A pesar de que las
encuestas dicen que los jóvenes sí se comprometen con su trabajo, tienen otro
concepto de lealtad, que no incluye obedecer ciegamente a sus empleadores.
"Una nueva investigación de la American Management
Association (AMA) titulada Is Employee Loyalty Still Valued? ("¿Se sigue
valorando la lealtad del empleado?"), revela que tras casi dos décadas de
recortes, reestructuraciones, cambios organizacionales y abrumadores cargas de
trabajo, uno de cada dos jefes, el 52%, ve a sus empleados menos leales que
hace cinco años. Después de todo, el concepto de empleo de por vida ya no es
factible para muchas organizaciones.
Ésta es la síntesis que Elena Gisbert realiza sobre un
artículo de Sam Davis en Workforce Magazine, que es muy interesante porque pone
sobre la mesa una virtud que se ha considerado prioritaria durante mucho tiempo
y parece que va en camino a la decadencia, no sin motivos. Tal vez sea por esto
de que hay una tendencia a reclamar "compromiso", en vez de
"lealtad", y aunque parezca una sutileza semántica a la que no habría
que darle mucha importancia, dice mucho a la hora de ejercer los liderazgos de
hoy.
En principio, explica los resultados tan visibles de las
nuevas generaciones que, actores o espectadores de tantas lealtades quebradas
por parte de las empresas durante las décadas pasadas, llegaron a la lógica
conclusión de que no merece la pena poner todas las expectativas, actuales o
futuras, en la misma canasta (entiéndase, en la misma empresa). Aves de paso,
se detienen donde encuentran alimento y migran inmediatamente cuando descubren
otra fuente más prometedora. Surfean, como lo hacen con Google frente a la
computadora.
Haciendo un poquito de memoria, podemos recordar el best
seller de Spencer Johnson, "¿Quién se ha llevado mi queso?", de 1998,
donde el mensaje explícito del infantil relato era que había que estar buscando
siempre nuevas oportunidades donde hubiera "más queso". Naturalmente,
Johnson lo escribió como elemento motivador para que los empleados estén
abiertos a nuevas posibilidades del mercado y vuelquen sus iniciativas dentro
de la compañía. El efecto, tal vez no deseado, es que la idea se convirtió en
"¿por qué me voy a quedar acá si hay un lugar mejor para mí?", fue la
pregunta disparadora y se echaron a volar.
Por supuesto, los que tenían más posibilidades se fueron, se
siguen yendo, y es en ese punto donde se inicia la desesperada caza de
talentos. ¿Cambiar de trabajo es un acto desleal? Hay muchas respuestas, tantas
como dirigentes en este mundo. Una de ellas puede ser que un empleado al que
"se le da trabajo", frase inadmisible como pocas, aunque muy popular,
es una especie de traidor si se va, muy especialmente si, para colmo, es
valioso para la organización. La American Management Association define la
lealtad como "perseverancia, constancia y dedicación hacia algo o hacia
alguien más allá de uno mismo". Bajo la mirada de la juventud de nuestros
días, parece algo excesiva. Implicaría una entrega total, como lo fue en otras
épocas y que las nuevas generaciones, en su mayoría, se niegan a aceptar.
Pero hay otras versiones del término "lealtad" en
el caso que nos ocupa, que evitan la confusión con la obediencia ciega o hacer
todo lo que el jefe diga. Es leal aquel que ejerce un pensamiento crítico a
favor de la empresa y quizás en contra de los mandatos consolidados. El que
cuestiona, respetando a subordinados, pares y las jerarquías superiores es
porque, precisamente, se trata de una persona mucho más que leal. Es una
persona comprometida con la empresa y sus resultados. He aquí la diferencia
fundamental entre lealtad y compromiso.
Jorge Mosqueira
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