El sistema global
diseñado por Estados Unidos no va a sobrevivir el retiro del liderazgo
estadounidense. La crisis financiera de 2008, el estancamiento del ingreso, la
austeridad, y el desencanto con el comercio libre han enterrado al consenso
económico liberal. Ahora Trump promete desmantelar los pilares políticos del
viejo orden.
A Trump le satisface la idea de desmantelar el sistema de alianzas
de Estados Unidos y dejar a Europa indefensa ante la agresividad de Putin. Las
democracias afrontan sus propias insurrecciones populistas y los demagogos
europeos celebran el triunfo de Trump. Pero quienes celebran estos triunfos
deben advertir que los riesgos son grandes.
Ivo Daalder, presidente
del Chicago Council on Global Affairs y ex embajador de Estados Unidos ante la
Otan, junto a Robert Kagan, analista
del programa Foreign Policy de Brookings Institution desarrollan también una
advertencia al nuevo Gobierno en formación sobre los riesgos del aislacionismo
beligerante del America First. Estados Unidos, dicen, no puede darse el lujo de
poner fin a su rol de líder internacional. Exponen sus razones en una de las
últimas ediciones de Foreign Policy.
La estrategia económica, política y de seguridad que Estados
Unidos adoptó durante más de 70 años fue atacada durante la campaña
presidencial por representantes de los dos partidos mayoritarios y también por
grandes segmentos de la población. Pero Estados Unidos juega un papel
fundamental como soporte del entorno internacional y del cual los
estadounidenses se benefician enormemente.
Parece haber muchos estadounidenses que ya no valoran el
orden liberal internacional que Estados Unidos creó después de la Segunda
Guerra Mundial y sostuvo durante toda la Guerra Fría y más allá. O tal vez no
ven el rol fundamental que tiene su país como soporte del entorno internacional
del cual ellos mismos se benefician tanto. La impresionante prosperidad que permitieron
los mercados libres y abiertos en el comercio internacional; la difusión de la
democracia y la ausencia de grandes conflictos entre las grandes potencias.
Todos esos grandes logros dependieron de la sostenida participación de Estados
Unidos en el mundo. Y sin embargo, políticos en ambos partidos agitaron ante
los ojos del público la visión de Estados Unidos liberada de la carga del
liderazgo.
Lo que esos políticos no dicen -tal vez porque no lo
entienden ni siquiera ellos- es que el precio de terminar con ese compromiso va
a ser más alto que sus costos, opinan los autores.
Enormes desafíos
El orden internacional creado por Estados Unidos hoy
enfrenta desafíos más grandes que en ningún otro momento desde la Guerra Fría.
El ascenso de poderes autoritarios en Asia y Europa amenaza con debilitar las
estructuras de estabilidad que han mantenido la paz desde 1945. Rusia invadió
Ucrania y tomó parte de su territorio. En el Sudeste asiático, China busca cada
vez más agresivamente controlar los pasajes marítimos a través de los cuales
fluye el comercio global. En Oriente Medio, Irán busca hegemonía apoyando al
Hezbollah y a Hamas y la sangrienta tiranía de Siria. El Estado Islámico
controla más territorio que cualquier grupo terrorista de la historia e impone
con brutalidad su visión del Islam atacando objetivos en todo el Oriente Medio,
Noráfrica y Europa.
Ninguna de esas amenazas va a desaparecer. Estados Unidos
tampoco va a quedar afuera si colapsa el orden internacional como ocurrió dos
veces en el siglo 20. En el siglo 21 los océanos no dan seguridad a nadie.
Tampoco los paredones en las fronteras. Tampoco que Estados Unidos se aísle de
la economía internacional ignorando acuerdos comerciales y poniendo barreras al
comercio.
En lugar de seguir el irresponsable consejo de los demagogos
(dicen los autores), se debe restaurar un consenso bipartidario de política
exterior para renovar el liderazgo global de Estados Unidos. A pesar de las
predicciones de un mundo post americano, las capacidades de Estados Unidos
deben seguir siendo importantes.
La economía estadounidense sigue siendo la más dinámica del
mundo. Esa famosa frase "el ascenso del resto del mundo", la idea de
que Estados Unidos está siendo sobrepasado por economías como Brasil, Rusia,
India y China, ha demostrado ser un mito. El dólar sigue siendo la moneda de
reserva internacional y toda la gente del mundo busca invertir en Estados
Unidos y aprender allí las habilidades empresariales para ayudar a sus
debilitadas economías. Las instituciones estadounidenses de altos estudios
siguen siendo las mejores del mundo y atraen estudiantes de todos los rincones
del mundo. Los valores políticos que representa Estados Unidos siguen siendo
fuertes fuerzas de cambio.
Incluso en un momento en que resurge la autocracia, las
demandas populares por mayor libertad se escuchan en Rusia, en China, en Irán y
en todas partes, y todas esas personas miran hacia Estados Unidos en busca de
apoyo moral y material.
Estados Unidos tiene más de 50 aliados y socios en todo el
mundo. Rusia y China, juntas, tienen apenas un puñado.
Para los autores, lo que Estados Unidos debería hacer es
aprovechar sus fortalezas y dar un tipo de liderazgo que muchos buscan y que el
pueblo de EE.UU. pueda aceptar.
Nueva estrategia de
liderazgo
Lo que sigue es fruto del trabajo de los autores bajo los
auspicios del Foro Económico Mundial, con grupos y representantes de los dos
grandes partidos, que acordaron amplios lineamientos comunes para una nueva
estrategia del país en el mundo. No son novedad absoluta, pero deben ser
adaptadas y actualizadas para afrontar las demandas del presente.
En primer lugar hay que fortalecer la economía internacional
de la que los estadounidenses derivan muchas de sus beneficios. O sea, aprobar
acuerdos comerciales que fortalezcan los lazos entre Estados Unidos y las
grandes economías de Asia y Europa.
A pesar de lo que digan los demagogos, los estadounidenses
tienen mucho que ganar con el Acuerdo Trans Pacífico. También hay que reformar
las instituciones internacionales existentes, como el FMI, para a dar a China
mayor participación. También trabajar con instituciones nuevas como el Asian
Infrastructure Investment Bank para que refuercen y no debiliten las normas
económicas liberales.
La revolución en energía, que ha hecho de Estados Unidos uno
de los principales proveedores del mundo, ofrece otra oportunidad grande. Con
una adecuada combinación de políticas, el país podría ayudar a sus aliados en
Europa y Asia a diversificar sus fuentes de suministro y reducir su
vulnerabilidad a la manipulación rusa.
Países como Rusia e Irán que dependen fuertemente de sus
exportaciones de hidrocarburos se debilitarían y también el cartel de la OPEP.
El resultado general sería un aumento relativo del poder estadounidense y la
capacidad para sostener el orden.
El mundo ha llegado a reconocer que la educación, la
creatividad y la innovación son la clave de la prosperidad y muchos ven a
Estados Unidos como líderes en esas áreas. Muchas naciones quieren entrar al
mercado estadounidense. Empresarios de todo el mundo buscan crear sus propios
Silicon Valleys al estilo estadounidense. El país necesita más inmigrantes que
lleguen en busca de nuevas oportunidades para sus familias.
Finalmente, lo que más necesita hacer Estados Unidos es
tranquilizar a sus aliados de que va a respaldarlos en caso de que sufran
agresión. Los posibles adversarios deberían saber que les conviene más sumarse
al orden internacional que agredirlo. Esto implica aumentar el gasto en defensa
y en todas las otras herramientas de asuntos internacionales. Todos los
esfuerzos están relacionados y quedará a cargo de los líderes políticos ver
cómo los ensamblan: cómo el comercio asegura la seguridad, cómo el poder
militar afianza la prosperidad y cómo el acceso a la educación norteamericana
fortalece el mundo libre.
Por encima de todo, hay que recordarles a los
estadounidenses lo que está en juego. Muchos millones en todo el mundo se han
beneficiado de un orden internacional que elevó los estándares de vida, que
abrió sistemas políticos y preservó la paz general. Pero ninguna nación se
benefició más que Estados Unidos y ningún pueblo más que sus habitantes. Y
ninguna nación tiene un papel más importante que jugar para preservar este
sistema para las generaciones futuras.
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