Los temores existen.
Conocerlos y actuar en consecuencia marca la estrategia para gestionarlos y
crecer en la faceta personal y también en la profesional.
Se dice del miedo que es intrínseco al ser humano. Tenemos
miedo porque, simplemente, es algo biológico asociado al instinto de
supervivencia. En el ámbito laboral es una dolencia que padece toda la
plantilla en alguna ocasión, ni la jerarquía vacuna contra ello. Los temores
más habituales son aquellos que suponen la pérdida de empleo. El error, el
fracaso, exponerse al juicio de los demás, no saber lo suficiente o no ser
capaz de dar la talla son algunos de los que enumera Natalia Gómez del Pozuelo.
Conferenciante y escritora, acaba de publicar Hipolina Quitamiedos (Ed. Empresa
Activa), una historia en la que analiza paso a paso la inquietud, el
desasosiego y la desesperación a la que llevan los miedos, reales o ficticios,
de los profesionales. Afirma que "muchos de esos miedos no están basados
en la realidad ni en las propias capacidades, sino que están magnificados por
la inseguridad que, a su vez, es producida por un perfeccionismo
exagerado".
Un nombre para cada
cosa
Esta es la teoría, porque en la práctica, aún a sabiendas,
más de un profesional cae en las redes de estos temores y, como consecuencia,
en el estrés que ello provoca. Gómez del Pozuelo recuerda que en España el
estrés afecta al 40% de los profesionales, según el Instituto Nacional de Empleo.
Pilar Jericó, presidenta de Be-Up, identifica cinco miedos: fracaso, rechazo,
pérdida de poder, no llegar a fin de mes y el miedo al cambio. "El clásico
es el rechazo; muchos reconocen el fracaso pero nadie confiesa el miedo a
perder el poder". En un segundo plano, pero no menos importantes llegado
el caso, se encuentran temores más clásicos como el miedo a hablar en público o
no dominar un idioma, "pero en todos subyace el miedo al rechazo",
apunta Jericó.
Muchos de los miedos no están
basados en la realidad,
sino que están magnificados por
la inseguridad
José Manuel Chapado, socio de Éthica Consultores, clasifica
los miedos laborales en torno a tres grandes necesidades: la seguridad
-"el dominio que reporta el conocimiento da seguridad, nos hace seguros"-,
el control -"el grado de incertidumbre es el elemento clave que convoca al
miedo"-, y la aceptación -"queremos ser aceptados y queridos por
aquellos que más nos importan"-.
Identificar todo aquello que genera desasosiego y nos hace
más cobardes es un ejercicio de valentía para gestionar el miedo, "la
emoción más potente que sentimos y a la que el cerebro da máxima prioridad en
la toma de decisiones y a la hora de actuar de una u otra manera", según
Genoveva Vera, coach y experta en liderazgo. Identificar cada una de las
situaciones que generan paralizan al profesional es el punto de partida para
gestionar los miedos, que no controlarlos, y aprender a reírse de ellos.
Y ahora, ¿qué hago?
Para Gómez del Pozuelo, distinguir si se trata de un peligro
real o imaginado es fundamental, "pues el futuro es el paraíso de los
miedos". Lo ilustra con un ejemplo: "¿Cuántas veces pierde un
profesional el empleo por un error concreto? No es algo muy frecuente y no
debería producir tanto miedo, pero por mucho que se intente normalizar el error
como parte del aprendizaje, en nuestra cultura sigue siendo uno de los miedos
más extendidos".
Muy relacionado con los equívocos está el fracaso. Vera
comenta que puede ser generado por el temor de enfrentarse a la crítica o por
falta de confianza, aunque asegura que "para sentirlo ni siquiera es
necesario haber fracasado en algún momento de la vida. Es algo que suele formar
parte de la naturaleza del ser humano". Como antídotos propone conocer los
objetivos para aumentar la probabilidad de éxito, contar con una formación
adecuada para desarrollar el proyecto y, "tener muy claro cuáles son
nuestras habilidades y también áreas de mejora y limitaciones".
Jericó puntualiza que los miedos están muy relacionados con
la edad: "Nacemos con unos y morimos con otros. Para los más jóvenes el
rechazo es el más relevante, y a medida que cumples años es la pérdida de poder
el que predomina". Recomienda identificar el temor, "si no nos deja
dormir es tóxico". Para neutralizarlo sugiere relativizarlo con la regla
de los tres 10: "Es decir, si sucede, ¿cuál será su impacto en 10 minutos,
10 meses y 10 años? Tomar perspectiva. O preguntarse qué puede suceder ante la
peor de las situaciones y construir un plan de acción".
Enemigos y aliados
Chapado insiste en que conviene asumir que la inseguridad,
la falta de control y la certeza de la aceptación siempre están ahí, "al
igual que la vulnerabilidad en forma de duda ante las respuestas". Por eso
apuesta por cambiar la valoración, de negativa a positiva: "Si estamos
plenamente seguros de lo que hacemos, conocemos lo que va a pasar y nos sabemos
aceptados por los demás, vivimos en la zona de confort". Cree que "eso
debería ser alerta suficiente para no caer en el riesgo de aburguesarnos y
dejar de crecer. Aprender exige adentrarse en terrenos nuevos y
desconocidos".
Estar convencido de lo que se
hace debe ser alarma suficiente
para no acomodarse en el puesto
de trabajo
De una manera práctica y para paliar el pánico que puede
provocar el miedo en momentos críticos, Gómez del Pozuelo reconoce como aliada
la respiración, "es el mejor botón antipánico. Cuando alguien tiene miedo
un torrente de hormonas como la adrenalina y el cortisol inunda su organismo.
Detenerse y hacer dos o tres respiraciones abdominales en caso de malestar
reactiva el sistema parasimpático y ayuda al organismo a volver a la
normalidad".
Y, si de herramientas y aliados se trata, hablar es la
opción estrella para mitigar el miedo a jefes y compañeros tóxicos. En estos
casos, Vera aconseja, primero, "analizar el grado de responsabilidad que
podemos tener en ese tipo de relación y, luego, hablar en privado con aquellas
personas con las que tengamos problemas en la relación, para averiguar si es
una percepción nuestra o de ellos". No sin recordar que la última palabra
siempre está en nuestras manos, "gestionando la situación o el
miedo".
La llave de la
confianza y la seguridad
- "La
confianza es el mayor disolvente del miedo, en especial la confianza en
uno mismo. Reconocerlo es un primer acto de valentía. Afrontarlo cuanto
antes, una receta muy recomendable para impedir que crezca hasta erigirse
en nuestro dueño". José Manuel Chapado (Socio de Éthica
Consultores)
- "Jefes
y compañeros forman parte de la cultura empresarial y del entorno común.
Si cada persona, en vez de emitir juicios, escucha a los demás y analiza
los resultados, es muy posible que se genere un entorno saludable en el
que el índice de error disminuya. Cuando se actúa desde la confianza, los
resultados son mejores que cuando uno está agarrotado por el miedo". Natalia
Gómez del Pozuelo (Conferenciante y escritora)
- "La
incertidumbre es algo que nuestro cerebro no lleva bien. Por eso es
necesario que los directivos digan claramente a sus colaboradores lo que
tienen que hacer, cuáles son los resultados específicos que se espera de
ellos. Darles recursos para facilitarles su consecución y 'feedback' para
que sepan si lo están haciendo bien o tienen que reorientarse". Genoveva
Vera ('Coach' y experta el liderazgo)
- "El
miedo es un producto de la mente, que no para de dar vuelta a los
problemas. La acción anestesia el miedo. Por ello, cuando veas que viene
un cambio, da un paso al frente". Pilar Jericó (Presidenta de
Be-Up)
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