El cambio, una realidad constante que afecta a las
personas
Los cambios afectan a la gran mayoría de las organizaciones,
y en el entorno actual de crisis económica, es una realidad que tienen que
afrontar de forma casi continua.
Estudios reputados, como el elaborado por Wharton
School, revelan que de las 1.000 empresas más admiradas por Fortune,
entre el 20 y el 40 por ciento fracasan en sus procesos de reorganización, y
entre el 40 y el 80 por ciento de sus procesos de fusiones y adquisiciones
fallan. Son datos alarmantes que con la actual crisis económica, tenderán a
incrementarse.
Este tipo de iniciativas fallidas afectan de manera
dramática a los miembros de las organizaciones.
Y estos estudios demuestran que la implementación de cambios
organizativos con éxito depende, en gran medida, de una adecuada gestión de
personas, en cuatro aspectos muy concretos: es importante que conozcan,
entiendan, compartan y actúen en el plan de cambio.
En todos los aspectos comentados en relación con la gestión
personas en los procesos de cambio se requiere que los directivos asuman su rol
de líderes: sabiendo identificar la necesidad del cambio, deben definir las
estrategias adecuadas e implicar eficazmente al resto de las personas de la
organización.
La gestión del cambio organizativo precisa de un enfoque
estructurado, que incluya objetivos, procesos y herramientas, para la
transición de las organizaciones y sus equipos desde el estado actual hacia el
estado futuro deseado.
En definitiva, la gestión del cambio organizativo precisa
hacer de la gestión de las personas un proceso crítico, en el que se consiga al
menos:
• Participación de
altos directivos como líderes de cambio, que implica patrocinio y facilitación
por parte del directivo
• Concienciación de
la necesidad del cambio, que supone una comunicación y participación de los
empleados
• Apoyo en el
transcurso de la transición, asegurando esa concienciación y facilitando el
desarrollo de habilidades y conocimientos de los trabajadores en cada momento
del proceso
• Métodos para
sostener el cambio, aportando sistemas de medición, recompensas y acciones
refuerzo de los implicados
Concepto de cambio
El
cambio es la transición desde una situación actual a una situación futura
deseada. En ámbitos organizativos, el empleado en la mayoría de ocasiones lo
percibe a través de hechos concretos, como por ejemplo un nuevo jefe, un nuevo
sistema informático o nuevos procedimientos.
Por
ello, el cambio supone una transición ‘de experiencia’, que significa para el
trabajador el abandono de costumbres, relaciones e incluso actitudes
establecidas, con el fin de adoptar y asumir nuevos modos de trabajo.
El
cambio, como hemos comentado, es inevitable: para mantenernos al día, tenemos
que seguir avanzando. Si nos quedamos parados, los acontecimientos se nos
adelantan, de modo que es absolutamente necesario cambiar con los tiempos.
Según
estudios desarrollados a nivel mundial, los aspectos organizativos requieren
una aportación activa por parte de sus equipos. Esto no solamente implica un
esfuerzo por su parte, sino también la posibilidad de incidir en el ritmo y la
manera de implantar el cambio.
El cambio organizativo y su ciclo de vida
Son muy pocas las empresas que en estos días sean inmunes a
los cambios. En ocasiones el cambio es orgánico y la gente apenas lo percibe;
al menos, de forma dramática. Sin embargo, con frecuencia, los cambios en las
organizaciones son evidentes, respondiendo a las presiones externas y a
las limitaciones internas, lo que supone impactos dramáticos para sus
componentes.
La gestión del cambio organizativo es un proceso cíclico en
el que podemos identificar tres fases claramente definidas: identificación de
lo que queremos cambiar, implicación de las personas e implementación del
cambio.
Y en todo el ciclo, apoyar a su gente es esencial. La
mayoría de los programas de cambio organizativo fracasan porque nadie los
comunica, los explica, aporta las necesidades competenciales ni gestiona las
emociones que provocan en las personas.
· Primera fase:
identificación del cambio. En esta etapa, alguien en la organización -un
ejecutivo senior o todo un equipo directivo con roles
complementarios- toma la iniciativa en el establecimiento de la necesidad de
cambiar. Esta necesidad se presenta a la organización como una visión de futuro
al máximo nivel.
Sin lugar a dudas, los momentos de crisis como el actual son
claves para la identificación de los cambios. Sólo aquellas organizaciones y
directivos que aprovechen la situación actual para innovar, evitando el ‘más de
lo mismo mejor’, saldrán del desierto actual con ventajas competitivas
adquiridas, que seguro rentabilizarán cuando las aguas vuelvan a su cauce.
Aunque parezca obvio, identificar el cambio es el primer
paso fundamental del éxito. Y ello ha de hacerse con un lenguaje comprensible y
común para todas las personas que componen la organización. Muchos líderes no
dan a esta fase la importancia necesaria, dejando que el rumor sea el que tome
la iniciativa.
En esta etapa, es importante que los directivos asuman su
papel de líderes y trasmitan desde arriba la necesidad de cambio, a través del
resto de los niveles de responsabilidad, justificándolo y estableciendo unos
objetivos de cambio claros.
Las personas de la organización requieren conocer los
motivos del cambio, cuál es el reto final, sus responsabilidades en cada fase,
los principios de gestión a seguir, así como las dinámicas de comportamiento
que el nuevo entorno va a exigirles.
· Segunda fase:
implicar a las personas. Una vez que la necesidad del cambio ha sido
identificada y comunicada, el siguiente paso es implicar a las personas en la
planificación del cambio. Y gran parte de la clave del éxito en este proceso
reside en dialogar con los equipos, a diferentes niveles, cómo ha de
implementarse dicho cambio.
Las personas de la organización han de tener la oportunidad
de reaccionar intelectual, emocional y psicológicamente a los deseos y retos
del cambio. Deben poder expresar sus inquietudes y aportar sus ideas para que
éste pueda llevarse a buen puerto. Es decir, los empleados han de sentirse
partícipes, miembros activos, del proceso.
El reto pues es alinear de manera positiva a las personas
con el proceso de cambio organizativo que se acomete. Y para ello, como veremos
más adelante, la formación es una palanca estratégica.
· Tercera fase:
implantación del cambio. En esta fase, el cambio ha de concretarse en
tácticas y acciones, tratando de que las personas concentren sus energías en
conseguir el cambio deseado. Aquí, al igual que la tecnología o los procesos,
las personas son un elemento imprescindible. Y como consecuencia, sus
conocimientos y habilidades han de ser los adecuados para gestionar los
recursos necesarios.
Durante la implantación, los empleados necesitan recordar en
todo momento cuáles son los retos organizativos y por qué han de trabajar duro.
En este aspecto, juegan un papel fundamental los directivos y mandos como
promotores y especialmente gestores del cambio.
Los directivos, en su papel de líderes del cambio, han de
velar continuamente por las necesidades competenciales y emocionales de sus
equipos.
El cambio en el individuo
Los procesos
organizativos de cambio están en estrecha relación con los procesos personales.
Y las personas desarrollan diferentes niveles conductuales ante el
cambio. Chris Argyris, por ejemplo, resaltaba que en las
personas podían existir diferentes estados mentales a lo largo del proceso de
cambio organizativo que provocan diversos comportamientos.
De hecho, está científicamente demostrado que los individuos
muestran diferentes estados de ánimo ante los cambios bruscos de la
organización, por muy alto nivel de compromiso que tengan con la misma. Pueden
partir del rechazo o miedo -que pueden provocar negación o melancolía-, hasta
llegar posteriormente, si se gestiona bien, a la aceptación y compromiso
-pudiendo tener, a pesar de todo, momentos de regateo y ajuste-.
En los procesos de cambio podemos encontrar tres tipos de
miedos en las personas: miedo a lo diferente, miedo a equivocarse y miedo a la
responsabilidad. La clave aquí reside en identificarlos y gestionarlos de
manera adecuada. Para ello, la comunicación y la implicación activa de sus
líderes son fundamentales para generar confianza, facilitar la adaptación
–desarrollando las competencias de autogestión, autocontrol y autoconfianza
necesarias- y, como consecuencia, promover los comportamientos positivos en pos
de los nuevos retos.
El cambio positivo en la persona se basa en adquirir
autoconfianza, en convencerse de que es capaz de realizar con éxito una tarea o resolver un
problema. Esto incluye mostrar confianza en sus propias capacidades, decisiones
y opiniones.
Objetivos de desarrollo profesional para el cambio
organizativo
Por lo tanto, resulta imprescindible apoyar a
las personas para que los cambios organizativos concluyan exitosamente. Y por
ello, en estos momentos, resulta inconcebible abordar un cambio organizativo
relevante sin un plan de formación y desarrollo asociado.
Todo plan formativo para facilitar el cambio organizativo
persigue el objetivo general de proporcionar a los participantes un tiempo de
reflexión y un modelo de trabajo para asumir el cambio como una realidad
circundante y permanente. A diferentes niveles, todos los empleados han de
comprender las claves del cambio organizativo y cómo les afecta. Y en especial,
se ha de potenciar a los directivos en su rol de líderes para, en primer lugar,
facilitar su propio desarrollo, y en segundo lugar, ser capaces de implicar
positivamente a sus colaboradores.
De manera más específica, la formación en un proceso de
cambio organizativo persigue trabajar con las personas en aspectos como:
• Hacer comprender
los factores del entorno que influyen en el cambio organizativo, que además
hacen del mismo una realidad permanente, y por tanto, la necesidad de
acometerlos.
• Describir el
ciclo de vida del cambio concreto en la organización y cómo va influir en las
personas: muchas de nuestras resistencias proceden del desconocimiento del
ciclo del cambio y de cómo nos influye. Conocer ambos aspectos nos genera
la tranquilidad y confianza necesaria para poder empezar a comprometernos.
• Desarrollar de
forma positiva el cambio en el individuo, y por tanto, su compromiso con el
mismo y con el reto organizativo.
• Aportar las
claves y técnicas para hacer converger con éxito la transición organizativa con
la transición personal, en las competencias (conocimientos y habilidades) y en
lo emocional.
• Potenciar
al líder como facilitador del cambio.
Ejes formativos para facilitar la gestión del
cambio organizativo
Considerando lo que supone el cambio y las fases de un
proceso de cambio organizativo, todo proceso formativo debe sustentarse en tres
ejes de actuación:
1. Sensibilización por el
cambio organizativo. Se trata de aportar, con la implicación activa
del primer nivel directivo, la información necesaria para justificar la
necesidad del cambio organizativo y en base a ello, comprender de forma clara
los retos que persigue la organización con el proceso de cambio y cuáles han de
ser las reglas del juego a seguir por todos sus miembros.
El objetivo final de este eje formativo es el de argumentar
de forma contextualizada el proceso de cambio, minimizando las resistencias y
poniendo el foco en los beneficios que finalmente se han de conseguir.
2. Capacitar para el cambio
organizativo. El desarrollo de este aspecto formativo supone adoptar
el término ‘capacitación’ en su máxima acepción: preparar a las personas para
que sean capaces de desempeñar eficazmente sus nuevas responsabilidades a lo
largo del proceso de cambio organizativo.
En este sentido, es importante trabajar, a través de los
canales formativos adecuados, en tres aspectos:
· Actitud
positiva. Identificar y trabajar en sus miedos y resistencias para
aportarles la autoconfianza suficiente para afrontar y desempeñar sus nuevos
retos de forma positiva.
· Transmisión de
conocimientos. Entrenarles en los nuevos procesos y métodos para desempeñar
sus nuevas responsabilidades eficazmente.
· Desarrollo de habilidades de gestión.
Aportarles pautas con técnicas de management que les permita
desenvolverse con éxito en el nuevo entorno organizativo.
3. Hacer de los directivos
facilitadores del cambio. No todos los directivos pueden ser buenos
facilitadores del cambio organizativo. La clave de la formación en este aspecto
reside en conseguir que los directivos desarrollen un perfil de liderazgo adecuado,
acorde con los requerimientos organizativos y que sepan implicar a sus
colaboradores.
El directivo ha de comprender en primera instancia la razón
del cambio y la estrategia a seguir. Inmediatamente después, por un lado,
deberá, saber transmitir visión y por otro lado, tendrá que trabajar para
desarrollar un estilo directivo que le permita hacer un buen uso del feedback,
así como explicar por qué y para qué conseguir cada cosa. Por
último, debe saber hacer un seguimiento eficaz de la evolución del proceso,
prestando la orientación y el apoyo que sus colaboradores precisen en cada
caso. Creating a Shared Change Agenda The Capacity for ChangeAccurate and
timely information about change and the way people are responding to it - the
way it is affecting people.
Claves de éxito para conjugar adecuadamente la gestión
del cambio con las personas
El modelo de aprendizaje planteado para facilitar el cambio organizativo requiere que se desarrollen aspectos como:
El modelo de aprendizaje planteado para facilitar el cambio organizativo requiere que se desarrollen aspectos como:
Hacer del cambio una necesidad sentida
Asegurar el apoyo visible de la alta dirección
· Clarificar gradualmente los retos del cambio
· Presentar los beneficios del cambio
· Dotar de los instrumentos de trabajo necesarios
· Facilitar la participación de los trabajadores
· Aumentar la autoestima de los empleados
· Dotar de los conocimientos y habilidades que cada momento requieran
· Hacer de los directivos facilitadores del cambio
· Seguir de forma continua el proceso de cambio organizativo
· Presentar los beneficios del cambio
· Dotar de los instrumentos de trabajo necesarios
· Facilitar la participación de los trabajadores
· Aumentar la autoestima de los empleados
· Dotar de los conocimientos y habilidades que cada momento requieran
· Hacer de los directivos facilitadores del cambio
· Seguir de forma continua el proceso de cambio organizativo
En resumen
Podemos concluir que, en un entorno como el actual en el que
la estrategia se está convirtiendo en táctica, y la velocidad es ya una
constante, los rápidos cambios que se están produciendo en todos
los órdenes conducen a que las empresas se movilicen en la dirección
apropiada, superando la brecha existente entre su posición y aquella que
demanda el mercado y las circunstancias.
Toda organización basa su potencial fundamentalmente en sus
recursos y cultura. Como la cultura la hacen las personas que integran la organización,
resulta clave promover cambios de conducta y competencias relevantes que les
permitan provocar la evolución. Para ello, es fundamental hacerles vencer la
resistencia al cambio. Para ello, las personas, a sus diferentes niveles, han
de comprender el cambio y tener las herramientas necesarias.
Pretender realizar los cambios a nivel tecnológico sin antes
comprender la naturaleza humana y su fuerte resistencia a conservar el status
quo, no sólo traerá como consecuencia el fracaso, sino que además pondrá en
peligro la competitividad y la continuidad misma de la organización. El
directivo es por lo tanto el primer responsable.
Antonio Peñalver. Socio director de People First Consulting
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