Cuanto mayor es la diferencia entre lo viejo
y lo nuevo, menor es la posibilidad de que se mantenga la antigua manera de
hacer las cosas. Sin embargo, cada día vemos los problemas de las
organizaciones para asumir e incorporar el cambio y la innovación.
Para comprender el impacto del distinto modo
de abordar la incorporación de innovaciones, analicemos los posibles escenarios
que podrían darse en las instituciones afectadas:
Escenario Radical. Aceptemos tanto caos como sea necesario.
Independientemente de las normas ya existentes y de los riesgos acompañantes
probemos de incorporar todo aquello que sea novedoso.
Escenario Conservador. Dejemos que sean los tradicionalistas los que lo
aprueben. Pongamos en las manos de los responsables del modo actual de hacer
las cosas la decisión de incorporar las novedades.
Escenario Pactista. Negociemos la transición. Busquemos el equilibrio entre
las dos posiciones anteriores; los radicales proponen las novedades y negocian
con los conservadores cómo aprovecharse de lo nuevo manteniendo lo mejor de lo
antiguo.
Pero si
evaluamos cada uno de estos escenarios nos encontramos con que:
El escenario conservador conduce al desastre. Los tradicionalistas tienen el
poder de veto, lo que mata toda innovación. Los más comprometidos con una
determinada manera de resolver los problemas se sienten obligados a mantener
los problemas para que su solución siga siendo la única viable. Son incapaces
de descubrir el valor de algo que es, en sí mismo, perturbador.
El pactismo, aparente más atractivo, es
inviable por la incapacidad de los radicales para imaginar el valor de otras
opciones que no sean las que ellos defienden y la imposibilidad para los
tradicionalistas de confiar en algo desconocido.
La vía radical
es la más sensata pues contiene en sí misma su propia limitación. Sólo será
capaz de crear tanto cambio como los implicados sean capaces de adoptar.
En último extremo, la aceptación de las
novedades, la incorporación de innovaciones tecnológicas, queda en las manos de
los individuos de la sociedad. Ellos tienen la legitimidad para decidir cómo
quieren vivir y el ritmo de incorporación de las nuevas posibilidades.
Por eso resulta asombroso y preocupante, la
parálisis de tantas organizaciones que parecen ciegas a los nuevos
comportamientos ya adoptados por la sociedad.
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