Loreta Lion
España está entre los
tres países del mundo con los trabajadores más desmotivados. La clave para no
sufrir en la oficina: que realizar las tareas sea un incentivo en sí mismo.
Casi todo en el día a día gira en torno a encontrar motivos
para hacer lo que hacemos. Algo que sirva como motor para cumplir con las
obligaciones. Pero la predisposición a llevar a cabo ciertas tareas no depende
solo de nuestra fuerza de voluntad, también del estado de ánimo, de los
objetivos y de la relación entre coste y beneficio. Y parece que en España no
se nos da muy bien superar estas trabas: solo un 7% de los trabajadores dice
estar altamente comprometido y motivado con su trabajo. Esto sitúa al país
entre los tres con los trabajadores más desmotivados del mundo, según el
estudio Engagement and the Global Workplace de
Steelcase.
Aunque parece que esta falta de motivación y desgana son más
palpables al volver de vacaciones, una amplia investigación ha documentado que
el temor al fracaso y percibir las tareas como aburridas o difíciles son
algunos de los obstáculos principales para ponerse manos a la obra. La psicóloga
laboral Elisa Sánchez destaca puntos como que la tarea no esté alineada con los
objetivos —no sabe muy bien por qué tiene que hacerla— o no percibimos la
ventaja de realizarla y por esto nuestra motivación disminuye. Y ni un aumento
de sueldo ni más días de vacaciones lo arreglan. La psicología de la motivación
ha demostrado que estos incentivos externos, que implican que la persona
realiza la tarea esperando una recompensa, son mucho menos efectivos que la
motivación interna. Es decir, lo ideal es que realizar la tarea sea un
incentivo en sí mismo.
La cuestión es cómo alcanzar ese objetivo. Este es uno de
los temas más recurrentes en las investigaciones de psicología de la
motivación. La clave para no sufrir cuando no nos apetece trabajar es desarrollar
la capacidad de mantenernos motivados sin recompensas externas. Se trata de una
de las habilidades más difíciles de aprender. “Parece que tenemos una aversión
natural al esfuerzo persistente que ninguna cantidad de cafeína o carteles
inspiradores puede arreglar”, contaba Ayelet Fishbach, investigador y profesor
de Ciencias del Comportamiento en la Universidad de Chicago, el año pasado
a Harvard Business Review.
- Deje gobernar a la razón
Quizás el problema viene del planteamiento. Se ha extendido
la idea de que para que un trabajador esté motivado le tiene que apetecer hacer
su tarea. Pero lo cierto es que lo único que necesita es querer alcanzar un
resultado: ver un proyecto terminado o acabar pronto para salir antes. Cuando
su estado de ánimo es el que determina cuántas ganas tiene de ponerse a
trabajar, las emociones están gobernando sobre la razón.
Supone un esfuerzo ímprobo, pero en esta lucha entre emoción
y razón hay que apostar por la segunda. Como sucede con los artistas, es mejor
que la motivación le pille trabajando. Esta es al menos la teoría que defiende
Heidi Grant, psicóloga social experta en motivación, que después de 20 años de
investigación sobre el tema ha identificado varias estrategias que parecen
funcionar para la mayoría de personas. Y empezar el trabajo cuando aún no le
apetece es una de ellas.
De hecho, cuando empieza a trabajar (aunque sea sin ganas) y
consigue sumergirse en la tarea, puede actuar sobre usted el efecto Csíkszentmihályi.
Se trata de un momento de concentración absoluta, es un estado mental en el que
una persona está completamente inmersa en la tarea que está realizando. En ese
punto, la productividad está en su pico más alto y los minutos pasan sin darte
cuenta. El psicólogo que dio nombre a este efecto en 1975, Mihály
Csíkszentmihályi, asegura que para encontrar ese punto de motivación máxima
tiene que haber un equilibrio entre la habilidad y el desafío que supone la
tarea y que solo sucede si estamos haciendo una sola cosa. La
multitarea se convierte entonces en un impedimento para la motivación.
- El miedo es su enemigo
Los bloqueos emocionales, como el miedo al fracaso, un
perfeccionismo excesivo o baja autoconfianza, son otras causas “muy frecuentes,
pero no siempre conscientes” de la falta de motivación, explica Sánchez. Si a
esto le unimos mecanismos mentales como el efecto Zeigarnik—la
tendencia a recordar tareas inacabadas o interrumpidas con mayor facilidad que
las que han sido completadas—, no habrá fuerza en este mundo que nos haga
ponernos a trabajar.
Para salir de ese punto muerto, Grant recomienda adoptar una
estrategia preventiva, basada en la idea de que los humanos nos esforzamos más
por evitar lo que tememos que por conseguir lo que queremos. O sea, que cuando
el temor a fracasar le bloquea, es mejor no pensar en lo que podría mejorar su
situación si cumple con su tarea, sino en lo que podría perder. “Entonces ves
claro que la única forma de salir del peligro es hacer algo, tomar una acción
inmediata”, explica Grant. Es lo que lo psicólogos llaman aversión a la
pérdida.
- Deje que otros le ayuden
Como criaturas sociales, nos vemos influidos por lo que
hacen y sienten los que nos rodean. Sus acciones afectan a las nuestras:
sentarse al lado de un empleado de alto rendimiento puede aumentar su
productividad. Pero cuando se trata de motivación, esta dinámica es más
compleja. Cuando observamos a un colega tomar la delantera en una tarea,
respondemos de dos formas: o nos inspira y tratamos de copiar ese
comportamiento o perdemos la motivación al asumir que podemos dejar la tarea en
manos de nuestros compañeros. La solución en esa situación es, de nuevo, tomar
el control de las emociones y evitar que la frustración tome una decisión por
usted.
M. Victoria S. Nadal
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