El aislamiento forzó a las
empresas a implementar el home office, aunque no sin dificultades. Qué pasará
después de la pandemia.
La falta de espacio adecuado para trabajar en el hogar es
uno de los problemas para el desarrollo del home office.
La mayoría de las empresas argentinas estaban en una fase
de escaso desarrollo del home office cuando la cuarentena
obligatoria las obligó, en tiempo récord, a implementar alguna
modalidad de trabajo a distancia.
Como en cualquier situación inesperada e inédita,
surgieron dificultades de toda clase: la falta de equipamiento y
software adecuado, la falta de espacio de los empleados para trabajar desde sus
hogares y la falta de capacitación de líderes y colaboradores son sólo
algunos de los problemas más evidentes.
A esta lista se le suma un inconveniente que ya existía en
tiempos “normales”, es decir, sin coronavirus:
muchas personas encuentra dificultades para ser eficientes trabajando en casa
porque les cuesta focalizarse.
En este contexto, ¿cuán probable es que el
teletrabajo persista más allá de la pandemia? Empujadas al trabajo
remoto, empresas y personas están en un proceso acelerado de aprendizaje, no
necesariamente exitoso o placentero. Pero para los especialistas la clave es
que el avance en materia de virtualidad en el trabajo hará que
muchos piensen en incorporarla de modo más sistemático.
Hasta la irrupción del coronavirus y el aislamiento social
obligatorio, el teletrabajo había crecido sólo en empresas muy digitalizadas o
para cierto tipo de posiciones. Las grandes empresas ya habían
incorporado el home office como un beneficio para algunos de sus empleados:
un día de trabajo por semana en casa, sin perder tiempo en traslados, pudiendo
llevar o buscar hijos de o a la escuela y participar de la dinámica familiar.
De ahí a la obligatoriedad de trabajar continuamente en el
entorno hogareño hay una enorme distancia. “En un mismo espacio se encuentran
el trabajo tradicional, el trabajo de supervisión de las tareas de los hijos,
el trabajo de higiene y alimentación en casa y el ocio, lo cual implica
reacomodar la agenda, la rutina y administrar esa complejidad, todo
sumado a lo emocional: cómo se para la persona frente a una posibilidad de
enfermedad”, detalla Cecilia Pedró, docente del Departamento de Economía y
Desarrollo Profesional del ITBA, especializada en gestión de recursos humanos.
A esta complejidad dada por la coyuntura de la cuarentena,
se agregan las dimensiones legal, tecnológica y cultural. “Desde el lado legal,
hay poca legislación sobre teletrabajo y con regulaciones que hoy por
hoy son imposibles de cumplir, como por ejemplo que las ART tienen que ir
al lugar de trabajo, para ver si cumple con las condiciones ergonómicas”,
ejemplifica Mara Schmitman, consultora en recursos humanos para empresas y
áreas de tecnología.
Diego Freire, director de Personas de VISMA Latinoamérica,
va más allá: “Hasta que no se cambie la ley de contrato de trabajo o las
normativas legales que habiliten a las empresas a ser eficientes en lo que
hacen, las empresas se sienten atadas. Es obsoleto pensar que uno como
empleador tiene que disponer que cada uno tenga una silla ergonómica o un
escritorio adaptado para que ese trabajo se pueda hacer remoto: hoy ya mucha
gente trabaja con celulares. La tecnología avanza más rápido que la ley.
Por eso, las empresas no se van a sentir respaldadas para hacer home office”,
subraya.
Otro aspecto que traba este desarrollo es la falta
de equipamiento tecnológico y de capacitación para el uso de herramientas.
“Las empresas que hace tiempo trabajan con esta modalidad, le dan de entrada
las herramientas a sus empleados para que puedan trabajar en su casa, incluso
les pagan Internet para que tengan buena conexión”, asegura Schmitman.
Pero para los especialistas es la tercera pata, la cultural,
la más importante para que se produzca una incorporación definitiva del home
office. “La transformación digital no tiene que ver con herramientas, sino con
la disposición física del trabajo remoto, con tener una rutina, entender
cómo es el trabajo por objetivos y poder planearlo”, enfatiza.
En el mismo sentido va la reflexión de Alejandro Bianchi,
presidente de Liveware: “Es muy común que la gente piense que el trabajo remoto
es solamente cuestión de tecnología. La tecnología es un facilitador de un
cambio. Después de que pase esta coyuntura, va a ser necesario que las
empresas se sienten y lo piensen para poder impulsar un verdadero cambio de
cultura”, dice.
Esto se debe a que implementar trabajo a distancia implica
un nuevo paradigma de liderazgo: “Cambia el modo en que dirigís a
la gente. La percepción de un gerente que tiene a sus colaboradores frente a él
en sus escritorios, es que está en control de la situación. Cuando el trabajo
es remoto, no sabe muy bien qué es lo que están haciendo. Ese es uno de los
problemas principales”, describe.
Lo cierto es que los cambios se aceleraron. “Hace una
década, las video conferencias eran un proceso extremadamente caro, para muy
pocos”, recuerda Maximiliano Hernández, gerente regional de Logitech para Cono
Sur. “Primero aparecieron software abiertos; luego, con los smartphones, las
aplicaciones y algoritmos que permiten mostrar video y sonido y enviarlo usando
muy poco ancho de banda, y de forma muy segura. Nosotros que estamos en el
negocio lo vimos, pero el común denominador de la gente, si no lo necesitaba,
lo seguía viendo como algo caro y difícil”, señala.
Ahora el salto se volvió obligatorio: “Lo que va a quedar de
todo esto es que las empresas que no tenían estas prácticas van a
entender que un empleado puede quedarse en su casa una vez por semana y
eso se convierte en un beneficio para el empleado”, agrega Hernández. “No creo
que haya compañías que de hoy a mañana vayan a pasar a trabajar 100% a
distancia, pero va a ser una práctica cada vez más habitual”.
Bianchi por su parte subraya que el aumento del teletrabajo redunda en
beneficios también para las empresas y para el medio ambiente, aportando a una
economía sustentable.
“El futuro lo iremos descubriendo, pero esta situación
límite nos obliga a hacer algunas cosas que si no, no hubiésemos hecho y nos
obliga a aprender que algunas limitaciones están sólo en la cabeza”, dice
Thomas Wallet, coach de agilidad en Kleer.
Ampliar el ancho de
banda
“No se puede sostener el mismo ritmo de trabajo de manera
presencial que de manera distribuida”, advierten Tomas Wallet y Verónica
Algañaraz, coaches de agilidad para Kleer. Por eso aconsejan que las
reuniones no se acumulen y sean cortas.
“Cuando estamos sentados uno frente al otro, tenemos mucha
interacción: vemos caras y gestos. Cuando estamos a distancia sólo
vemos la pantalla y se achica nuestro ‘ancho de banda’, por lo que la
concentración o el foco tiene que ser mucho más fuerte”, señalan.
En este sentido es importante no ir directo al tema de la
reunión e incluir el resto de los aspectos de las personas. “Hace falta
tiempo para la conexión, porque no nos vamos a volver a cruzar en el
pasillo, el café o el ascensor”, dicen.
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