Ser prisionero de un
empleo, actividad o empresa que aborreces resulta insostenible. Aprende a
diseñar la alianza con tu compañía y valora qué quieres y necesitas para no
estancarte y no caer en la frustración.
Una compañía de alimentación dedicada a las pizzas, entre
otros productos, utiliza estos días un anuncio cuyo lema es "una buena
base lo es todo". En el spot se ironiza acerca de una incipiente relación
laboral tóxica entre un candidato que empieza a trabajar y su jefa. Durante la
conversación inicial, el empleado le dice a su superior que piensa robar todo
el material de oficina que pueda; que cuestionará su liderazgo; o que tratará
de dejarla en evidencia... Su jefa responde que no piensa pagarle las horas
extra; que se apropiará de sus méritos profesionales; y que se aprovechará de
la escasez de ofertas de empleo para no subirle el sueldo en los próximos ocho
años... Se trata de una caricatura grotesca, pero que, desgraciadamente, tiene
algunos puntos en común con la realidad frustrante que viven muchos
profesionales en sus compañías y que les lleva a aguantar en un trabajo que
aborrecen, en una empresa en la que no confían, en un puesto que no les aporta
desarrollo profesional, con jefes que hacen su vida imposible...
Y viceversa: compañías que no esperan gran cosa de sus
empleados, que no están dispuestas a promocionarlos ni a recompensarlos y que
no quieren saber nada acerca del compromiso o la lealtad.
En todo caso, la base profesional que presenta la caricatura
del spot no es un buen comienzo laboral... Ovidio Peñalver, socio director de
Isavia, se refiere a la necesidad de "diseñar la alianza", que
significa preguntarse qué es lo que una empresa espera de nosotros; qué
esperamos de la organización en la que trabajamos, y qué pretendemos conseguir
con esa relación profesional.
Nekane Rodríguez, directora general de Lee Hecht Harrison,
cree que lo primero que debemos preguntarnos es por qué aguantamos en un
trabajo que no nos aporta nada y del que nada esperamos. Puede ser por un
salario, por comodidad o por miedo al cambio... Convertirte en prisionero de tu
empleo depende en gran medida de tus prioridades: quizá esa empresa cubre una
serie de necesidades que compensan otros aspectos de tu vida, o tal vez es que
te da miedo irte y cambiar.
Rodríguez opina que "si esa actividad que aborreces te
ayuda a cubrir necesidades que consideras más importantes que el propio
trabajo, entonces puedes encontrar una razón convincente para permanecer en
ella". Es lo que José María Gasalla, profesor de Deusto Business School,
denomina una "posición existencial", y que se refiere a que "se
puede ir más allá del homo economicus, que necesita satisfacer una necesidad.
Puede haber algo más".
¿Qué te motiva?
El elemento económico sigue siendo uno de los principales
cuando se habla de motivación, pero su impacto es a corto plazo, y más pronto
que tarde se interioriza o se olvida. Las empresas deben trabajar con otros
elementos cuyos efectos son a largo plazo. El salario, más que una motivación,
es un básico, del mismo modo que el lugar de trabajo y los recursos para
desempeñar una actividad excelente.
Tampoco el reconocimiento verbal basta. Sólo con eso no se
ilusiona. Si el dinero no motiva y la palmada en la espalda no funciona, queda
la carrera profesional. Pero gran parte de las organizaciones ya no son capaces
de ofrecer las carreras que satisfacen a la gente. Muchas empresas lo explotan
desde el punto de vista de la comunicación, pero no lo pueden llevar a cabo.
En todo caso, cuando ninguna de las dos partes (empresa y
empleado) aportan gran cosa a la relación laboral, Gasalla cree que "la
cuerda del desinterés puede estirarse mucho, hasta que una de las partes ve que
no le merece la pena. No existe atención ni intención, ni se pone en marcha
ninguna energía. Aparecen la abulia y la apatía".
Nekane Rodríguez añade que "si es por miedo o por
pereza hacia el mundo exterior, la cosa cambia. Cuando un puesto no te permite
atender a aquello que es importante para ti como persona o en lo que se refiere
a tu desarrollo profesional, debes marcharte".
Cómo evitar un
'sincericidio'
Parece claro que el anuncio de pizza en el que empleado y
jefa se dicen ciertas verdades a la cara es un ejemplo de claridad agresiva.
Ovidio Peñalver, socio director de Isavia, cree que decir lo que se piensa,
pero con buenas formas, es bueno, siempre que se sea asertivo:
◾Hay que ser claro, honesto y
sincero. Si se cuidan las formas, suele ir bien. Pero ser como en el anuncio es
un 'sincericidio', una especie de suicidio profesional.
◾El polo opuesto es ir de falso y
de pelota. La sinceridad es el punto medio.
◾Las primeras impresiones
determinan las futuras relaciones y la calidad de éstas. Se debe cuidar el
comienzo.
◾Los vínculos y las relaciones se
fortalecen si existe confianza mutua.
Hablar claro a tu
jefe
Cuando tengas la oportunidad de decirle a tu jefe lo que
piensas de él o lo que opinas sinceramente de la compañía debes valorar si
quedarte a gusto te compensa o puede costarte caro. Ten en cuenta que no
existen los paraísos laborales en los que prima el buen rollo y todo es
perfecto. Desconfía de lugares excesivamente 'buenistas'. Pero tampoco te
instales en la queja permanente.
◾Si te decides a hablar claro, la
queja debe ser concreta, porque cuando se emite, el objetivo es que algo
cambie. Cuanto más concreta sea, más fácil será lograrlo. En la esencia de la
queja se esconde un germen de mejora.
◾Hablar con sinceridad extrema a
tu jefe tiene que ver con la asertividad, que es la capacidad de decir lo que
piensas y sientes, buscando la forma, la manera y el lugar. Evita el 'vómito
tóxico'.
◾Un arranque de sinceridad de este
tipo debe basarse siempre en hechos, y nunca en juicios o interpretaciones.
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