Crédito: Shutterstock
Último momento: ¡Parece que la cosa va a seguir más o menos
igual que hasta ahora! ¡Extra, extra: no se esperan grandes cambios! ¡Urgente:
lo mismo de siempre por varios años más, no va a pasar nada, tranca palanca!
Hay que reconocer que los titulares del primer párrafo no
son muy tentadores para entrar a leer un artículo. Para el emprendedor Carlos
Miceli, sin embargo, se acercan más a la realidad que el discurso dominante de
"disrupción masiva e inminente" que predomina a nivel corporativo.
Así lo explica: "Hay cuatro actores que mueven esta
agenda de que el cambio se viene 'ya, ya, ya', que les es funcional y, por lo
tanto, no son objetivos. Por un lado, para conseguir financiamiento, los
emprendedores deben vender que la disrupción va a ocurrir en un horizonte de
menos de cinco años, porque sino nadie les presta plata. Los inversores están
en el mismo barco: necesitan que todo sea urgente. En los medios, las
narrativas que venden son las que captan atención, las que generan miedo, las
que agitan. Y por último, desde el Estado también hay un incentivo a promover
que el momento bisagra tiene a un gobierno de turno como protagonista, cuyo
mandato dura solo cuatro años, con lo cual también hay una tendencia a resaltar
la urgencia".
Miceli fue años atrás el primer argentino en obtener la
ciudadanía digital de Estonia, participó de startups en varios
países y en la actualidad se dedica a promover viajes de empresarios a la
exrepública de la Unión Soviética, una suerte de oasis tecnológico. "Todo
se complementa con conferencias empresarias, historias en los medios y libros
de divulgación donde la innovación manda, pero se trata de predicción y agenda
atada al incentivo del que la promueve, a veces con escasa evidencia de qué
ocurre", plantea el emprendedor.
En economía del comportamiento, la rama que mezcla las
enseñanzas de la economía con las de la psicología, hay un error bautizado como
"sesgo proinnovación": exceso de foco en lo que cambia (que además es
valorado en forma positiva) y subestimación de lo que sigue igual (con tinte
negativo). Uno de los que suele remarcarlo es el fundador y CEO de Amazon, Jeff
Bezos. Cuando los periodistas le preguntan por sus pronósticos de aquí a diez
años, prefiere centrarse en lo que va a permanecer inalterado, para orientar
ahí su modelo de negocios. En el caso de Amazon, Bezos cree que "la gente
va a seguir queriendo las cosas cada vez más rápido y eso no se modificará".
¿Con qué tecnología lo logrará? Eso se verá. Y tiene el mejor equipo para
determinarlo.
Además del sesgo proinnovación, la bola de cristal tiene
otros errores sistemáticos que la vuelven más opaca para pensar en escenarios
futuros de manera objetiva. Estos son algunos:
* Sesgo de "momento bisagra". Es
la tendencia a pensar que la historia de la humanidad se divide en un antes y
un después de nosotros. Los libros de historia muestran que es una sensación
dominante en todo momento, en siglos pasados y en este. Está asociado al
"exceso de autoconfianza" y al ego desmedido.
* Exceso de tecnología. En el diseño de
futuros se tiende a sobreestimar el cambio tecnológico y a subestimar el efecto
de otros tipos de cambio (social, cultural, demográfico, climático, etcétera).
Relacionado con esto, el hecho de que nuevas tecnologías estén disponibles no
asegura una difusión masiva e inmediata, porque a los tiempos de este proceso
los marca la validación social. Es, como dice el economista, docente e
investigador Walter Sosa Escudero, como la velocidad de la luz a la velocidad
general: el límite de la velocidad a la cual puede ir el cambio.
* Focos estridentes. En varias avenidas
narrativas hay "focos" que se llevan casi toda la atención: en el
campo de la inteligencia artificial, la "singularidad"; en el del
trasporte, los vehículos autónomos; en el de la medicina, la vida por cientos
de años. Estos "agujeros negros de atención" suelen distraer la
mirada de pasos intermedios e igualmente disruptivos. Por ejemplo, a nivel
médico estamos lejos de poder vivir 800 años, pero mucho más cerca de tener más
décadas en plenitud física y cognitiva.
* Anclajes incorrectos. Hay determinados
relatos de futuro en los que, por su complejidad, se suele caer en
comparaciones con lo que ya conocemos. Es la forma más fácil que tenemos de
procesarlos. Por ejemplo, a la inteligencia artificial se la
"antropomorfiza", se especula con cuándo se va a parecer a la humana,
o con cuándo un algoritmo consigue derrotar al campeón humano en un nuevo
juego. Y lo más disruptivo, según el tecnólogo Marcelo Rinesi, está llegando
por otro lado. A la computación cuántica se la suele "contar" con
base en la computación tradicional, cuando se trata en realidad de dos especies
completamente distintas y poco comparables.
* Narrativas débiles. Es lo opuesto de los
focos estridentes; es decir, tecnologías muy disruptivas, pero que aún no
encontraron buenas metáforas para ser divulgadas, y entonces se vuelven áridas
para narrar. Pasa con el mundo cuántico, con blockchain (no
con las criptomonedas, sino con toda la arquitectura de software que
está detrás) y con algunas zonas de la biotecnología.
* Disonancia entre lo individual y lo
colectivo. El 99% de los casos de emprendedurismo (y empresariales en
general) que se cuentan en los medios y en libros de management son de éxito.
Nadie quiere salir dando detalles de su fracaso. Lo que el ensayista e
investigador Nassim Taleb llama "evidencia asimétrica". Por el
contrario, las historias colectivas tienen el sesgo opuesto: rinden más los
escenarios distópicos (el fin del empleo, etcétera). El mundo en su conjunto no
tiene un aparato de relaciones públicas que mejore su imagen. Esto produce un
choque de enfoques, con historias de éxito espectaculares a nivel individual y
de fracaso a nivel colectivo, que exacerban la ansiedad por el cambio. Envidia
y sensación de estar perdiendo el barco en el primer caso; miedo en el segundo.
* Efecto silo. Las miradas a futuro que
involucran una sola disciplina (economía, sociología, etcétera) son cada vez
más miopes, porque el mundo se comporta como un sistema complejo, en el sentido
matemático del término. Siempre lo fue, pero con la revolución digital este
fenómeno se exacerbó, según remarca el profesor de la Universidad de San Andrés
(Udesa) Fernando Zerboni, que viene estudiando en profundidad los efectos de la
teoría de redes en el mundo de los negocios. Las miradas menos sesgadas sobre
el futuro pasaron a ser multidisciplinarias.
Para Miceli, hay una conciencia creciente y crítica sobre
esta visión dominante del "cambio inminente" y de la coronación de la
"innovación" a cualquier costo.
El propio concepto de venture capitalism (capital
de riesgo) está siendo cuestionado "y hay incubadoras como Indie.vc que
acompañan a las startups de otra forma, sin la presión de
escalar 10X en el corto plazo". El emprendedor, que reparte su vida entre
Buenos Aires y Tallin, la bella capital de Estonia, destaca que en el surf es
tan arriesgado y peligroso subirte a una ola antes de que esté en su momentum como
hacerlo después. En la divulgación de innovación, sin embargo, todo el foco
está puesto en los segundos casos: Kodak, Blockbuster o la industria de relojes
suizos, que en 2019 vendió menos aparatos para dar la hora, en conjunto, que
una sola empresa: Apple.
No hay comentarios:
Publicar un comentario