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Rodolfo Salas: Facilitador y potenciador sobre conocimientos de liderazgo, estrategia, marketing y gestión de los negocios.

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lunes, marzo 06, 2017

No existir para el jefe, el peor de los castigos en el ámbito laboral

Una palabra de reconocimiento logra que la persona que trabaja sienta que sigue participando como parte de un todo, que su trabajo vale y que su rendimiento importa.

La Biblioteca de Alejandría pasó a convertirse en mítica a partir de saqueos, incendios y robos simples, lo que la hizo desaparecer. Cualquier bibliófilo soñará con hacer un viaje al pasado para hurgar entre los documentos prolijamente conservados, satisfaciendo su insaciable curiosidad. Hoy tenemos nuestra propia Biblioteca de Alejandría a través de Internet.

No es necesario ser bibliófilo, pero sí es fundamental la curiosidad. Entonces, sin necesidad de desempolvar viejos papiros, accedemos a textos complejos, simples o reveladores, como el blog de Jaime Grau, donde incluye una carta apócrifa con el título "Querido jefe: a partir de hoy seré un empleado mediocre más".

La explicación que desarrolla este empleado ficticio es muy simple y, a la vez, bastante moderada: "Después de tres meses haciendo un excelente trabajo voy a pasar a ser un mediocre miembro más dentro de su mediocre plantilla (que es mediocre porque usted lo ha buscado)". Y continúa: "Creo que usted sabe que yo no era así (y probablemente el resto de los empleados fueron así en su día, pero ahora empiezo a entenderlo todo), pero usted se lo ha buscado. A usted le encanta atrapar a la gente haciendo las cosas mal, pero no sabe que igual de importante es atrapar a la gente haciendo las cosas bien".

A estas alturas de la carta, el autor se anticipa: "Sé lo que estás pensando, «este tipo quiere más dinero», pero no, no estoy pidiendo un bonus económico ni un aumento del salario, solo espero reconocimiento por el esfuerzo que estoy haciendo". He aquí la confesión más importante. Pide, simplemente, que alguna vez le diga por cualquier medio, un mail, un whatsapp, un papelito sobre el escritorio, algún comentario sobre su desempeño, sin importar que sea positivo o negativo.

Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura, ha inventado una palabra para describir la situación de este empleado. Es el ninguneo. "El ninguneo es una operación que consiste en hacer de Alguien, Ninguno", define el escritor. Encaja perfectamente en la situación descripta, que se repite con demasiada frecuencia en los ámbitos laborales. De algún modo, es una cuestión tan misteriosa como la existencia de la Biblioteca de Alejandría. En el reino de los números, como es una empresa, se mezquina un recurso gratuito efectivo y motivador como la palabra.

Desde cualquiera de ambos enfoques, se trata nada menos que otorgar identidad. Está claro que ninguno de los extremos, utilizado en forma excesiva, da resultados. Es decir, un elogio permanente, como pregonaba la Escuela de Relaciones Humanas, termina devaluando el discurso. El señalar únicamente los errores, sin tratar de mejorar la situación, es mobbing laboral. Por esto mismo, es necesario el equilibrio.

En verdad, podría utilizarse una receta escolar. Mediante una libretita, anotar cuántas veces un jefe o jefa realiza un comentario del propio trabajo en el mes. Entonces, siguiendo la línea de cuantificación, se sabrá a qué se debe esa incomodidad sorda de sentirse ninguneado. Y el mismo método podría utilizar quien supervise, marcando cuántas veces ha dirigido la palabra a cada uno de la dotación a su cargo.

Parece un recurso infantil, pero es efectivo a cualquier edad. La cuestión del reconocimiento, como el aire, es vital para seguir existiendo. El autor de la carta concluye: "Mi productividad estaba por las nubes, no me inventaba enfermedades para ganar un día libre pero como veo que te da exactamente igual, no te preocupes, que a partir de ahora también me dará igual a mí".

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