Se trata de que todos
rindan lo máximo en el trabajo, pero más importante aún, que todos quieran y
decidan hacerlo; el secreto es saber inspirar a las distintas generaciones.
"Llamemos a las cosas por su nombre." Es la frase
que cualquier orador utiliza con frecuencia para generar expectativas en la
audiencia o los lectores. Seguramente, rebautizará una acción, cambiándole el
sentido habitual. Este es el camino que decidió emprender el Ingeniero César Lozano, escritor y conferencista
colombiano, CEO del Grupo Empresarial Podium Worldwide Group, proponiendo
cambiar el título de "Jefe" por el de "Gefe" (sí, con
"g").
El nuevo nombre es un acrónimo de "Gestor de la Felicidad en el trabajo", lo que menguaría
la connotación autoritaria de "jefe". En un artículo publicado en la
página inCompartir27, bajo el título de "Líderes Gefes: La fórmula para
convertirse en líder ideal del talento joven", aborda lo que cada vez es más
obsesivo en las empresas, es decir, cómo ensamblar los sentidos de la vida y el
trabajo de distintas generaciones.
Relata que en una de sus conferencias mencionó la
importancia de apoyar a los jóvenes en la búsqueda de su propósito vital, para
alinearlo con su tarea y cargar, de esta manera, un nuevo significado a su
trabajo. Una ejecutiva, participante de la actividad, expresó en forma airada:
"Ahora les venimos a deber a estos chicos. ¿Y les tenemos que ayudar para
que aprendan a vivir? ¡No faltaba más!"
Es muy acertado lo que Lozano
propone respecto de las opciones de administración. "O adquieren la capacidad del liderazgo y gestor de la felicidad
o se acostumbran a gestionar altos niveles de rotación de sus equipos de
trabajo, desde ahora y por siempre". En otras palabras, o los jefes se
adaptan o se quedan sin gente de forma regular. Desde el punto de vista
económico, la segunda opción es más cara y con el mismo o mayor esfuerzo. El
reclutamiento y la capacitación de un nuevo empleado llevan su tiempo y su dinero,
que no es despreciable. Por otro lado, la reputación de la empresa cae, por más
atractiva que se la presente.
El tema no es sencillo, aunque sea fácil de enunciar.
Cambiar un estilo de liderazgo que se ha incorporado durante toda la vida y a
través de docenas de ejemplos y seminarios no se puede abandonar de un día para
el otro. Es un esfuerzo personal que no todos pueden lograr.
Son escollos que la psicología en general y los
psicoanalistas en particular lo saben bien. Pero en las empresas, enfrentar estas
situaciones tiene un costo muy alto, además de no encontrarse del todo
capacitadas para encontrarle la vuelta.
Cambiar las actitudes tradicionales de un ser humano no
tiene las mismas facilidades técnicas que construir un puente, modificar un
proceso de producción o algún tipo de servicio. En el caso de lo que plantea el
Ingeniero Lozano, se trata nada
menos que del liderazgo, que también
tiene sus técnicas, pero no funcionarán si no son acompañadas por una
personalidad convencida de que las relaciones humanas han cambiado.
Tal vez sea posible objetar el excesivo uso de la palabra "felicidad", que hoy se ha
puesto de moda en los ámbitos laborales, partiendo de la certeza, no comprobada
empíricamente, que a mayor felicidad, mayor productividad.
El primer problema es que puede haber tantas versiones de la
felicidad como gente en el planeta. Para unos, será tener autos y yates
lujosos, como símbolo de prosperidad. Para otros, la posibilidad de compartir
unos mates con su familia a la tardecita. Ambos casos son válidos e implica la
enorme tarea de los líderes: comprenderlos y acompañarlos en todo lo que sea
posible. Nadie dijo, ni podría decir nunca, que ser jefe es fácil.
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