Nadie debería preguntarle en una entrevista de trabajo por
su ideología o adscripción política, por su condición sexual, o religión. Y
mucho menos discriminarle por ello en un proceso de selección. Por esa razón,
resultaría poco honesto por su parte que utilizara su ideología política, sus
creencias religiosas o su condición sexual como si fuera un mérito laboral o
una capacidad que le puede otorgar alguna clase de valor diferencial frente a
otros candidatos que, en vez de la política, el sexo, la edad o las creencias,
blanden el arma de los resultados, el verdadero mérito o una trayectoria
profesional.
Suele pasar, con cada cambio de Gobierno, y al producirse el
nombramiento de nuevos cargos para responsabilidades públicas, que políticos de
todo signo presuman de sus merecimientos para ocupar esos puestos. Aquí se
tienden a dar los casos más claros de cómo algunos identifican circunstancias
personales con verdaderas capacidades profesionales que habilitan para
desempeñar una responsabilidad.
Una polémica en las redes -de las que duran un par de días y
luego nunca pasa nada- llevó a una de las nuevas ministras del Gobierno de
Pedro Sánchez a argumentar que "parece que molesta que una cajera de
supermercado (...) pueda ser ministra".
Dejando aparte la cuestión de las oportunidades de las que
una cajera pueda gozar para prosperar profesionalmente (pocas tienen las mismas
posibilidades que aquella que inició este debate sobre la trayectoria
profesional), habría que debatir sobre el mérito legítimo que se puede exhibir
cuando uno llega a un puesto.
Trayectoria
Maite Martínez, directora general de Talengo, asegura que
"sólo si alguien se ha formado adecuadamente, si cuenta con una buena red
de contactos (no sólo los de su cuerda), y con experiencias profesionales que
aporten verdaderamente a ese puesto, ese candidato podrá huir de la
mediocridad, aunque siempre puede haber quien acepte la mediocridad y esté de
acuerdo con esa imagen de marca".
Martínez cree que "el candidato debe conocer siempre el
perfil al que aspira, y debe ser muy consciente de dónde es capaz de aportar
valor".
Silvia Leal, experta en transformación digital y
presentadora de La cuarta revolución, explica que "lo que se cuestiona
realmente es si un profesional tiene conocimientos y habilidades para asumir su
responsabilidad. Lo criticable es la falta de esos conocimientos y de
trayectoria, y lo más grave sería que ni siquiera fuera consciente de esa
carencia, y sobre todo que cometiera la inconsciencia de presumir precisamente
de lo que es su punto débil".
Jesús Vega, experto en recursos humanos, coincide en que
"no hay problema con que una cajera pueda llegar a ministra; lo que no
está tan bien es si entre cajera y ministra no hay nada. Hay que analizar qué
coherencia tiene cada cual en su carrera".
Maite Martínez insiste en que, durante un proceso de selección,
"el entrevistador debe saber aterrizar aquello que el candidato cree que
es su éxito, y analizar si ese éxito encaja o no en la posición, y si existe
coherencia entre lo que aporta el aspirante y aquello que la empresa
busca".
Juan San Andrés explica que "lo que realmente cuenta no
son los títulos o etiquetas de los puestos que alguien pone en su currículo o
dice haber ocupado. Hoy todo el mundo sabe embellecer su experiencia y
presentarla como más convenga. Y lo verdaderamente importante es qué ha hecho
una persona realmente en cada puesto y cómo procesó cada una de sus
experiencias. Por otra parte, las circunstancias que nos toca vivir son muy
importantes. El mundo del trabajo, público y privado está lleno de bienvenidos
Mr. Chance que sólo estaban en el sitio oportuno en el momento adecuado y por
ello medraron".
Andrés Fontenla, socio director de Recarte & Fontenla
executive search, añade que "la carrera profesional no se improvisa. Se va
cocinando lentamente a base de aprender y acumular experiencia. Como
cazatalentos, tengo que comprobar una consistencia; que la carrera se vaya
consolidando con los pasos necesarios y que haya una trayectoria con logros
reales. De lo contrario, es como una lotería. En general, hay un coste de
oportunidad y siempre habrá otra persona que lo pueda hacer mejor".
Por su parte Eva Collado, consultora estratégica de capital
humano, asegura que "lo que para nosotros es considerado un hito o un
mérito, muchas veces no coincide con lo que puedan pensar los demás. Por
ejemplo en el mundo académico se mide por número de publicaciones, y eso otorga
una credibilidad y reconocimiento muy importantes, pero no significa que si uno
ha de salir de ese entorno para irse a otro sea valorado en la misma medida ni
consiga un pasaporte para dedicarse a otro sector o actividad".
Mundos diversos
Collado se refiere asimismo a la influencia social (una
marca personal potente), indispensable para el desarrollo de muchas nuevas
profesiones pero que, por ejemplo, no valorarían organizaciones ancladas en el
mundo analógico. No sólo no se valoraría sino que sería un impedimento de los
grandes a la hora de ser contratado: "Lo que para nosotros es un mérito
que consideramos parte de lo que llamamos capital vital (todas aquellas
experiencias que nos han llevado a ser quienes somos hoy y que tienen un peso
específico importante porque responden a qué tipo de vida queremos tener y
vivir) quizá no lo sea para otros". Además Collado asegura que
"recurrir a 'yo me hice a mí mismo', 'mira a lo que renuncié', 'mira dónde
he llegado pese a lo difícil que fue mi infancia', 'me arruiné tres veces pero
lo conseguí', y todas estas cosas que vemos a diario en los medios, son modos
de venta que en algunos casos funcionan y que en otros nos fulminan".
La experta recuerda que "estamos en una era en la que
buscamos a personas que nos cuenten desde su experiencia pero que también nos
den las claves de avance necesarias. Estamos invadidos por coach que no lo son,
por emprendedores que jamás emprendieron y por personas que nos ofrecen una
autoayuda que necesitan ellos... De ahí la importancia de que los conceptos de
experto, mérito, logro y demás no se vean mermados por la falta de contenido y
significado".
Andrés Pérez Ortega, consultor en estrategia personal,
indica que "la carencia de experiencia, de resultados, éxitos o incluso de
fracasos más allá de la política, obliga a algunos a rebuscar en cualquier
actividad de la que puedan sacar una historia y retorcerla hasta que encaje en
su mensaje. Los seres humanos tendemos a llenar los huecos y cuando vemos que
una persona ha pasado de la nada a ocupar un cargo importante, tendemos a
imaginar lo que ha sucedido en el medio. Por eso, una no-historia de logros
personales o profesionales se convierte en otra inspiradora en la que se
demuestra que vivimos en un gran país porque "cualquiera puede llegar a
ser presidente". Añade que "hoy los resultados parece que no son tan
importantes como poner alguna línea en la memoria anual relacionada con el
compromiso de la empresa con algún asunto de moda. Un guiño sobre alguno de
esos asuntos en un discurso del presidente de una gran organización en la junta
de accionistas puede tener un impacto mediático mayor que una gran inversión en
cartelería. También puede valer un tuit".
Expertos reales
Eva Collado recuerda que "el experto se hace con
resultados. Quien lo es de verdad no se autodenomina como tal porque sabe que
su camino debe continuar, y porque cuanto más sabemos, mejor conocemos lo que
nos queda. Lo que sabemos hoy no será suficiente mañana".
Ovidio Peñalver, socio director de Isavia, opina que
"se debe intentar que aquello de lo que uno informa sea un verdadero
mérito profesional. Cuanto más excepcional y valorado sea, mejor". Añade
que "no está de más reconocer que uno ha tenido fracasos, y que éstos se
han convertido en lecciones o fuentes de aprendizaje. Al final, lo mejor es
siempre conseguir que otros hablen de uno, premiando lo que es realmente
meritorio y valorado en el mercado. Eso es incontestable".
Qué decimos
Para Carlos Rebate, autor de Influencers y El antídoto,
"hablar sobre uno mismo es contraproducente casi siempre. Aunque nos
duela, la gente no está interesada en nosotros, por muy brillante que sea
nuestro currículo. Está interesada en saber cómo podemos ayudarles, ya sea a
sentirse mejor, vender más, producir mejor, rediseñar su negocio, o mejorar sus
competencias. Ésta es la regla número 1: nuestra marca no debe hablar de
nosotros, sino de ellos, y una vez que vean valor en nosotros y les gustemos,
podremos hablar de nosotros para reforzar nuestra autoridad y mostrarles cómo
todo lo que hemos aprendido y experimentado a lo largo de la vida les va a
servir de ayuda".
Jesús Vega concluye que "hay que ser muy cauteloso con
lo que decimos, porque puede ser bueno o malo intrínsecamente, en función del
entorno en el que nos movemos". El experto recuerda que "nuestra
carrera es larga, y lo que decimos hoy puede resultar positivo para nosotros,
pero no con el paso del tiempo. Cuidado con las redes sociales. Lo que antes
era sólo un comentario de salón que se perdía, ahora queda fijado. Si eres
amigo o enemigo de este o del otro... Hoy viene bien la prudencia. No hay
problema en manifestarse, pero esas intervenciones públicas tienen un impacto a
largo plazo que puede ser utilizado en nuestra contra".
Storytelling
Guillem Recolons, socio de Soymimarca, recuerda que la
posibilidad de explicar algo más que el clásico currículo nos ha llevado a
gestionar lo que se conoce como relato personal o 'storytelling'. El relato
personal debe ser coherente, y si no es así, es mejor obviarlo.
Nuestra vida importa, porque aporta datos de contexto que
facilitan que otras personas comprendan por qué estamos donde estamos. La
dificultad es conocer los límites de la relevancia en lo que explicamos sobre
nuestro pasado. Hasta el punto de que ciertas informaciones pueden ser más
perjudiciales que beneficiosas. Recolons recuerda que "nunca antes
habíamos tenido tantas posibilidades de compartir quiénes somos, cómo somos y
cuál es nuestra propuesta de valor profesional", y concluye que "el
problema está en usar el relato profesional poniendo nuestro pasado en
contradicción con el presente".
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