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jueves, mayo 16, 2019

La mala gestión del acoso laboral espanta el talento


/ Dreamstime / Financial Times

Las víctimas de acoso optan dejar su trabajo ante la falta de políticas de recursos humanos eficaces y el escaso apoyo de jefes y compañeros.

John solía ser un apasionado de su trabajo. Ahora se plantea dejarlo. Esto se debe a que su superior en la universidad lleva tiempo discriminándole frente a sus compañeros y estudiantes, una conducta que él considera acoso laboral. En su día llegó a pensar que este comportamiento "estúpido" no podría con él. John, que prefiere mantenerse en el anonimato, reconoce que ha pedido una baja por depresión. "Solía ser muy entusiasta. Ahora me siento totalmente agotado".

Parece evidente que las empresas deben hacer un esfuerzo mayor para proteger a las víctimas de acoso laboral si no quieren seguir perdiendo talento. Según un informe publicado esta semana en la cadena británica BBC, las universidades gastan millones de libras en acuerdos de confidencialidad para zanjar casos de acoso y abusos sexuales. El movimiento #MeToo sacó a la luz un problema arraigado en el entorno laboral y ayudó a las trabajadoras a denunciar el acoso sexual. El año pasado, después de conocerse el despido de veinte socios británicos por mala conducta, David Sproul, consejero delegado de Deloitte, reconoció que "lamentablemente, varios socios han sido despedidos por conducta inapropiada".

En su intento por cambiar la cultura del banco, Lloyd's introdujo hace poco un número de atención a los empleados al que pueden recurrir los afectados por casos de bullying y acoso sexual. Kiran Daurka, socia del bufete de abogados Leigh Day, cree que "el acoso no recibe la atención que merece. Al estar tan extendido en el entorno laboral, las víctimas necesitan una mayor atención".  

Ni Reino Unido ni EEUU cuentan con una legislación específica contra el acoso. John cree que su superior tomó una decisión "calculada" al actuar contra él porque, como hombre heterosexual y de raza blanca, no puede denunciarle por acoso, ya que la legislación no le ampara.

Como indican anteriores casos de acoso, incluso cuando se cuenta con la protección de la ley, muchos empleados son reacios a presentar una demanda porque temen que no se les tome en serio o que sean objeto de represalias.

Sabir Giga, profesor de salud y bienestar en el trabajo de la Universidad de Lancaster University, cree que el acoso es más directo, mientras que el bullying suele ser más sutil. Giga recuerda que cada vez hay más pruebas de los efectos devastadores de estas prácticas en nuestra sociedad. También tienen un coste, que en el caso de Reino Unido asciende a 2.300 millones de libras anuales (2.600 millones de euros) entre bajas laborales, pérdida de productividad e indemnizaciones y costas procesales. El impacto del bullying en las personas puede ser demoledor. 

Jane, que prefiere mantenerse en el anonimato, sufrió la marginación de su superior.   "Convocaba reuniones de las que me excluía. Siempre criticaba todo lo que hacía". Al final, tuvo que buscar ayuda psicológica tras sufrir una crisis de ansiedad. En el departamento de RRHH se pusieron de parte de su jefe. El sindicato tampoco le ayudó. En lugar de acudir a los tribunales, acabó dejando el trabajo. Su cuenta bancaria ha notado el cambio. Además de perder sus ingresos, su plan de pensiones se congeló. Al final, Jane acabó encontrando un empleo mal remunerado y no ha recuperado su nivel salarial anterior.

Aunque hay pocos estudios sobre el impacto del acoso en nuestra carrera, según el elaborado por la publicación Gender & Society el 80% de las mujeres cambia de empleo en un plazo de dos años después de sufrir el primer episodio de acoso, superando en 6,5 veces a la media. Por otra parte, el bullying puede ser un indicio del mal funcionamiento de una organización. Nat Whalley, consejero delegado de la plataforma activista Organise, especializada en temas laborales, explica que el acoso "suele ser síntoma de un problema cultural y una mala gestión de las empresas, que permiten el acoso en su entorno". Para erradicarlo es preciso introducir cambios radicales. Hay quien advierte de que "con frecuencia solemos relatar los hechos pasados tal y como ocurrieron sin explicar cómo nos hubiera gustado cambiarlos. Nada cambia sin un proceso de reflexión, educación y acción".

EMMA JACOBS / FINANCIAL TIMES

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