La educación y el uso de la tecnología influyó en la
relación que tiene esta generación con el sexo (distinta a la de sus padres y
abuelos).
Despreocupados, informales, adictos a la tecnología,
bisexuales, los millennials o "Generación Y", nacidos entre 1982
y 1999, viven la sexualidad de forma diferente a la de sus predecesores, la Generación
X (nacidos entre 1965 y 1981). Varios estudios señalan que no tienen pareja
sexual estable, que privilegian los vínculos virtuales y que son una generación
menos comprometida con el amor a largo plazo.
Según el artículo de la revista Time titulado Why
millennials might be having less sex tan their parents, esto proviene de
que nacieron en alerta frente al HIV y otras enfermedades de transmisión
sexual. El sexo, en su educación, estuvo ligado al peligro. Pero hay otras
razones, más tecnológicas.
Entender el estilo de vida de los jóvenes millennials nos
permite acercarnos a comprender por qué ellos tienen menos actividad
sexual. Estamos ante una generación hiperconectada pero poco o mal
comunicada, con grandes deficiencias para el encuentro cara a cara. Y
cualquier padre de un hijo o hija adolescente, lo intuye o sabe.
Logran a la perfección conectarse literalmente con la otra
punta del globo terráqueo en cuestión de segundos, mantienen
conversaciones simultáneas, no focalizan tanto en una sola cosa por mucho
tiempo. Inundados de información, prácticamente desde que nacieron
fueron adoctrinados para estudiar inglés, tener altas exigencias laborales,
elevados estándares profesionales, obligaciones y compromisos. Esto
les dejó poco espacio para la satisfacción del deseo y la libertad de
explorar sus propios placeres.
Inundados de información,
prácticamente desde que nacieron fueron adoctrinados para estudiar inglés,
tener altas exigencias laborales, elevados estándares profesionales y con una
clara demanda de obligaciones y compromisos.
Este sentido de la inmediatez, del "todo-ya", y de
los bajos niveles de tolerancia a la frustración generan una gran
dificultad para vincularse y relacionarse emocionalmente, es decir, una apatía
sexual que hunde sus raíces, probablemente, en estos modelos de
educación sexual (probablemente la única que recibieron), más relacionada con
la higiene sexual y con la salud sexual: prevención de ETS (enfermedades de
transmisión sexual), utilización de preservativos y evitación de conductas de
riesgo. En lugar de poner el foco en los beneficios de una sexualidad positiva,
saludable, placentera y conectada, hay ausencia de educación.
La educación del
porno
Si no hay educación sexual, hay porno. En nuestro
país, la ESI (Ley de Educación Sexual Integral) aborda
temas de cuidado y respeto por el propio cuerpo y el ajeno. Busca comprender lo
orgánico, lo emocional y abrir un panorama más real para el encuentro. La
industria del porno, que muchos millennials consumieron desde los inicios de su
sexualidad, adoptando el celular y wifi como parte de su día a día, es un
cúmulo de mala información y mala educación sexual. Las mujeres no solo somos
cosificadas, sino que se muestran modelos de vinculación que nada tienen
que ver con el día a día o con la realidad que viven las parejas reales.
Justamente esta generación de chicos y chicas
hiperconectados, aprenden a normalizar el porno como una realidad viable y
posible, generando como consecuencia una imagen errónea de lo que se puede
esperar y de lo que no es factible en relación a cada encuentro sexual.
¿Falta deseo sexual en las nuevas
generaciones?
La era de las apps
Del mismo modo pensamos en las apps de encuentros, como
Happn o Tinder, que son aplicaciones donde justamente la mirada está puesta en
generar vínculos y relacionarse, pero termina siendo un muestreo donde filtrar
desde la superficialidad de la imagen (nada menos) a quién darle like... y a
quién evitar. Esta hiperconexión, este espacio de tanta inmediatez y de
liquidez en los vínculos genera poco espacio para la intimidad. Del
otro lado, tenemos sexualidades más abiertas: muchos se consideran
bisexuales, prueban distintas cosas antes de definirse y son monógamos más
flexibles o exploran el poliamor.
¿Para qué relacionarme con una sola persona cara a cara si
puedo hacerlo con miles a la vez? ¿Cómo hago para pasar al plano real y
generar una charla tan interesante como en el plano virtual? Estas son solo
algunas de las preguntas que se hacen los millennials, y que probablemente
hacen que dejen de lado el deseo sexual; un poco por desconocimiento, otro poco
por comodidad; y otro poco por tener la mente en múltiples actividades,
obligaciones y responsabilidades que dejan un limitado espacio para el goce.
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