disruptivo, son algunas de las causas que
han provocado esta transformación en muchas compañías, las cuales han comenzado
a romper sus esquemas para fluir como una masa de agua líquida que se adapte a
las nuevas necesidades”.
De hecho, desde Generali detallan las principales
diferencias que, según los expertos en recursos humanos, presentan las llamadas
“organizaciones líquidas” frente a las empresas tradicionales, siendo la
primera de ellas su nivel de flexibilidad. Al respecto apuntan
que esta característica es más importante que nunca, pues es la que permitirá
garantizar la adaptación de la empresa a un mundo cada vez más automatizado y
digitalizado. “En un entorno en el que los cambios externos y los avances
tecnológicos son cada vez más rápidos, las organizaciones han de adaptarse por
satisfacer nuevas necesidades, no solo de los clientes externos, sino también
de los propios empleados”, señalan.
No obstante, y a pesar de su importancia, la flexibilidad no
acaba de cobrar forma en las empresas de hoy día, aunque sí han comenzado a
adoptar modelos de trabajo –jornada intensiva, teletrabajo o flexibilidad
horaria- que permitan romper con esa rigidez que, a menudo, define a la empresa
tradicional. Un modelo que, por otro lado, de distancia de la organización
líquida en cuando a cómo aborda los procesos de cambio dentro de la misma. Así,
mientras que esta última lo ve como una oportunidad para la mejora, el modelo
tradicional lo afronta como un riesgo o amenaza.
Junto a ello, el artículo de Generali también destaca que “en una
empresa líquida, las estructuras de trabajo jerárquicas dan paso a una
organización integrada por equipos flexibles y multidisciplinares, que se
van formando para dar salida a cada proyecto”. De este modo, según los expertos
de la compañía, “a medida que cambian los proyectos, también lo hacen los
profesionales que lo desarrollan”.
Por otro lado, la tercera de las grandes diferencias se
sitúa en el perfil profesional que abunda en ellas. Así, en las compañías con
estructuras modernas y ágiles tienden a fijarse en el valor que aporta
el trabajador, a partir de sus conocimientos y aptitudes, al tiempo
que ponen el foco en factores claves como “el individualismo (o autonomía), el
aprendizaje y la especialización”.
En esta línea, desde Generali destacan que suele
tenerse en cuenta la voz de la fuerza de trabajo, de forma que
no solo se conoce en profundidad sus intereses, permitiendo así la mejora de su
satisfacción y, por ende, el trato que brindan después a los clientes o los
resultados que de ellos se obtienen, sino que además buscan “aumentar el grado
de compromiso de los trabajadores con la misión de la empresa”, para lo cual es
necesario el desarrollo de un “feedback directo” acerca de su grado de
satisfacción a partir de “encuesta de compromiso o engagement survey”.
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