Todos estos stakeholders preguntan: ¿qué impacto
medioambiental tienen las operaciones de su empresa?, ¿cuánta diversidad existe
en su organización, especialmente en la Alta Dirección?, ¿qué recaudos se toman
a la hora de publicitar los productos y servicios que venden para no promover
estereotipos negativos racistas o sociales?
Pero crecientemente existe otro actor que desde adentro de
las organizaciones está haciendo escuchar su voz y reclama acciones en la misma
dirección: es el "activismo" social y medioambiental de los empleados
mismos de dichas empresas. Más allá de los clásicos problemas por los cuales
los empleados se movilizan y reclaman, como salarios, derechos laborales y de
libre asociación, de salud y seguridad, se suma ahora este espectro de temas de
sustentabilidad estratégica. A través de cartas abiertas, marchas, protestas y
la activación de campañas en redes y plataformas sociales, empleados de
diversas empresas globales han comenzado a reclamar a sus organizaciones y a
sus líderes que se ocupen de determinados temas que, en su opinión, no están
siendo gestionados de manera apropiada o bien directamente están teniendo un
impacto negativo en el medioambiente, las comunidades y la sociedad más general
donde estas empresas llevan adelante sus actividades.
Este fenómeno se ha visibilizado con mayor contundencia y, a
la vez, visibilidad en el sector tecnológico. Todos recordamos las
consecuencias a partir de la denuncia realizada en su blog por la ingeniera de
software Susan Fowler quien en febrero de 2017 escribió una descripción del
calvario que le tocó vivir en Uber a través de distintos problemas de
discriminación y acoso sexual a los cuales ella y otros colegas, especialmente
mujeres, se vieron expuestas. Su denuncia pública desencadenó una serie de
consecuencias que no solo tuvieron repercusión en su empresa en términos de
denuncias similares de otras mujeres empleadas de la empresa (y la sucesiva
renuncia de varios ejecutivos), sino que también repercutió en todo el sector
tecnológico y se considera como uno de los factores decisivos que dieron fuerza
al movimiento #MeToo.
Asimismo, durante 2018 y en el contexto de la separación de
padres de hijos por parte de autoridades de EE.UU. en la frontera con México,
empleados de Microsoft le escribieron una carta pública a su CEO Satya Nadella
exigiendo que la empresa cancelara grandes contratos que la firma tenía con
ICE, la agencia de enforcement de inmigración del gobierno estadounidense.
Microsoft accedió a revisar y cancelar algunos de estos contratos. También
Salesforce enfrentó similares demandas. A partir de esta situación, un grupo de
empleados del sector decidió lanzar la campaña con el hashtag #TechWontBuildIt
("el sector tecnológico no lo construirá") donde se pueden seguir
hasta el día de hoy vía redes sociales las quejas y reclamos que empleados del
sector realizan contra acciones de empresas del sector que consideran
negativas, incluso denuncias en días pasados realizadas contra la empresa
Palantir, también por su trabajo con ICE.
También el cuidado del planeta y en especial la lucha contra
el cambio climático juega un rol muy importante en la agenda de estos empleados
"activistas": por ejemplo, en su carácter de accionistas de la
empresa, empleados de Amazon presentaron una resolución de accionistas a ser
considerada en la asamblea general de este año donde le piden al directorio que
divulgue de manera pública cómo considera reducir su dependencia de
combustibles fósiles a la vez que gestionar los riesgos relacionados con el
cambio climático.
Esta resolución fue acompañada por una carta firmada por más
de 5 mil empleados de la organización de e-commerce donde les pide a sus altos
ejecutivos que la empresa se comprometa a ser un líder en la lucha contra el
cambio climático y que además no se presten servicios de "cloud" para
empresas del sector del petróleo y gas.
Gabriel Cecchini. Consultor en
Gobierno Corporativo, Integridad & ESG
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