Ron Carucci en hbr.org del pasado 24 de enero plantea
que los malos jefes no se pueden considerar sólo como una molestia con la que
nos encontramos en el mundo laboral. El comportamiento manipulador,
pasivo-agresivo, de atesorar todos los créditos y excesivamente crítico de un líder
puede conducir a que se produzca "bullying" en el trabajo, a la
insatisfacción, depresión y angustia en los profesionales, como muestran una
serie de estudios realizados recientemente por la Universidad de Manchester entre un colectivo de más de 1.200
personas. La Asociación de Salud Mental Norteamericana tras examinar a más de
17.000 trabajadores de 19 industrias distintas encontró que un 64% de los
mismos consideraban que su jefe no les facilitaba el apoyo suficiente y otra
encuesta mostró que el 44%; de los profesionales habían abandonado su
trabajo debido a un mal jefe.
Aunque existen muchas formas de ser un mal jefe una de las
más complicadas de aguantar para los colaboradores es la pasivo-agresiva, que
se puede manifestar de diferentes maneras: limitando el acceso a la
información, controlando en exceso, encizañando a los miembros del equipo entre
sí, mostrando una actitud despectiva si se sienten decepcionados por éstos o
siendo un indeciso crónico, por ejemplo. Pero estas limitaciones de los jefes
no deben dictar el grado en que somos capaces y estamos dispuestos a rendir y
disfrutar con el trabajo.
Carucci propone tres
estrategias para cuidar nuestra salud física y emocional aunque tengamos a
un jefe que lo está dificultando. Estas son:
a).- Anticipar y
preparar. En lugar de sentirnos dejados de lado e ignorados podemos limitar
las posibilidades del jefe de mostrarse pasivo-agresivo en momento críticos
marcando los parámetros y clarificando las expectativas antes de que se
produzcan, por ejemplo preguntándole: ”¿Tengo toda la información que voy a
necesitar para tomar esta decisión o
existen otros datos que pueden cambiar mis opciones?”
b).- Evitar ponerse
en su nivel. Cuando el jefe utiliza este tipo de comportamientos nocivos
podemos estar tentados de devolverle el favor, pero van a surgir numerosos problemas si nos rebajamos a
responder con una agresión pasiva. Primero estamos reforzando el comportamiento
del jefe al legitimizarlo y resultará más complicado posteriormente intentar
adoptar un enfoque más maduro. También seguramente estaremos entrando en
conflicto con nuestros propios valores al comportarnos de formas que claramente
no aprobamos ni respetamos.
Tenemos que tener en cuenta que nuestro jefe normalmente no
es consciente de su comportamiento ni es intencional ya que frecuentemente esta
conducta es una respuesta inconsciente ante la ansiedad o ante una amenaza
percibida. Estos jefes en el fondo suelen estar solos, son profundamente
inseguros y mantienen una ansiedad perpetua, por lo que podemos intentar
adoptar ante ellos una actitud compasiva más que de enfado.
c).- Plantear las
cuestiones de forma respetuosa. Enfrentarnos directamente a un jefe
pasivo-agresivo es muy arriesgado, ya
que estamos desafiando directamente a alguien que nos ha dejado claro que no
quieren ser directos y que tiene un poder desproporcionado sobre nuestras
vidas.
Existen formas eficaces de manifestar nuestras
preocupaciones sin desencadenar el comportamiento que estamos tratando de
eliminar. Aunque parezca injusto el molestarnos para intentar que nuestro jefe
sienta que la relación con nosotros es segura y puede aportarnos beneficios a
largo plazo. Aquellos tentados a emplear conductas pasivo-agresivas suelen
utilizarlas en menor grado cuando sienten que pueden confiar en el colaborador.
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