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Las mejores marcas
ofrecen una experiencia física y digital sin fricciones. Pero eso ya no es
suficiente.
Todos los que aspiraban a competir y liderar la gran
distribución, fueran tiendas especialistas, centros comerciales, grandes
almacenes e incluso plataformas inmensas de comercio electrónico, recibieron un
clarísimo mandato hace años por parte de sus clientes. La omnicanalidad había
dejado de ser negociable. Dicho de otro modo, las empresas que no ofrecían sus
productos en todos los canales o que lo hacían pero con enormes diferencias de
calidad y precio entre ellos… estaban condenadas a desaparecer.
Aquel cambio de sensibilidad reveló la fulminante transición
que habíamos realizado, en pocos años, hacia un mundo omnicanal donde ya no se
entiende que la oferta, digital o física, de una tienda no esté integrada y
coordinada, que el consumidor no ocupe el centro de la escena moviéndose sin
fricciones de una a otra ni que existan muros y trincheras entre los
departamentos que se dedican al ecommerce y a las tiendas a
pie de calle. Todo se tenía que diseñar con un enfoque global y fluido, porque
esa era la experiencia que demandaban los consumidores.
Los grandes distribuidores partían de una realidad
incontestable: en los países desarrollados los clientes o solo digitales o solo
físicos no tardarían en convertirse en una minoría cada vez más diminuta.
Según un
sondeo de 46.000 consumidores en Estados Unidos publicado por la Harvard
Business Review en 2017, el 73 % de los consumidores utilizó más de un
canal para realizar sus compras desde junio de 2015 hasta agosto de 2016.
Prácticamente todos estamos y consumimos en todas partes y todos esperamos que
el servicio no sea radicalmente distinto si entramos por la puerta o nos
identificamos en la aplicación.
Como suele ocurrir, cuando todos los grandes operadores se
convencieron de que la omnicanalidad era una aspiración irrenunciable a corto
plazo, el paradigma empezó a cambiar. En esa ocasión, el origen de la
transformación fue China. Y nadie ha dudado en tomárselo en serio porque
allí casi
el 20 % de las ventas totales de la distribución fueron online el
año pasado y porque su comercio electrónico ya representa la mitad del comercio
electrónico mundial. A eso hay que sumar el ascenso imparable de los pagos
móviles dentro y fuera del sector del retail hasta alcanzar
los 40
billones de euros el año pasado y el poder abrumador de su maquinaria
de extracción y análisis de datos de clientes, gracias a una regulación
relativamente laxa o a los acuerdos entre grandes distribuidores y plataformas
virtuales como Tencent. Esto es así porque allí todo se implementa muy rápido.
Hay muchos nativos digitales que desde el primer momento han aprendido a
comprar de una manera nueva. Las tiendas físicas solo pueden complementar esas
ventas. Los expertos se aventuran a decir que el modo de consumo de los nativos
digitales es el que definirá la
configuración del mundo en las próximas décadas.
Y las noticias que traían los vientos de la segunda potencia
del planeta decían que la omnicanalidad ya no iba a ser suficiente para
sobrevivir. Ahora había que disponer de tiendas físicas, transformarlas
totalmente y añadirles una gruesa capa digital. Eso es lo que están haciendo
JD.com y Alibaba con sus tiendas de comestibles. Un buen ejemplo de ello es
Hema, el supermercado de Alibaba. “Hema utiliza los datos y la tecnología
logística inteligente para integrar de manera continua los sistemas online y
offline y redefinir la experiencia de los usuarios”, dijo el
Director Ejecutivo del grupo. Para ello, en muchas ocasiones, se pide a los
clientes que quieran comprar que se bajen la aplicación de la marca. A cambio
de los datos de sus interacciones con ella, se les ofrece una experiencia de
compra enriquecida. Agilizan sus transacciones priorizando los pagos móviles
(la desaparición de los cajeros es el siguiente paso), no tienen que cargar con
bolsas (se incentivan las compras digitales dentro de la tienda con envíos el
mismo día) y los precios de los productos en el establecimiento y en la web
están sincronizados.
La onda expansiva de esta nueva fase en la transformación
del retail no ha tardado en llegar al mundo de la moda y la
belleza. Las aplicaciones móviles de las marcas ya se utilizan en algunos casos
para probarse cosméticos o ropa mediante la realidad aumentada (en breve, se
podrá acceder con ellas a ofertas personalizadas para clientes fieles) y los
probadores inteligentes nos informan sobre los modelos que nos interesan y nos
recomiendan posibles combinaciones.
Las tiendas físicas
ofrecerán menos inventario (para eso está la web), mejores experiencias y más
oportunidades de descubrir algo que no sabíamos que queríamos de la mano de
un vendedor experto que, además, conoce nuestro estilo gracias al historial de
nuestras compras anteriores.
Así es como el paradigma de la omnicanalidad está dejando
paso, lentamente, al torbellino del new retail. Y China es la nueva
frontera.
Dimas Gimeno es
empresario y experto en distribución y conferenciante en Thinking Heads.
Presidió El Corte Inglés entre 2014 y 2018
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