Concluido el mandato
del gobierno saliente emergen los pasivos ocultos. Aunque la manipulación de
las estadísticas oficiales genera dudas en materia laboral, la peor herencia no
es el desempleo sino la alta y creciente inactividad laboral, según Idesa.
Muchas mujeres adultas y jóvenes, que podrían trabajar, no
lo hacen por la falta de oportunidades y aletargadas por la proliferación del
asistencialismo. Para revertir el fenómeno se requiere capacidad de diálogo,
audacia política y profesionalismo, analiza el Instituto de Desarrollo
Económico y Social Argentino (Idesa), en su informe número 630.
Una señal auspiciosa es la decisión de normalizar el INDEC.
El problema arrancó cuando en 2007 el gobierno apeló a manipular la medición de
la inflación con la confesa intención de pagar menos intereses de deuda
pública. Como era previsible, la burda acción demolió el crédito público y
degradó el sistema de estadísticas oficiales.
Las maniobras de este tipo se multiplicaron y cayó en picada
la credibilidad.
En este marco, los últimos datos de desempleo difundidos por
el gobierno, antes de dejar el poder, señalan que la tasa de desempleo habría
caído a menos del 6% de la población activa en el 3° trimestre del 2015, el
nivel más bajo desde la década del ?80.
La sospecha es que se trata de otro acto de propaganda
oficial más que de un indicador fiel.
Reconstruir el sistema estadístico oficial y arreglar las
consecuencias de haber querido cambiar la realidad con la manipulación
demandará tiempo e inteligencia. Entretanto, habrá que extremar los recaudos
para diagnosticar correctamente en base a la limitada y poca confiable
información disponible.
En relación al mercado de trabajo, además del desempleo, es
muy importante observar la tasa de participación laboral. Según los datos del
INDEC, entre el 2° trimestre de 2004 y el mismo período de 2015, se observa
que:
- En la población con entre 20 años y la edad de jubilarse la proporción que trabaja o busca trabajo pasó de 78% a 75%.
- Entre las mujeres entre 30 y 59 años, la participación laboral pasó de 67% a 66%.
- Para los jóvenes de entre 20 y 30 años, la participación laboral pasó de 73% a 65%.
Estos datos señalan que el grueso de los problemas laborales
no está constituido por el desempleo (es decir, personas que buscan trabajo y
no lo encuentran) sino en la alta y creciente inactividad laboral (es decir,
personas en edad de trabajar que no lo hacen ni manifiestan intenciones de
hacerlo).
Actualmente, 1 de cada 4 personas de entre 20 años y la edad
jubilatoria no participa del mercado laboral. El fenómeno se agrava entre las
mujeres y los jóvenes donde 1 de cada 3 personas elige la inactividad laboral.
Que la inactividad laboral sea tan alta entre las mujeres
adultas y los jóvenes refleja comportamientos propios de sociedades más
atrasadas y conservadoras con fuerte preeminencia masculina.
El núcleo central del mercado de trabajo son los varones
entre 30 y 64 años de edad con tasas de actividad del 93%, mientras una gran
cantidad de mujeres adultas quedan relegadas a las actividades domésticas y los
jóvenes sólo a estudiar, ayudar en el hogar o no hacer nada.
Muchos factores explican este fenómeno, pero uno de
particular importancia es la forma en que se instrumentó la política
asistencial de la última década. Defectos en el diseño y la administración de
las pensiones no contributivas, la Asignación Universal por Hijo y el
PROGRESAR, entre las intervenciones más relevantes, inducen a la inactividad
laboral entre las mujeres y jóvenes en edad de trabajar.
La inactividad laboral cercena oportunidades de progreso. Lo
hace en el plano individual, familiar y colectivo. En los hogares donde, además
del varón jefe de hogar, también trabajan la pareja y los jóvenes en edad de
hacerlo, el ingreso per cápita es más alto.
Más importante aún es que cuando las mujeres participan del
mercado laboral la maternidad tiende a postergarse, la tasa de fecundidad a
reducirse y, con ello, se abren nuevos horizontes de oportunidades laborales y
profesionales para ellas. En el mediano plazo esto se traduce en mejor
educación de los hijos.
Por eso, en materia social, el principal desafío es alentar
entre las mujeres adultas y los jóvenes la cultura del trabajo.
Activar laboral y productivamente a estas personas requiere
un entramado muy bien coordinado de políticas públicas.
Incluye replantear la política económica (para generar
crecimiento de la producción), la política laboral (procurando instituciones
laborales que estimulen la generación de empleos de calidad y no discriminen a
los jóvenes y las mujeres), la política educativa (promoviendo la educación
para el trabajo) y la política asistencial (cambiando la cultura de la dádiva
por la de la acción para el progreso personal). Para ello se requiere diálogo,
audacia política y profesionalidad.
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