La red es una organización diferente del modelo jerárquico
de la organización que hemos aprendido en las universidades y las escuelas de
negocio. Hemos aprendido que quien está en lo alto de la cadena de mando puede
decidir, distribuir tareas, exigir resultados y repartir compensaciones. La discrecionalidad del jefe para tomar
decisiones se basaba en la creencia de que las instituciones formaban parte del
orden natural del mercado laboral y las relaciones entre empleador y empleado.
Pero las tecnologías han transformado de forma sustancial estas relaciones y
han abierto nuevas oportunidades de desarrollo, de creación de valor y de
desarrollo personal. La valía de la red reside en la capacidad de crear
conexiones, cuyo valor total se incrementa proporcionalmente al cuadrado del
número de usuarios del sistema (n2).
Esto significa que el valor de la red se entiende cuando se
observa el número de participantes (reales) de un sistema. El ejemplo del
teléfono es fácilmente asimilable. Solo tiene valor de uso y de mercado cuando
contamos con una red fuerte, escalable y sostenible. Lo mismo sucede en el
mercado laboral y en el emprendimiento, donde el valor de las personas con
talento digital se ha disparado. Se trata, pues, de una externalidad positiva:
cuantos más individuos se conectan y utilizan un sistema particular de
información o comunicación, mayor es el valor de la red. La red promueve el
círculo virtuoso de crecimiento y expande
la fortaleza de los lazos débiles.
En una organización pequeña y mediana, esta proposición
tiene consecuencias en el diseño y la ejecución de las políticas de recursos
humanos. No se puede contratar todo lo que se quisiera para tener una plantilla
óptima, pero sí se pueden establecer mecanismos que ayuden a captar el talento
e integrarlo en una red de trabajo. A esto lo denominamos la capacidad de tejer
redes y alianzas con los mejores, una de las lecciones que nos brinda la
biografía de Elon Musk.
Estas ideas se concretan en cuatro propuestas que se pueden desarrollar en la pyme.
La primera idea es el
diseño de un espacio de trabajo que sea atractivo para los empleados y que sea
cómodo. Tiene que ver con el reparto del espacio (sillas, mesas, oficina o
ventanas), pero también con el proyecto. ¿Pueden los empleados participar en el
proyecto y aportar nuevas ideas? ¿Es positivo y se valora bien que los
empleados sugieran cambios y modificaciones durante la ejecución y no solo en
la posventa? Esta apertura de mente y el diseño de una oficina plana, sin
cabinas de separación, promueve el diálogo entre los distintos empleados,
elimina barreras (¿a quién no impone llamar a la puerta del jefe?) y favorece
el conocimiento entre áreas de actividad.
El segundo punto es
el diseño del paquete salarial. Sí, el dinero importa mucho. No voy a caer
en el buenísimo. Pero además de un buen salario, los empleados persiguen una
realización personal que los motive, que los mantenga enganchados a la
innovación y la nueva ola. No me sorprende la cantidad de emprendedores que no
son capaces de mantener a sus mejores ingenieros porque estos se aburren o no
ven tracción al proyecto. Y, aquí, una tasa de rotación demasiado alta puede
acabar con un proyecto. Por eso, crea una empresa que permita compensar con
esto que llamamos “salario emocional”. Lee el post de Virginio Gallardo: los
intangibles también pesan en las decisiones, sobre todo de los empleados
maduros.
El tercer punto es la
promoción del aprendizaje permanente. Sí, los MOOC son un buen instrumento
de trabajo para que el empleado pueda mejorar unas competencias concretas por
su cuenta. Pero transforma estos cursos en algo más: recompensa que el empleado
lo complete; diseña concursos internos con el patrón externo; organiza una
conferencia para los empleados, para que se complete la teoría con la práctica;
juega con ellos y participa en las dinámicas digitales de badges; crea equipos
que vayan a encuentros; elabora un catálogo de cursos que sean innovadores para
tu empresa. En suma, crea un entorno en el que el aprendizaje forme parte de la
rutina de trabajo y no sea una carga extra al llegar a casa.
Compartir es poder. El talento en red ha roto el monopolio
del conocimiento y la ejecución de los proyectos de las organizaciones
cerradas. Recuerda aquella metáfora de la catedral y el bazar, que tanto nos
animó a cambiar la forma de pensar a finales de los noventa. Internet, los
móviles y las tablets han potenciado el proceso, de modo que es sencillo y
barato compartir ideas y crear valor empresarial. La red premia al que
comparte, no al que se guarda el conocimiento y el proyecto emprendedor en un
cajón.
La cuarta y última es
la creación de una estrategia de contenidos alrededor de tu idea. Explica
en qué consiste tu idea o tu propuesta de negocio, comparte novedades, promueve
el sector de tu actividad económica más allá de tu pyme y produce contenidos de
calidad. No se trata de obtener una publicidad más o menos encubierta, sino de
conectar tu empresa con la red, enchufarla a la conversación digital. En la
cuenta de resultados tiene un efecto directo: la creación de valor y
reconocimiento de marca reduce los tiempos necesarios para la captación de
nuevo talento y disminuye la incertidumbre del candidato, porque sabe a qué
proyecto y sector se incorpora.
¡Que te aproveche el viaje digital en la red!
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