La carrera contra la máquina (Race against the machine) es
el título de un libro que seguramente muchos conocéis. Lo escribieron Erik
Brynjolfsson y Andrew McAfee en 2011 y trata sobre el impacto que la revolución
digital tiene en el mundo del trabajo. En él se explica cómo actividades que
hasta hace poco pensábamos que siempre estarían reservadas a los humanos hoy
las pueden realizar máquinas, y como el ritmo al que avanza la tecnología es
muy superior a la velocidad con que organizaciones y personas se adaptan a esos
cambios.
A esto contribuyen de una forma muy particular los avances
que se están produciendo en el campo de la inteligencia artificial (AI). Una
cuestión sobre la que conversábamos en un post de 2012 donde señalábamos como
gracias a esos avances replicar el pensamiento inteligente y racional del ser
humano resulta más sencillo que reproducir las habilidades sensoriales y
motoras mediante las cuales, por ejemplo, un niño de cuatro años es capaz de
reconocer una cara, o utilizar un lápiz –la denominada “paradoja de Moravec”–.
Como señalábamos entonces, este es el motivo por el que,
como explica Steven Pinker en The Language Instinct, profesiones
tradicionalmente consideradas de más “nivel” e inmunes a ser reemplazadas por
una máquina, como analistas bursátiles, asesores legales o ingenieros
petroquímicos, están mucho más amenazadas por la llegada de nuevas soluciones
de inteligencia artificial que otras que combinan coordinación física y
percepción sensorial, como puede ser la de peluquero, jardinero o cocinero.
La cuestión es que de esta carrera contra la máquina hoy ya
no se escapan ni los directivos.
En este sentido me ha parecido muy revelador un artículo de
Devin Fidler publicado el mes pasado en la Harvard Business Review en el que
recoge los resultados de un experimento que han llevado a cabo en el Institute
for the Future de Palo Alto utilizando un prototipo de sistema de gestión virtual
al que han bautizado iCEO y que es capaz de automatizar trabajo complejo
dividiéndolo en tareas para luego asignarlo a trabajadores humanos a través de
una variedad de plataformas como oDesk o Uber, y diferentes sistemas de correo
y mensajería electrónica.
En concreto, el experimento que describe Fidler en su
artículo consistió en parametrizar este sistema para que coordinase y
supervisase la elaboración de un informe de investigación para uno de los
clientes del instituto.
Siguiendo la secuencia programada, en primer lugar iCEO
pidió a trabajadores del Mechanical Turk de Amazon que preparasen una lista de
artículos sobre el tema del que trataba el informe: la producción de grafeno.
Tras eliminar los elementos duplicados, la lista se envió a un grupo de
analistas a quienes, a través de oDesk, se encomendó la misión de extraer las
principales ideas de cada uno de los artículos. Después, redactores de Elance
convirtieron esas ideas en un texto que luego se trasladó a un grupo de
expertos en la materia para su revisión. Finalmente, y de nuevo a través de
oDesk, el documento pasó el filtro de un grupo de editores y correctores de
pruebas antes de ser enviado al cliente.
En total participaron 23 personas de diferentes partes del
mundo y, por lo que explica Fidler en su artículo, la misión se completó en
tiempo récord y con un nivel de calidad excelente.
En resumen, una evidencia de que los directivos no pueden
seguir contemplando la carrera contra la máquina desde la barrera, como si no
fuera con ellos, ya que con su trabajo puede pasar lo mismo que durante la
revolución industrial sucedió con el trabajo de los artesanos y lo que más
recientemente está pasando con muchos trabajos rutinarios tanto manuales como
administrativos.
Pero sobre todo es un argumento para que las empresas se
cuestionen hasta qué punto van a seguir necesitando sus actuales estructuras
jerárquicas para desarrollar su actividad en el futuro, reflexionen sobre el
valor que les aportan sus directivos y sobre el rol que deben jugar estos, y
evalúen en qué medida esas estructuras –inicialmente diseñadas para una mayor
eficacia de la organización– pueden acabar siendo un lastre para su
competitividad si no hacen nada al respecto.
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