Hasta ahora, en una prueba en el mundo real de un nuevo enfoque de política económica, los precios han estado subiendo más rápido que los salarios.
El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, es partidario de
"recalentar" la economía de ser necesario para acelerar el
crecimiento y la recuperación en la pospandemia.
Una idea poderosa de política económica ha escalado
posiciones en los últimos años. Se pueden lograr grandes cosas para los trabajadores
si se permite que la economía se caliente.
La noción de crear una economía “de alta presión” es
que el gobierno debería estar dispuesto a arriesgar un poco de
inflación en el corto plazo para lograr condiciones que, en el largo plazo,
sacarán a la gente de la pobreza, evitarán que las cicatrices de las
recesiones sean permanentes y fortalecerán el potencial económico del país.
Esta idea tiene sus orígenes en un trabajo de Arthur M. Okun
de 1973 y fue confinada fundamentalmente a conferencias de especialistas en la
década pasada. Hoy constituye el sustento intelectual de la
política económica de Estados Unidos, apoyado en las más altas esferas por el
gobierno de Biden y la Reserva Federal.
Representa una prueba en el mundo real de un nuevo enfoque
de política económica. Los resultados hasta el momento muestran que pisar
el acelerador económico al máximo tiene ventajas y desventajas,
específicamente la combinación de billones en gasto federal con tasas de
interés mantenidas en casi cero. Si bien esta combinación generó algunos
efectos beneficiosos de importancia, el verano de 2021 no produjo la economía
de alta presión que sus seguidores esperaban.
La buena noticia es que abundan las vacantes de trabajo, las
remuneraciones de las personas en el extremo inferior de la escala salarial
están subiendo rápidamente, y, al parecer, la recuperación pospandemia no será
como el arduo camino que siguió a las tres recesiones anteriores.
Pero los precios al consumidor estuvieron aumentando
más rápido que los salarios medios, lo que significa que, en promedio, los
trabajadores están viendo que cae su poder adquisitivo. A quienes quieren
comprar un auto o construir una casa o adquirir otros productos les resulta
difícil hacerlo. Y aunque mucho de eso refleja las interrupciones temporarias
de suministros que disminuirían en los próximos meses, otras fuerzas podrían
hacer que los precios sigan subiendo. Esto incluye alquileres en alza y efectos
retrasados de los precios más altos de empresas que tienen que pagar mayores salarios.
A diferencia de la evolución lenta de los sucesos en la
década pasada, cuando los debates sobre calentar la economía tomaron forma,
ahora las cosas se están moviendo tan rápido que es difícil
determinar cómo estarán cuando las condiciones se estabilicen.
Sin embargo, “creo que llegarán los beneficios de llevar
adelante la estrategia de apuesta por el crecimiento”, dice Josh Bivens,
director de investigación del Economic Policy Institute y partidario de los
funcionarios que apoyan la economía de alta presión, al destacar la
excepcionalmente alta creación de puestos de trabajo en los meses recientes.
Una visión más tradicional argumenta que es imprudente que
las autoridades traten de bajar tanto el desempleo, porque esto generará
inflación. Esta postura perdió credibilidad con el avance de la década de 2010
- el índice de desocupación cayó aún más bajo, con pocas señales de un salto
inflacionario.
Pero si bien el tenso mercado laboral desde 2017 hasta 2019
generó fuertes reacomodamientos salariales ajustados por inflación para
los trabajadores, especialmente para los de más bajos ingresos, no hay nada
automático en ese proceso. En una economía floreciente, si las empresas suben
los precios más rápido que los salarios del personal – tomando el mayor aumento
de precio de los productos que venden-, significará que los empleados
efectivamente están ganando menos por hora trabajada.
En el pasado, se dieron ambas situaciones. En las economías
fuertes de fines de los 60 y fines de los 90, las remuneraciones promedio por
hora para trabajadores no directivos persistentemente subieron más rápido que
la inflación. A fines de los 80, ocurrió lo contrario.
Y ahora sucede otra vez. Según datos del Índice de Costo del
Empleo, los sueldos y salarios en el sector privado aumentaron 3,6% en el
segundo trimestre respecto de un año antes, el mayor incremento desde 2002.
Pero el Índice de Precios al Consumidor subió 4,8% en ese mismo período, lo que
significa que los trabajadores perdieron terreno. Otras mediciones de compensación
e inflación cuentan una historia similar.
Una gran pregunta es si la inflación alta es
simplemente una consecuencia inevitable de la reapertura de la economía tras la
pandemia, o si es, al menos en parte, un resultado del uso agresivo de una
política fiscal y monetaria para calentar rápidamente la economía.
Por ejemplo, los precios de los automóviles se dispararon,
según los analistas, principalmente debido a la escasez de microchips provocada
por las decisiones de producción que se tomaron durante la pandemia. ¿Pero es
parte de la escalada de precios también un resultado de la fuerte demanda,
impulsada por los cheques de estímulo que envió el gobierno y las bajas tasas
de interés que abaratan los préstamos para autos?
Jason Furman, economista de Harvard y ex presidente del
Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, señala que Estados
Unidos está experimentando una inflación significativamente más alta que otros
países que enfrentan los mismos problemas de abastecimiento. Los
precios al consumo subieron 2,2% en el año que culminó en julio en la eurozona,
frente al 5,4% en EE.UU. “Mi conjetura es que el crecimiento del salario real
está mejor en Europa que en Estados Unidos, y le está yendo mejor porque hay
menos demanda y, por ende, menos inflación”, dijo Furman.
La historia mejora cuando observamos cómo les está yendo a
los trabajadores peor remunerados en Estados Unidos. La falta de trabajadores,
especialmente en los sectores de servicios, se está traduciendo en aumentos
para quienes no ganan mucho. Datos del Banco de la Reserva Federal de
Atlanta muestran que los salarios medios por hora en el 25% de la población más
pobre aumentaron a una tasa de 4,6% el año pasado, frente al 2,8% para el 25%
más rico.
Y muchos de los beneficios de una economía caliente vienen
en la forma de sumar más personas a la fuerza laboral y permitirles que
trabajen más horas. Los empleadores han creado un promedio de 617.000 puestos
de trabajo por mes en lo que va de 2021, versus 173.000 por mes en 2011, tras
la crisis financiera mundial. Si se sostiene, Estados Unidos se encamina a volver
a su nivel de empleo prepandemia dos años después que la recesión terminó.
En la recesión anterior, el país tardó cinco años en recuperarse.
Los partidarios de una economía caliente subrayan que una
recuperación rápida es buena para reducir la desigualdad, en parte al asegurar
que se generan muchísimas oportunidades laborales para que la gente no tenga
que estar sin trabajo por largos períodos.
“Vemos que un estímulo constante y amplios programas de
apoyo al ingreso están haciendo lo que se supone que deben hacer”, señaló J. W.
Mason, miembro del Roosevelt Institute y defensor de calentar la economía. “Los
números que deberíamos estar mirando son el crecimiento del empleo y del
salario, especialmente entre los más pobres, y esas tendencias son positivas y
alentadoras. Son las cifras que habríamos querido ver a comienzos del año”.
En los últimos años de la última expansión, los aumentos en
el empleo fueron particularmente marcados en el caso de las minorías raciales,
las personas con bajo nivel de educación, y gente con dificultades para ser
contratada.
“Lo cierto es que cuando se lleva adelante una economía
caliente, acceden al trabajo las personas que de otro modo no lo harían”, dice
Furman. “Eso, en sí, es razón suficiente para querer implementar el
calentamiento de la economía. Estamos diciendo que algunos de los trabajadores
más vulnerables están siendo contratados, y esto es algo maravilloso”.
Sin embargo, incluso algunos defensores de calentar la
economía ven un riesgo en que la magnitud y ritmo de las
medidas de estímulo hayan sido excesivos.
Michal Stran, del American Enterprise Institute, es una de
las voces de centroderecha partidarias de esta política. “Demasiado estímulo se
vuelve contraproducente, porque la inflación erosiona las mejoras salariales o
porque el sector de la oferta en la economía no puede seguirle el ritmo”.
Hasta quienes creen en una economía de alta presión, en
otras palabras, harían bien en no perder de vista cuán alta está llegando a ser
esa presión y qué tan sostenible es realmente.
Neil Irwin. The New York Times