La lista de artículos de este blog comienza a ser tan larga
que a veces tengo que consultarla antes de escribir sobre un tema para
asegurarme que no me repito.
Estoy seguro de que éste lo he tratado al menos de refilón
en alguna ocasión, pero creo también que merece la pena ponerle un punto más de
atención.
Cuando hablamos de madurez de un trabajador y, sobre todo,
cuando hablamos de liderazgo, un indicador muy claro es observar la inclinación
natural de una persona cuando es informado sobre un problema importante. ¿Qué
busca primero? ¿La solución o al culpable?
Hay una ley universal que se puede aplicar a cualquier
evento que suceda en tu vida: el pasado no se puede cambiar. De cualquier encrucijada, crisis, o pequeño
problema sólo se puede salir hacia adelante.
Y la pregunta del millón es si existe una solución. Como
dice un proverbio chino que rescaté de un calendario psicodélico (por usar un
adjetivo no ofensivo) que me dieron en un restaurante oriental: “Si tienes un problema que no tiene
solución, ¿para qué te preocupas? Y si tiene solución, ¿para qué te preocupas?”
En la solución está el quid de la cuestión, la salida del
problema o, cuando menos, la posibilidad de atenuarlo.
Cuando alguien, en
una situación de tensión causada por una incidencia inesperada se preocupa de
buscar culpables, me está diciendo claramente que lo que le preocupa no es lo
qué ha ocurrido, sino, básicamente, su culo.
A ver, no hay que echarse las manos a la cabeza, ni mucho
menos señalar con el dedo a los que actúan así, porque aparte de ser de mala
educación, sería seguir su patrón de comportamiento. Buscar culpables es una
tendencia natural del ser humano. En los últimos 5 años, la investigación
desarrollada en la universidad de Micasa sobre una muestra de un ejemplar
humano, mi hijo, lo revela a las claras. Cada vez que surge un incidente en el
que él ha tenido responsabilidad directa, indirecta o simplemente ha sido
testigo, su primera reacción es: “Yo no he sido”. Salvar nuestro culo no es más
que un instinto de supervivencia que traemos de serie.
Afortunadamente crecemos, maduramos, y aprendemos que no
siempre es lo más práctico dejarse llevar por nuestro cerebro reptiliano.
Desafortunadamente no todos crecemos, maduramos, y aprendemos al mismo ritmo.
Eso es lo que debemos valorar.
Ante un problema laboral, buscar culpables no es práctico.
Puede ser necesario a posteriori cuando hagamos un análisis forense de lo que
ha pasado con la intención de trazar un plan para que no se repita el mismo
fallo en el futuro. Pero, desde luego, en un primer momento, cuando el problema está aún caliente sobre
la mesa, el foco debe estar en la solución. Y ojo, en la mayoría de los
casos, la solución completa (o parcial) del problema puede depender del
culpable de su generación. El que hace las cosas es también el que más
posibilidades tiene de equivocarse, y, por supuesto, puesto que en él reside el
conocimiento y la capacidad de actuación, es muy probable que en sus manos
también se encuentre la solución. Por tanto, cargarle con el peso de la culpa,
no le va a ayudar.
Lo malo de culpabilizar no es que sea una actitud de
supervivencia egoísta (y natural), sino, sobre todo, que es una actitud poco
práctica, que no nos lleva a ningún sitio. De ahí que debamos evitarla.
A la hora de liderar hay que saber estar por encima de las cosas que no
aportan valor.
Se busca gente
responsable que asuma sus errores, aprenda de ellos, y aporte soluciones.
No se busca estigmatizar, sino avanzar. El
trabajo no puede ser un lugar donde prime el sentido de supervivencia, sino el
de progreso profesional (y personal).
Buscar culpables es mirar hacia atrás, es egoísmo de
supervivencia, pero sobre todo es el síntoma de una cultura rancia que no tiene
cabida en nuestro contexto actual de cambio continúo, que vino para quedarse. Para que las organizaciones consigan
avanzar al mismo ritmo que lo hace la sociedad, se necesitan líderes con gran
capacidad de adaptación, que no tengan miedo a equivocarse. Se necesitan un
liderazgo ágil, que pongan el foco de sus equipos en la solución y no en la
culpabilidad.
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