De la misma forma que una manzana en mal estado es capaz de
contaminar rápidamente a las manzanas vecinas, es muy común que un trabajador
“descontento” tenga el mismo efecto en su entorno más cercano. Todos los que
creamos empresa sabemos lo difícil que es construir un buen ambiente de trabajo
(años) y lo fácil que es destruirlo (semanas o días).
No se trata de ir con un
radar detectando el mínimo indicio que delate a este tipo de empleados, pero sí
conviene estar lo suficientemente atento para identificarlos a tiempo, porque
aunque emplees todas las técnicas de motivación, habidas y por haber, los
trabajadores tóxicos realmente no tienen ningún problema con la empresa, sino
con ellos mismos.
Durante mis 25 años de experiencia empresarial he podido
detectar los síntomas frecuentes que sufren los empleados más “peligrosos” de
nuestra organización. En las siguientes líneas, y con cierta ironía, describiré
las pautas comunes de esos trabajadores tóxicos que, guste o no guste, lo mejor
es que no estén en nuestros equipos.
1. “No se valora mi
trabajo”. Esta es una de las frases preferidas por este tipo de empleados. Es
cierto que, muy a menudo, los empresarios estamos muy ocupados de la cuenta de
resultados o de la situación del mercado, y nos olvidamos de reconocer el
trabajo bien hecho con la frecuencia necesaria. Eso es un hecho. No obstante,
no es lo mismo valorar a un empleado puntualmente que no valorarlo nunca.
Algunos trabajadores son refractarios a cualquier tipo de reconocimiento y, a
la menor ocasión, utilizan el “no se valora mi trabajo” para encubrir unos
resultados mediocres o incluso para reivindicar una subida salarial.
2. “A mí nadie me ha
dicho nada”. Otra cantinela típica. Es
cierto que la comunicación interna en las organizaciones es una asignatura que
siempre está pendiente. Pero, ojo, hay diferentes “estadios”. Este tipo de
empleados se queja de que la empresa no comunica y de que se enteran “de todo
por los pasillos”; pero si prueba a preguntarle algo como “¿qué mejorarías del
website de la compañía?”, no sabrá qué decirle porque habrá entrado, como
mucho, una o dos veces en el último año, lo que demuestra el poco interés de
esta persona por las actividades de la compañía. Otro ejemplo, si su empresa
envía un newsletter mensual, podrá comprobar que este tipo de trabajadores
NUNCA la abre. Los trabajadores así, consideran que ellos comunican
perfectamente, pero la empresa “no sabe lo que es la comunicación interna”.
Seamos coherentes, por favor.
3. “En esta empresa no se apuesta por la formación”. Esta la
mejor excusa que utilizan este tipo de trabajadores para justificar su
ignorancia y mala calidad de su trabajo. Este tipo de trabajadores necesitan
cursos de formación para todo: desde cómo funciona la cafetera del office hasta
los pasos que hay que dar para reiniciar el ordenador. Lo de “sacarse las
castañas del fuego” no va con ellos y, al primer obstáculo, “necesito
formación”. Prioricemos y de nuevo, seamos coherentes.
4. “Yo ya lo dije”.
Frase favorita de los que consideran que la culpa “de todo” la tienen
los demás. Ellos hacen perfectamente su trabajo; si hay resultados malos, “yo
ya lo dije” y yo no tengo nada que ver. Si se pierde un cliente, “yo ya lo
dije”, si un proyecto va retrasado, “yo ya lo dije”. No fallan, son verdaderos
oráculos. ¿Cuándo lo dijiste? ¿Si ya lo sabías por qué no propusiste otra
estrategia? ¿O es que nunca lo dijiste?
5. “Lo miro y te
digo”. Cuando la respuesta a cualquier
pregunta es “lo miro y te digo”, significa que la persona en cuestión no tiene
NI IDEA de lo que se le está preguntando. Es la típica frase “escudo” que usan
algunos trabajadores para librarse del asunto, mientras esperan que éste caiga
en el olvido.
6. “No damos abasto. Necesitamos más gente”. Ellos, los que
dicen esta frase continuamente, son los que más trabajan de la organización. A
todas horas están recordándole a todo el mundo lo saturados que están. Este
tipo de empleado tóxico suele dejar todo para el final y cuando incumple plazos
(suele ser a menudo) su excusa perfecta es “no damos abasto”. Además, su única
justificación de necesitar más personas en el equipo se limita al “no
llegamos”. Este tipo de trabajadores, sin duda, ya han sobrepasado con creces
su umbral de incompetencia.
7. No añaden valor. Hay trabajadores que no entienden el
concepto de “añadir valor”. Cuando pido información a alguien sobre algo,
pretendo que se informe con un poco de profundidad y punto de vista personal
sobre el asunto. Pero si ese alguien me envía un link en un correo electrónico
que pone FYI, es evidente que ese trabajador NO ME APORTA NADA, ni me está
informando de NADA. ¿Piensan que sólo ellos son capaces de buscar en Google y
de utilizar con eficacia la función copiar y pegar? Buscamos profundidad,
buscamos valor.
8. Están presentes en todos los grupos de pasillo. Cuando vas al baño, a la fuente a beber agua
o a tomar un café es normal encontrarse grupos de dos o tres personas en los
pasillos. Pero lo que no es debe ser normal es encontrarse siempre a la misma
persona en todos los grupos sea la hora que sea. Ahí “algo” falla.
9. Miran el móvil a todas horas. Tienen el móvil pegadito al
teclado del ordenador y le dedican una mirada constantemente. De hecho, si
entras súbitamente en su despacho o te lo encuentras por un pasillo, 9 de cada
10 veces estará mirando el móvil. Me pregunto si todos los días esperan una
llamada importante...
10. Usan el “botón del pánico” con frecuencia. Si te acercas
a su puesto de trabajo, verás un rápido movimiento de ratón seguido de un
click. Está minimizando una pantalla que es mejor que no veas. Pero no sólo lo
hacen con nosotros, los jefes, ¡también lo hacen si se acerca un compañero!
11. Es invisible. A veces, y como el despacho está cerca, te
levantas de la silla y te acercas al puesto de trabajo de alguien para saludar,
preguntar algo, por aquello de mantener contacto visual. Pero es raro
encontrarle en su puesto. “Acaba de salir”, “está en el baño”, “estaba aquí
hace un momento”, “está desayunando” son las respuestas que te dan sus
compañeros. Y ocurre más del 50% de las veces. El otro 50% minimiza la ventana
del pánico.
12. Es como un reloj suizo… pero a la hora de salir. No necesitas escuchar las señales horarias
para saber qué hora es. Cuando a determinado trabajador “se le cae el boli”
sabes que son las “en punto”, sin fallo alguno. Lo malo es que no ocurre lo
mismo a la hora de entrar. ¿Por qué tanta prisa en salir y tan poca en llegar?
Si identificas en tu equipo a alguien con al menos 9 de los
12 síntomas descritos, no lo dudes, inicia cuanto antes un proceso de selección
para sustituirlo. Si no lo haces, el equipo se va a contaminar y acabará
convirtiéndose en un problema estructural de solución cada vez más difícil.
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