Un
nuevo entorno productivo: globalizado y digital
La lenta decadencia
de Europa frente a las economías emergentes es un tsunami al que se intentó
poner un muro de frágiles ladrillos con la Estrategia
de Lisboa del 2000, cuyo objetivo era convertir a la Unión Europea en la
economía del conocimiento más dinámica y competitiva del mundo. Desde este
primer intento se ha intentado otras políticas que especialmente en las
economías del sur de Europa no han tenido éxito.
Para que las empresas puedan seguir siendo más competitivas en el sur de Europa en
esta nueva economía globalizada con entornos laborales y empresariales con
más posibilidad de deslocalización y donde las condiciones las impone la
economía del más productivo, a menudo el más pobre, se están cambiando las
formas de trabajo y cambiando la relación trabajador-empresa hacia modelos más
precarios.
El remedio frente al incremento de la productividad en el
mundo actual se llama innovación, lo que supone incrementar la velocidad de
cambio, en muchos casos con la palanca de la digitalización, y cambiar los procesos de negocio y de gestión,
con nuevos modelos de negocio donde la flexibilidad laboral es un imperativo.
Los efectos de la globalización y la digitalización que
tal como señala Riffkin en “El fin del trabajo”, reduce el número
de efectivos y produce la substitución hombre-máquina están siendo medidos por
numerosos estudios y foros que sitúan sus efectos de forma inminente en
términos de paro con amplios nichos de la población afectada, especialmente la
menos formada y menos “digitalizada”.
Además de la expulsión del mercado de trabajo de un
elevado número de personas, la presión por los costes laborales estaría
provocando en los aún mantienen sus puestos de trabajo una elevada precariedad
de las relaciones laborales en los sectores menos competitivos, cuyos
principales síntomas son contratos temporales sistémicos, contratos a tiempo
parcial que obligan a acumular trabajos, contratos de proyecto o empleados
freelance.
Pero, mientras se abre este escenario pesimista, también es cierto que sea abre otro escenario
donde este entorno de trabajo se percibe en términos de oportunidad. La denominada “Segunda economía” (de Brian
Arthur) o “digitalizada”, además de incrementos brutales de productividad,
está creando nuevos puestos de más valor
añadido y de una mayor complejidad. La aceleración del cambio tecnológico y
la hiperconectividad provocan una aceleración en el cambio de los procesos
productivos y en los modelos de negocio en numerosos sectores empresariales que
ofrece enormes oportunidades para nuevos trabajadores con cada vez de mayor
capacidad creativa e innovadora. El
futuro de Europa debería ser digital: una enorme oportunidad para el talento,….
Pero países como el nuestro no hacen políticas activas para aprovechar esta
oportunidad.
Parece que caminamos hacia modelos de trabajo duales
donde habrá trabajos de más calidad pero muy cambiantes y que exigen
hiperespecialización y otros cada vez más precarizados. Y la forma de afrontar
esta nueva realidad más flexible para algunos es percibida en términos de
precariedad del modelo de trabajo (escenario negativo) y para otros, cómo una
oportunidad para crear entornos de más libertad y de bienestar, más humanos
(escenario positivo).
Escenario
Negativo: La nueva realidad implica precariedad
La
externalización de muchas funciones de la empresa provoca temporalidad y
autoempleo. El
ajuste constante entre demanda y oferta que provocarán una elevadísima
obsolescencia profesional, conjuntamente con
incremento de la vida laboral, trabajar hasta casi el final de nuestros
días son algunas de las peores consecuencias de las nuevas tendencias laborales
en este nuevo mercado laboral más flexible.
La flexibilidad se convierte en una necesidad de
pluriempleo en personas ocupadas a tiempo parcial y a veces a tiempo completo
para incrementar ingresos, un aumento de “autoocupados”, en trabajo irregular
y movilidad del talento, especialmente
del más joven, global y preparado que puede “enriquecer” o “empobrecer”
regiones o países. Esta flexibilidad en las relaciones entre trabajador y
empresa es a menudo analizada en términos de precariedad.
Un nuevo lenguaje como ‘flexiseguridad’, resilencia, flexibilidad empresarial o trabajo
Kowmad, ha aparecido para intentar denominar estos nuevos fenómenos que
tiene cómo indicador más claro el incremento del porcentaje de personas
autónomas o que trabajan para varias empresas.
Esto obliga a los trabajadores a ser socialnetworkers, a
estar hiperconectados para aprender más rápido, a estar en constante búsqueda
de recursos y crear redes informales, para ser más visibles mediante marca
personal en mercados de trabajo más dinámicos para hacer frente a este entorno
de inseguridad. Obliga a estar en permanente formación para intentar conseguir
una “empleabilidad” cada vez más compleja.
El análisis de este fenómeno de precarización se asocia
por muchos estudiosos a menos salario y pérdida de derechos laborales y que
estaría deteriorando de forma paulatina el estado del bienestar. La desigualdad
que marcan los diferentes indicadores en nuestras economías desarrolladas sería
la prueba de las nefastas consecuencias de este nuevo entorno.
Para algunos la única forma de hacer frente a las
crecientes bolsas de personas que quedan fuera de un mercado laboral
hipercambiante seria garantizar las condiciones laborales, reducir las horas de
trabajo, obligar a las empresas a
responsabilizarse de estas nuevas situaciones y que el estado interviniese
ayudando más a los “danmificados” por la volatilidad del mercado laboral para
la cual nadie los preparo ni de la que nadie les advirtió.
Incluso se habla cada vez más de la creación de una renta
mínima que intentará acoger a las personas que inevitablemente serán expulsadas
del mercado laboral por la digitalización y la globalización. De esta forma el
incremento de productividad sería repartido para aquellos que no han tenido la
suerte o la habilidad de mantenerse dentro del sistema ayudando a mantener la
cohesión social debida a la creciente desigualdad.
Escenario
positivo: el trabajo flexible cómo fuente de bienestar
Para otros profesionales y para muchos estudiosos del
trabajo la flexibilidad, la volatilidad y la inseguridad no tienen estos
aspectos negativos que conducen a la precariedad, sino más bien son nuevas
reglas en lo que podría ser un nuevo entorno de libertad para el trabajador que
genera bienestar.
Con un cierto tono espiritual, algunos creen que el
diseño activo de la propia vida laboral implica un trabajo más humano y que
contribuye más a la autorealización. La
casi mitificación de los emprendedores, Knowmads o microempresarios vistos como
personas que pueden construir “su carrera” y circunstancias
laborales contribuyen a esta nueva forma de analizar las flexibilización. Dónde
hablar del trabajo es hablar de pasión, trascendencia o sentido de por vida. Se
habla del trabajo como fuente de
felicidad y autorrealización como valores que asumen cada vez más las
nuevas generaciones, que quieren “quitarse las cadenas de la seguridad” del
trabajo rutinario y precario que ofrece nuestra decadente realidad laboral
actual.
Lynda
Gratton, en Prepárate: el futuro del trabajo ya está aquí, nos
habla de cómo estos fenómenos duales producen un cambio de pacto laboral que antes era tiempo por dinero, a otro de
trabajo por sentido, siendo una de sus conclusiones que “quien quiera un trabajo deberá inventarlo a
su medida”.
El trabajo se presenta no solo cómo nuestra forma de
generar ingresos. El trabajo contribuye
a crear nuestra identidad y nuevos valores cobran importancia. Los aspectos
intrínsecos del trabajo ganan frente a los aspectos extrínsecos (retribución,
horario, condiciones…).
Para muchos de estos nuevos trabajadores su principal
objetivo será ganar independencia y romper las relaciones laborales, tener más
flexibilidad para el aprendizaje y asumir la responsabilidad de su propia
biografía laboral. Es lo que se denomina la ética hacker: aquel que trabaja con
gran pasión y entusiasmo por lo que hace. La ética hacker se contrapone
a la ética weberiana del esfuerzo. La
ética del trabajo para el hacker se funda en el valor de la creatividad y consiste en combinar la pasión con la
libertad. El dinero deja de ser un valor en sí mismo y el beneficio se
cifra en metas como lo social, la transparencia o la franqueza.
Estos nuevos profesionales, “artesanos”, en palabras
de Sennet,
son dirigidos por un impulso duradero y básico; el deseo de realizar bien una
tarea, centrando su dedicación en
aprender y desarrollar las habilidades para crecer como un trabajador
competente, pero que aprecian más que
nada su libertad y autonomía en torno a un proyecto profesional personal.
En una economía dual donde las empresas querrán a
trabajadores de alto valor añadido, este tipo de profesional podría ser muy
apreciado, pues la trascendencia que le
da a su trabajo y a su formación lo hace un trabajador brutalmente competitivo.
Pero curiosamente esta tipología de profesional a menudo rechazará una
vinculación laboral estable, rechazará lo que percibe cómo la trampa de la
falsa seguridad del contrato laboral, pues no querrá dejar su vida en manos de
otros. Para estos trabajadores un contrato laboral es analizado en términos del
“feudalismo laboral”, un fenómeno de épocas pasadas, que ofrecería un precio
demasiado bajo para sus sueños.
No hace falta decir que los que plantean este tipo de
escenarios a menudo se olvidan de plantear que muchos trabajadores que optan
por este tipo de trayectoria profesional fracasan. Ser emprendedor o un Knowmad
exitoso está al alcance de pocas personas. La autoexplotación, el riesgo
económico, la exigencia y complejidad de ejercer este tipo de trabajo suelen
ser minimizados por las personas que ensalzan estos nuevos modelos laborales.
¿Cómo
debemos actuar como sociedad frente al nuevo modelo dual de trabajo?
Se está configurando un entorno laboral cada vez más dual, más exigente, al que muchas
personas no podrán adaptarse y que es previsible que cada vez afecte a más
personas y sectores económicos e incluso a las propias Administraciones
Públicas, presionadas por criterios de eficiencia, las últimas que
probablemente verán cómo el trabajo para toda la vida laboral es ya algo del
pasado.
Nadie duda de los efectos que comportan la globalización
y la competitividad sobre la flexibilidad del mercado laboral. Y aunque hemos
descrito dos escenarios para describir la nueva realidad, casi filosofías de
cómo hacer frente a estos efectos, ninguna de las dos es excluyente. Se basan
en fenómenos que se están produciendo a un mismo tiempo y que destacan los
aspectos más positivos y negativos de este fenómeno.
No obstante, como sociedad nos debemos preparar para ello
y debemos actuar urgentemente y de forma decidida. Y parece razonable que en
nuestros sistemas educativos haya cambios radicales para que las nuevas
generaciones se puedan preparar para un nuevo mercado laboral, para que puedan
asumir su mayor complejidad, para que puedan ser mejores trabajadores con
mayores garantías de éxito y puedan ser lo más felices posible.
Tampoco parece desdeñable, que especialmente en países
como España con una enorme bolsa de parados de larga duración, se hagan medidas
muy ambiciosas que permitan resituar a muchas personas en los nuevos entornos
laborales y los preparen para situarse en un nuevo entorno para el cuál no
fueron preparados con medidas de soporte ya acompañamiento. No podemos esperar
a que nuevas generaciones con nuevos valores y estilos lleguen al mercado
laboral, tenemos que preparar a las que ya existen en las nuevas profesiones y
nuevos modelos de trabajo.
Además de las medidas de cambio radical del sistema
educativo se hace urgente por parte del gobierno y todas las instituciones
realizar un gran pacto que permita realizar una triple agenda de políticas
activas: digitales, de innovación y las basadas en potenciar crecimiento de las
micropymes para hacer frente a la globalización y la internacionalización. Una
agenda que de un papel facilitador y activo al estado que rompa de forma
radical las inercias de nuestros sistemas productivos, educativos y económicos.
Nuestra sociedad tienen el reto de ayudar a sus
ciudadanos a en esta nueva revolución del trabajo. Si fracasa en el intento, si
la desigualdad se incrementa y se percibe el nuevo mercado dual cómo más
injusto, las consecuencias políticas asociadas a estos nuevos fenómenos no se
harán esperar.
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