Chris Anderson es el creador de los TED, el actual referente en la organización de conferencias abiertas al público y destinadas para su difusión masiva gracias a las redes sociales. Puedes leer su perfil completo en la propia web. Anderson ha escrito un libro recién traducido al español sobre cómo hablar en público, cómo organizar una presentación seductora y cómo comunicar las ideas.
El libro combina su propia experiencia como comunicador y
como organizador de centenares de encuentros. Las aportaciones son interesantes
para quienes estamos dedicados a la docencia, la exposición de proyectos y, en
general, para quienes tienen actividad pública. Porque, ahí comienza su tesis,
todos hablamos en público alguna vez. En la barbacoa con amigos cuando nos
presentan a alguien. En la universidad, para dar clase o para exponer tu
trabajo como alumno. En el supermercado para pedir esto o aquello. En los acontecimientos
familiares para celebrar una noticia o conmemorar una ausencia. En algún
momento, nos tocará impartir una conferencia, sea para compartir nuestras
experiencias o sea para encontrar inversores. Por eso, me han gustado las
claves que plantea. Son las siguientes:
Elige tu tema.
Más aún, deja que el tema te elija a ti a través de tu experiencia directa, tu
conocimiento, tu trayectoria o tu pasión. No suele ser interesante memorizar
unas diapositivas para hablar en público solo porque el tema XYZ está de moda.
Cada uno de nosotros sabe de dos o tres cosas y podría hablar de ellas durante
horas sin ni siquiera tomar una nota. Pues ésa es la lista corta sobre la que
seleccionar tu conferencia.
El ego es un
excelente anticonductor. Me aburren esos coloquios en los que cada ponente
nos cuenta lo estupendo que es, lo importante de su libro o su capacidad
visionaria. Además, no suele escuchar a quien antecede -y repite ideas- y no da
paso a quien le sucede y le deja sin tiempo. En las charlas, hay que ir a
entregar al público una experiencia única, diferente, no a “colocar” nuestro
producto.
Conoce a tu audiencia.
Pregunta a los organizadores a quiénes nos dirigimos, cómo se distribuirán en
la sala y qué expectativas tienen. No es lo mismo una conferencia ante alumnos
de bachillerato que otra dirigida a directivos con diez años de trayectoria en
el sector. Ajusta el contenido al nivel de conocimiento y práctica que tiene
cada uno. Evita los neologismos que puedan escaparse al nivel medio y sé
didáctico. Pero el punto de partida lo establecen ellos, porque no se trata de
una lección magistral.
Prepara las redes
sociales. No se trata de tuitear el evento, sino de utilizar la
presentación para crear un post, compartir las diapositivas, mejorar el perfil
profesional en Linkedin o grabar algunos vídeos cortos para Vine. Distingue
entre el contenido que puedes preparar para el público que asiste y para
quienes no están allí, pero podrían tener interés en leerte o escucharte. Esta
diferencia ahonda en la transformación de los eventos de empresa.
Escribe en discurso
en, al menos, tres formatos. El primero es un texto corrido en un procesador de textos al uso. Leer en voz alta
te ayudará a modular, a identificar las pausas o los cambios de ritmo, a
sustituir unas ideas por otras. En una presentación, calcula unas cien palabras
por minuto. El segundo es el texto con
ítems o puntos. Resume la intervención de modo que identifiques las
palabras clave, las estructuras, las conclusiones. Si te quedas en blanco
durante la exposición oral, esta segunda escritura te ayudará a recuperar el
hilo. Además, la redacción con viñetas o guiones permite cierta flexibilidad e
improvisación. Recuerda la máxima del teatro: la mejor improvisación es aquella
que se ensaya. La tercera escritura es
visual. Busca fotos, imágenes, cómics o detalles gráficos que contribuyan a
comprender tus ideas. Cuando tengas soltura, solo con la imagen, podrás
elaborar tu discurso.
Sé tú mismo; es lo
más original. Esta cita atribuida al poeta irlandés Oscar Wilde es genial.
Como oradores tenemos que ser lo que somos cuando no estamos en la tarima. Los
más chistosos pueden lanzarse a gastar una broma cómplice con el público. Los
más serios no deben hacerlo. Lo mismo digo con la indumentaria: ¿corbata o chanclas?,
¿las dos al mismo tiempo? Planteo dos reglas para elegir atuendo. La primera es
propia. Consiste en saber cómo uno se siente cómodo. Llevo sombrero hace años y
ya no me extraña que la gente se quede mirando. La segunda norma es ajena:
¿Cómo espera mi audiencia que vaya vestido? El aspecto es pura gestión de
expectativas.
Concluyo con una
reflexión. Dar una conferencia o intervenir en público es un regalo… para
la audiencia. Así tienes que plantearlo y no como una venta automatizada de tus
productos o servicios. Plantéate que la audiencia te va a dedicar su tiempo,
por lo que debes regalarle algo especial, que sorprenda, impacte o genere
ilusión.
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