Entre las tecnologías que avanzan a un ritmo mayor que el que se esperaba están las relacionadas con las prestaciones sanitarias; la gran apuesta de este año de varias de las compañías de mayor valor tiene que ver con el bienestar.
En salud e inteligencia artificial se avanza a ritmo acelerado/ shutterstock – Shutterstock.
Se acerca fin de año
y los periodistas y medios preparan las listas con “lo mejor y lo peor” de
2022. En el terreno de los futurólogos suelen enumerarse en diciembre los
fiascos del año: aquellas predicciones que generaron mucho ruido en su momento
y no resultaron finalmente como se esperaba. En la penúltima edición del
panorama de Azeem Ashar, Exponential View, se dan pistas sobre dos de los
candidatos en este frente: el metaverso y los vehículos automanejados vienen
acumulando mucha cobertura de decepción.
En el otro extremo,
hay tecnologías que están “adelantando los dividendos” más rápido de lo que se
pensaba. Para el divulgador y médico cardiólogo Eric Topol esto está sucediendo
en el campo de la salud y la inteligencia artificial. En un ensayo publicado día
atrás, titulado El increíble poder de los ojos artificiales: los no anticipados
dividendos del aprendizaje automático para la medicina, Topol menciona dos
hallazgos de las últimas semanas que tienen que ver con la lectura algorítmica
de imágenes de la retina para detectar Alzheimer con alta precisión, diabetes y
problemas cardiovasculares. También hubo avances recientes y revolucionarios en
la lectura computacional de electrocardiogramas para detectar desafíos que el
ojo humano no puede ver, dice Topol.
Cuando se estudia
finanzas públicas en la carrera de Economía y se ve el tema de las “fallas de
mercado”, el de la salud es el sector estrella (junto con finanzas) para
ilustrar estos problemas estructurales de incentivos, que hacen que los
dividendos del cambio y la innovación sean, en potencia, mucho más elevados. No
por nada, la gran apuesta de 2022 de varias de las compañías más valiosas del
mundo (como Apple o Amazon) viene por el lado de la salud y el bienestar.
“La verdadera
revolución está en los datos y en la combinación con la biología molecular”,
cuenta ahora a la nación la bióloga Marina Simián, quien, junto a dos socias,
trabaja con su proyecto Oncoliq, una startup que busca masificar un testeo en
sangre para diagnosticar distintos tipos de tumores en etapas muy tempranas.
“En el cáncer, todo se juega en el momento de la detección. Si se descubre un
tumor al principio, antes de que haga metástasis, la posibilidad de sobrevida a
cinco años es del 80%. Si es tardía, lo que sucede en la mitad de los casos,
las chances a cinco años bajan al 20%. Y el 71% de las muertes de cáncer se
deben a tumores en órganos que no tienen métodos generalizados de testeo, como
los de próstata”, agrega Simián.
Oncoliq trabaja con
moléculas de “micro ARN” (no son el ARN mensajero de las vacunas de Pfizer y
Moderna) con las cuales en 2014 una socia del emprendimiento, Adriana De
Siervi, se dio cuenta de que correlacionaban fuerte (primero en ratones y
luego, en humanos) con distintos tipos de tumores. La iniciativa arrancó con un
test para cáncer de mama (ya hay una patente en trámite en los Estados Unidos),
sigue con cáncer renal. El objetivo es poder extenderla a 50 tipos de tumores.
Solo dos startups
más están en la carrera con este tipo de tecnología. Una está en Japón y la
otra, en Singapur. Y la referencia aquí es la empresa Grail, que levantó de
inversores una suma de US$2000 millones y que ya comercializa un producto de
detección temprana de cáncer que se llama “Galleri”, pero que parte de la
secuenciación genómica, que es más cara y tienen una sensibilidad mucho menor.
En su libro de
divulgación y ganador del Pullitzer El emperador de todos los males (aquí lo
editó Debate), el oncólogo y autor Siddhartha Mukherjee cuenta una “biografía
del cáncer”, que arranca con un tumor descubierto en una momia del Antiguo
Egipto, pero que tiene su epicentro en el siglo XX, dado que se trata de una
enfermedad muy asociada a la extensión de vida que se empieza a dar más
marcadamente luego de la Segunda Guerra Mundial.
Mukherjee destaca
que los grandes héroes de los avances con quimioterapia fueron, principalmente,
estadísticos brillantes ingleses, que diseñaron las pruebas y los experimentos
para determinar qué servía y qué no. Antes y ahora: la destreza con los datos
en el centro de la revolución.
Aunque no fumaba,
corría regularmente y no poseía sobrepeso, el emprendedor Mark Ramondt tuvo un
ataque cardíaco severo a los 35 años. Por aquel entonces ocupaba un cargo
gerencial corporativo estresante, que lo hacía viajar mucho y dormir poco.
Tiempo después,
cuando visitó a su cardiólogo para chequear cómo evolucionaba su condición, en
lugar de tomarle la presión, el médico Santiago Miriuka le contó sobre una idea
para una empresa, que se transformó en MultiplAI, una startup con origen
argentino, con base ahora en Londres, que usa inteligencia artificial para
detectar problemas cardiovasculares con una muestra de sangre en la que se
analiza el ARN. “Al contrario que el ADN, el ARN permite leer condiciones de
ambiente y contexto: si una persona fuma, si está estresada, si duerme mal o si
está expuesta a contaminación, eso no se refleja en el ADN, pero sí en el ARN”,
explica Ramondt, de familia holandesa, nacido en México y residente desde hace
13 años en la Argentina.
Contrastes
En la presentación
del proyecto, Ramondt menciona el caso de Winston Churchill, fumador y bebedor
empedernido, adicto al trabajo, sedentario, con una jornada más que estresante
y que falleció a los 92 años, en contraposición al de Jim Fixx, maratonista,
gurú de temas de salud, que murió de un ataque cardíaco a los 53.
Tanto Oncoliq como
MultiplAI apuntan a que con nuevas tecnologías se aumente el acceso a testeos
de dos grandes grupos que hoy no los tienen: los países más pobres y los
jóvenes, que presentan menos casos de estos desafíos, pero que, cuando lo
hacen, llegan tarde por falta de detección.
Ambos casos, el de
los problemas cardiovasculares y el cáncer, son hoy los dos principales
“jinetes del apocalipsis” en términos de muertes. Cuando se logren moderar,
seguramente aparecerán otros: el Alzheimer se ubica en tercer lugar y hoy
acorta la brecha, y un informe publicado días atrás advierte que en la próxima
década habrá más muertes por calor extremo (debido al cambio climático) que por
cáncer.
La buena noticia es
que la tecnología, como dice Topol, también avanza a pasos agigantados. Hay que
pensar que el procesamiento algorítmico de imágenes comenzó a desplegarse en
2012, luego de que se anunciara su descubrimiento en una ya famosa competencia
en Toronto, Canadá. Fue hace casi diez años: a muchos de los hallazgos
posteriores en inteligencia artificial todavía les falta escalar y masificarse
en el mercado. Incluso en uno tan imperfecto y lleno de fallas como el de la
salud.