Ideas tradicionales
sobre la conducta de grandes innovadores suelen quedar sin sustento con algunas
investigaciones; por qué se sobrestima la probabilidad de tener éxito a la hora
de emprender. Fuente: LA NACION
¿Por qué un economista se fracturó el cráneo al tirarse de
cabeza a una pileta sin agua? Porque olvidó hacer el ajuste estacional. La toma
de riesgos -decidir si conviene o no tirarnos a la pileta- es motivo de chistes
en la ciencia sombría, pero también de controversias y revisiones. Nuevos
estudios de la teoría de la decisión, de economía de la innovación y de
emprendedorismo, y también libros de smart thinking abordan el tema desde una
perspectiva distinta y muestran conclusiones que van más allá de la teoría
clásica. Algunos aportes de la psicología también llegan a resultados
contraintuitivos.
En su best seller Originales,
Adam Grant repasa un mito extendido en las historias de éxito del mundo
empresario: que para ser verdaderamente "original" en los negocios
(el autor alude con este término a las personas que son muy creativas y que,
además, llevan a cabo sus visiones) hay que tener una personalidad propensa a
la toma de riesgos radicales. Por lo general, dice Grant, "idolatramos a
los Bill Gates o a los Steve Jobs porque se animaron a abandonar su educación
formal, y desde un garage, en bancarrota, construyeron sus imperios a partir de
una visión". Sin que les importaran los obstáculos del statu quo.
Grant muestra que es falso que los emprendedores exitosos
sean personas que toman más riesgos que el promedio de la población. Se basa en
un estudio académico de los profesores de management Joseph Raffiee y Jie Feng,
que siguieron las vidas de más de 5000 emprendedores estadounidenses entre 1994
y 2008, con foco en la siguiente pregunta: ¿fueron más exitosos los que dejaron
sus empleos cuando lanzaron sus iniciativas o los que los conservaron para
cubrirse de la posibilidad de que les vaya mal?
Estamos acostumbrados a pensar que la respuesta viene por el
lado de la primera hipótesis: que para que un negocio nuevo funcione, sus
responsables deben estar 100% dedicados a él, apasionados y con foco absoluto
en la iniciativa. La respuesta del estudio fue la opuesta: los que no abandonaron
sus trabajos tuvieron un 33% menos de chances de fallar que quienes sí lo
hicieron. "Si tenés aversión al riesgo y dudás de tus ideas, es más
probable que construyas un modelo de negocios preparado para durar. Si sos un
apostador y tomador de riesgos excesivos, la base de partida seguramente será
mucho más frágil", razona Grant.
Los ejemplos de visionarios famosos reacios al riesgo se
acumulan: tras inventar la Apple 1 en 1976, Steve Wozniak se mantuvo más de un
año en su puesto de ingeniero en Hewlett Packard. Aunque a Larry Page y Sergei
Brin se les ocurrió cómo mejorar en forma dramática las búsquedas en Internet
en 1996, no dejaron sus estudios de doctorado en Stanford hasta 1998. En 1997,
preocupados por el riesgo de salir de la carrera académica, intentaron vender
Google por US$2 millones en efectivo y acciones. Por suerte para ellos, el
potencial comprador desistió y la operación no se concretó.
"La base para los temas de decisiones que involucran
riesgos es la famosa teoría de la utilidad desarrollada en 1738 por Daniel
Bernoulli (de la familia de matemáticos famosos). La teoría dice que la gente
no decide para maximizar resultados, sino por la utilidad esperada (o placer).
Esto empezó a explicar que mil dólares no valen lo mismo para mí que para Bill
Gates y que entonces podamos tomar decisiones distintas. En el tema de riesgo,
cada decisión se piensa por separado y no necesariamente una persona propensa
al riesgo en el juego lo sea en el trabajo o en las decisiones
familiares", apunta el experto argentino en toma de decisiones Ernesto
Weissmann.
Para Weissmann no está tan claro, como propone Grant, que
los emprendedores exitosos tengan una aversión al riesgo similar al promedio de
la población. Hay un trabajo publicado en el Journal of Business Venturing
sobre el tema, que encontró que, si bien los emprendedores no declaran un
perfil de alta propensión al riesgo, muchas veces no los perciben como riesgos
altos por algunos sesgos.
El estudio examinó tres sesgos que podrían bajar el riesgo
percibido. El primero es el exceso de confianza, que no permite ver con
claridad los límites del conocimiento. El segundo es el de la ilusión de
control, por el que la gente sobrestima el grado en el que cree que sus
habilidades pueden impactar en la performance en situaciones en las que el rol
del azar es muy grande (es decir, creen que pueden controlar eventos no
controlables). El último es el de la ley de los números pequeños, que plantea
que las personas muchas veces utilizamos un número muy limitado de información
para sacar conclusiones.
La economista de la UBA, consultora de Tandem y también
experta en procesos decisorios Daniela Olstein tiene otra explicación.
"Por el sesgo de disponibilidad, tendemos a sobrestimar las probabilidades
de éxito de emprender, porque siempre son más conocidas las iniciativas
exitosas. Eso hace que subestimemos la probabilidad de fracaso de un
emprendimiento y por eso nos resulta más sorprendente que personas tan exitosas
hayan sido conservadoras al momento de emprender".
En el libro de Grant, agrega Olstein, se plantea que los
emprendedores que mantuvieron sus puestos de trabajo al mismo tiempo que
emprendían tuvieron un 33% menos de probabilidad de fracaso que los que
renunciaron. "Tal vez acá, más allá de la propensión al riesgo (el libro
propone que hay correlación entre aversión al riesgo y éxito del
emprendimiento), se puede pensar el nivel de racionalidad/método con el que
tomaron la decisión en cada caso. Incluso, tal vez uno puede preguntarse si no
podría haber una correlación entre racionalidad para decidir renunciar y
racionalidad en las decisiones que tomaron en sus empresas, que los llevaron a
ser más exitosos".
Los aportes contraintuitivos y destructores de mitos llegan
desde otras disciplinas, como la psicología. Un estudio realizado por el
académico canadiense Gerald White halló que las personas no tenemos una actitud
estable frente al riesgo. Frente a un "shock" determinado, tendemos a
"compensar" con una apuesta más arriesgada o conservadora, según el
signo del shock. White cree que a nivel de comportamiento existe algo como un
"homeostato" (regulador) del riesgo.
White basó sus conclusiones en distintas observaciones. En
el transporte suele verse con frecuencia este tipo de homeostasis de toma de
riesgos. El psicólogo midió la tasa de accidentes de una flota de taxis de
Munich cuando introdujo los frenos ABS en la mitad de sus autos. El resultado
fue que no hubo mayores diferencias, ya que aquellos conductores que no los
poseían "compensaban" manejando de manera más cautelosa.
Hay decenas de observaciones que se fueron agregando para
respaldar la hipótesis de White. Son más los peatones atropellados cuando
cruzan la senda peatonal (se descuidan más y no miran a los costados) que
quienes no lo hacen; y la introducción de envases "seguros" para
sustancias tóxicas en Estados Unidos produjo un aumento exponencial de
envenenamiento de menores, debido a padres más relajados.
Así que ya lo sabe: si juega plenos en los casinos,
equilibre respetando todas las normas de tránsito; y si compra criptomonedas
compense con actitudes más conservadoras en la vida cotidiana. El homeostato de
riesgo, según White, es parte de nuestra naturaleza humana.
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