Experiencias

Rodolfo Salas: Facilitador y potenciador sobre conocimientos de liderazgo, estrategia, marketing y gestión de los negocios.

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miércoles, junio 05, 2019

Marrakech, la ciudad donde conviven pasado y futuro

Se suele afirmar que el trabajo del futuro ya es el presente y que muchas de las actividades laborales que realizamos están siendo sustituidas por las tecnologías exponenciales. El poder conocer determinados lugares del mundo nos permite afirmar que estos supuestos aún están muy lejanos de ser una realidad y que rápidamente podemos retroceder y conocer situaciones diametralmente opuestas.

Marrakech, es una de las ciudades más importantes de Marruecos - al noroeste de África - fundada hace casi 1000 años y alberga a aproximadamente un millón de habitantes.

Medina -ciudad vieja, amurallada-, declarada por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad es un increíble laberinto de callejuelas, mercados, plazas y mezquitas.

Vivenciar su dinámica es una experiencia inigualable y un viaje al pasado que en pocos lugares se puede visualizar de manera más clara. Las decenas de "riads" -casas convertidas en hoteles-, son auténticos palacios con unas pocas habitaciones que permiten vivir a sus huéspedes como verdaderos sultanes por tarifas muy accesibles.

Intentar caminar por sus angostas calles es una odisea que requiere estar atento para eludir la muchedumbre -la mayoría vestida con sus tradicionales túnicas- que se entremezcla con las motos que avanzan a una velocidad impensada, carros y caballos. Cruzar de una vereda a la otra es una misión arriesgada, ya que el caos es la normalidad.

Recorrer sus mercados tradicionales -suqs- es sumergirse en la historia del trabajo y el comercio. Por largas cuadras conviven puestos callejeros - uno pegado al otro - que ofrecen especias, ropas, alfombras, comidas típicas o vajilla, con artesanos que venden sus propias producciones de todos los rubros imaginables: desde herreros hasta marroquineros y curtidores, pasando por orfebres, ceramistas, panaderos, textiles, bordadores, carpinteros o costureros. Cada uno de ellos en pequeños loles, en los que en el fondo tienen sus antiguos talleres y en el frente expone su mercadería. Observar con detenimiento sus mecanismos de producción es retroceder muchísimos años, pues utilizan precarias herramientas, con tecnologías que podríamos pensar que se encuentran sólo en los libros de historia. Un ejemplo de los tantos que se pueden observar es la elaboración manual de aceite de castañas, con un grupo de mujeres que muelen durante largas horas en sus recipientes girando una rudimentaria piedra, sentadas en el suelo y obteniendo gota a gota. El regateo es la única manera de acordar un precio y las discusiones sobre el valor de un producto pueden durar varios minutos.

La plaza central, corazón de la Medina, es un espectáculo llamativo donde se pueden ver tanto encantadores de serpientes, músicos, malabaristas y faquires como vendedores ambulantes de todo tipo - desde brebajes afrodisíacos a frutos secos-, tatuadoras de henna, feriantes que ofrecen sus productos de todos los colores, aromas y tamaños y un gigante restaurant al aire libre.

Cuando se podría pensar que están muy alejados de la globalización, los teléfonos celulares están omnipresentes, al igual que algunas marcas de bebidas como así también zapatillas y camisetas de los clubes más importantes de futbol de dudosa procedencia.

Pero como los extremos siempre tienden a unirse, también la Medina de Marrakech podría ser un excelente ejemplo del movimiento de "productos kilómetro 0" o "productos de proximidad". Esta tendencia -que cada vez tiene más adeptos-, está basada en el cuidado del medioambiente, el desarrollo sustentable, el comercio justo y el compromiso ético con los productores locales. Fomenta una nueva manera de comprar y consumir -como contracara de los alimentos que viajan miles de kilómetros desde su punto de origen o recolección hasta el supermercado-. Sus impulsores sostienen que los alimentos deben generarse y consumirse en un radio no mayor a los 100 km., ser de temporada, no se le deben añadir químicos ni tóxicos y se debe proteger el medioambiente en toda la cadena de suministro.

Es entonces que podemos decir que el pasado, el presente y el futuro se conectan impensada e increíblemente.

Sin dudas, hay múltiples ejemplos similares a Marrakech alrededor del mundo -algunos muy cercanos- para entender que aún tenemos un largo camino por recorrer y que hablar de trabajo del pasado, presente o futuro es solo una cuestión de contexto y perspectiva.

Alejandro Melamed. Speaker internacional. Co-autor de "Diseña tu camino", de reciente edición.

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