El Gobierno decidió pagar una ayuda de $10.000 este mes (en
principio, por única vez) a un sector desfavorecido de la población: si bien en
ese grupo se incluye a monotributistas de las categorías A y B, la mayor
cantidad de destinatarios son los hogares cuyo único sostén es el ingreso que
se obtiene por un trabajo informal. Un cálculo inicial de funcionarios del
Gobierno estimaba que esta medida alcanzaría en total a 3,6 millones de
hogares, pero se presentaron más de 11,3 millones de solicitudes, algo que, más
allá de que muchos de ellos no cumplían los requisitos y sus pedidos fueron
rechazados, muestra cómo ha crecido el empleo informal en la Argentina, década
tras década.
Según comenta Agustín Salvia, director del Observatorio de
la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), cada crisis
económica ha agregado una nueva capa de informales. "Toda esta masa ha ido
creciendo, sobre todo a partir de los años 80. El fracaso del plan Austral en
1987, la hiperinflación en 1989, la crisis del Tequila en 1994, la explosión de
2001, la devaluación de 2014, la crisis de 2016 cuando asume Macri, y la
devaluación de 2018 fueron todos episodios que sumaron personas a la
informalidad", detalla el sociólogo.
Salvia explica que entre crisis y crisis hubo burbujas de
consumo, pero ninguna de ellas reabsorbió a esa población que quedó afuera del
sistema. "Lo que se hace es derramar consumo sobre el sector informal o
hacer que esos informales tengan más changas, pero no se crea empleo, porque no
hay una política de inversión y desarrollo", señala.
Jorge Colina, economista de Idesa, coincide en que esta masa
de trabajo en la informalidad se empezó a formar en la década del 80, cuando la
economía argentina decreció en lugar de crecer. "Fue ahí cuando aumentó el
empleo público y el cuentapropismo informal. Después, en los 90, hubo además un
proceso de modernización que llevó a que los cuentapropistas y los empleados
públicos de baja calificación quedaran desempleados y no pudieran incorporarse
a la economía moderna", recuerda el especialista.
Así, se llegó a la actualidad con una torta del empleo que
se compone de la siguiente manera: 50% de los ocupados son asalariados
formales; 25%, asalariados en negro, el 25%, cuentapropistas (dos tercios de
ellos están en negro y un tercio, en blanco). "La informalidad que mide el
Indec es la informalidad entre los asalariados, que arroja una cifra de 35%;
pero si uno suma los cuentapropistas, se podría decir que el número total de
empleo informal se acerca al 50%", estima Colina.
Traducida en número de personas, la realidad laboral en el
país arroja estas cifras: hay 20,6 millones de personas ocupadas, de las cuales
6,1 millones son asalariados formales privados y 3,8 millones son empleados
públicos. Después, según datos de la Fundación de Investigaciones Económicas
Latinoamericanas (FIEL), hay casi 11 millones, de los cuales más de 7 millones
son informales y el resto son semiformales (monotributistas sociales,
trabajadoras de servicio doméstico).
Ergasto Riva, profesor en la Universidad de Buenos Aires y
especialista en temas laborales, subraya que lo que más creció en los últimos
años fue la informalidad cuentapropista. Además, este experto acota que es algo
que no se revierte en los tiempos de vacas gordas: "La rigidez de las
leyes laborales hace que aún en períodos expansivos de la economía, la
informalidad se mantenga en niveles muy altos".
En tanto, la última Encuesta de la Deuda Social Argentina,
de la UCA, muestra que para fines de 2019 se estimaba que casi seis de cada
diez personas económicamente activas no tenían un empleo de calidad
(desarrollaban trabajos sin aportes a la seguridad social o estaban
desocupadas). "Y existe una gran disparidad según el estrato ocupacional
del hogar, puesto que la proporción de estos trabajadores en el estrato de
hogares medio profesional es solo del 22,8% mientras que en el estrato de
trabajador marginal alcanza el 88,2%", se expresa en esta encuesta.
En los 80, cuenta Salvia, el empleo informal entre los asalariados
estaba en 30% y hoy está en 35%, por lo cual no creció en gran medida. Lo que
sí se disparó fue el cuentapropismo informal. "En los 80, los
cuentapropistas no eran informales, pero con las distintas crisis ese tipo de
trabajadores fue desapareciendo, y pasó a ser reemplazado por nuevos
cuentapropistas precarizados e informales. Toda esa capa del cuentapropismo,
que era de clase media, ahora está representada por changarines", indica
el especialista de la UCA.
Roxana Maurizio, investigadora del Instituto
Interdisciplinario de Economía Política (UBA-Conicet) dice que, si bien es
cierto que la tendencia a la informalidad ha ido en aumento y que luego de las
crisis es muy lento cualquier tipo de recuperación, sí ha habido en el país en
particular y en la región en general, períodos en los que se han dado procesos
de formalización. "Eso pasó puntualmente en la década de los 2000, pero
obviamente no alcanzó para eliminar por completo el empleo informal",
destaca.
Maurizio afirma que las crisis tienen un impacto sobre las
condiciones laborales y sociales, que luego de pasado el temblor no se
revierten por completo, y eso se traduce en más informalidad y desempleo.
"En el caso particular de la informalidad, en términos tendenciales la
Argentina ha tenido un crecimiento importante desde 1974 (año desde el cual se
tiene registro), cuando la cifra de asalariados informales era de 22%. Pero hay
que destacar que lo que más crece en los últimos años es el cuentapropista
informal", precisa la investigadora.
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