Las personas que necesitan refugio se acercan a él”, Toba Beta
Vivimos en un mundo rápido, hiperconectado, exigente, donde
a menudo se nos pide, o nos pedimos, el mil por cien, donde todo es “para
ayer”, donde “querer es poder”, donde “además de serlo hay que parecerlo”…
agotador…
A menudo paro y me pregunto, ¿para qué?. A menudo pienso que
vivimos en una carrera donde el final nunca llega, donde la vida se traduce en
correr… agotador…
Y ese es el gran problema, que vivir así resulta agotador.
Nuestro cuerpo está preparado para resistir una alta demanda
y exigencia, para soportar en las espaldas niveles elevados de estrés. Sin
duda, como especie hemos superado situaciones más adversas que la actual.
Nuestro cuerpo es resistente y nuestra mente llega a brillar ante las demandas
y los desafíos. Pero claro, una cosa es una situación concreta con una duración
limitada en el tiempo, que nos demanda un sobreesfuerzo y otra, una demanda
continua que llega a convertirse prácticamente en un estilo de vida y que no
nos deja prácticamente ni respirar, literalmente.
Vivir así cada día, la mayor parte del tiempo… tiene un
precio muy elevado para tu cuerpo, tanto física como mentalmente. No eres una
máquina, y cuando el estrés se mantiene muy alto de forma continua afecta a tu
bienestar, a tu productividad y a tu salud.
Sentir estrés, por si mismo, no es negativo, es más, forma
parte de la vida y es necesario para sobrevivir y para afrontar la mayoría de
las situaciones difíciles y/o potencialmente peligrosas. De hecho un estrés
bien gestionado (eustrés) nos permite disfrutar, ser más creativos, más
productivos, más rápidos, más ágiles mentalmente y sentirnos con más energía.
Es el estrés mal gestionado, ese que nos lleva al agotamiento, el que hay que
aprender a manejar para disminuirlo.
Si al exceso de exigencia del entorno, le unes tu propio
nivel de exigencia, esa que procede de tu perfeccionismo, y el no respetar tu
propio descanso o no tener hábitos saludables, entonces ya tienes el caldo de
cultivo para que el estrés se desborde, dando lugar a la aparición de distrés.
¿Cómo saber si tienes síntomas de distrés?.
Lo primero que notarás es que dejarás de disfrutar incluso
de aquello que te gusta mucho, y comenzarás a sentirlo como una pesada carga.
Así cualquier situación comenzarás a vivirla como un “ya no puedo más” junto a
la necesidad imperiosa de desear parar y descansar, sin llegar a hacerlo adecuadamente
porque sientes “que no puedes parar” y que” tienes demasiadas cosas que hacer”,
dejando tu descanso para luego o sintiéndote culpable por parar o descansar. Tu
ánimo irá cambiando, comenzarás a sentirte triste a veces, irritable,
malhumorado, a darle muchas vueltas a la cabeza, a sentirte desconfiado de los
demás, quizás te llegue a afectar al sueño y a tu alimentación, puede que notes
tensiones y dolores musculares… Esa es
la forma en la que tu cuerpo trata de
decirte, ¡PARA!. Y si no paras, comenzarás a somatizar (notar síntomas físicos)
y a sentirte como enfermo, te costará concentrarte, memorizar, prestar a
atención… y si no paras… Tienes que parar, tu vida y tu salud son importantes.
Que duda cabe que es importante asumir responsabilidades y
comprometerse, pero cuando permites que tus responsabilidades te coman
ENFERMAS, sí lo has leído bien.
Lo fácil es culpar a las circunstancias, a los otros, al
jefe, a la empresa, a que tengo niños muy pequeños, a que no tengo ayuda, a que
si yo no lo hago no lo hace nadie… Y muchas veces eso es así y forma parte de
tu (nuestra) realidad y muchas veces, cierto, no es nada fácil. Sin embargo,
más allá de las circunstancias particulares que te rodean y del nivel de
responsabilidades y exigencias que recaen sobre ti, también está tu forma
particular de afrontarlo. De todo ello,
hay partes que no dependen de ti y no puedes cambiar, hay otras sobre las que
de algún modo puedes influir y otras que sí puedes cambiar. Pon tu foco en
aquello que sí puedes hacer, pero sobre todo llega a un acuerdo contigo mismo,
es hora de cuidar también de ti. Puedes leer también Cuando te culpo me excuso,
cuando me responsabilizo mejoro.
Es importante que te des cuenta de que para que todo esté
bien, tú tienes que estar bien, y que es importante que pienses en ti, que te
cuides y que te pongas límites.
“Practico mantener la calma todo el tiempo,
a partir de
situaciones que son tensas”,
Pautas para afrontar el estrés.
Aunque cada caso es particular hay algunas recomendaciones
que pueden ayudarte a gestionar tu estrés (distrés):
- Descansa lo suficiente. No dormir las horas necesarias o no tener los descansos necesarios a lo largo del día, conlleva que aparezcan niveles más elevados de estrés. El descanso es fundamental para mantener el equilibrio del cuerpo, sentirnos más contentos y ser más productivos.
- Sigue una alimentación equilibrada. Pasar demasiado tiempo sin comer, saltarte comidas, comer demasiado rápido, comer alimentos poco sanos, comer de pie… se relaciona con niveles más elevados de estrés. Come sentado, con tiempo suficiente para saborear la comida, mastica despacio y sigue una dieta variada y equilibrada, en la que evites o disminuyas el consumo de estimulantes, como la cafeína y la teína y el consumo de alcohol.
- Practica deporte. El ejercicio físico es uno de los mejores relajantes naturales que existe, además de aumentar el estado de ánimo. No es necesario que te conviertas en triatleta, comienza por salir a andar un mínimo de tres veces por semana y subir las escaleras. Y si haces más deporte, pues muchísimo mejor.
- Revisa tu forma de gestionar tus tareas diarias. ¿Crees que la forma en la que te organizas te lleva al desorden y al estrés?. Busca formas eficientes de organización, ponte objetivos realistas, prioriza adecuadamente, planifica, incorpora periodos de descanso, establece tiempos de no interrupciones, ponte un horario razonable (sobre todo para terminar) y usa una agenda.
- Di NO. Una cosa es ayudar y otra diferente tratar de resolverle la vida a los demás o asumir sus responsabilidades. Pon primero en orden tu vida. Puedes leer también La trampa del Sí y cómo decir No de forma asertiva.
- Revisa tu perfeccionismo y alto nivel de exigencia. No consiste sólo en hacer, cumplir y llegar lejos, sino que también lo hagas en equilibrio y te sientas bien. Puedes leer también ¿Perfecto? No, gracias: 10 claves para reconducir tu perfeccionismo.
- Trabaja tu respiración. Medita, haz ejercicios de respiración abdominal, practica yoga o pilates… Cualquier actividad que te ayude a reducir tu frecuencia respiratoria te ayudará a disminuir tu nivel de estrés. Puedes leer también Mindfulness: Despierta tu vida al presente. Te animo a que practiques este ejercicio varias veces al día: Una pausa para Respirar.
- Comparte tus preocupaciones. Déjate ayudar y apóyate en los demás, no eres Superman. Todos necesitamos en determinados momentos unos de otros.
- Proponte retos que te motiven. Deja de verlo todo como una pesada carga y trata de cambiar la forma en la que miras lo que haces. Recupera el por qué y el para qué de lo que haces, encuéntrale el sentido, siéntete útil, y tiende a la mejora continua.
Y ahora sí, me gustaría que de este post salieras con el
compromiso de que todo lo que es importante para ti lo es Y TÚ TAMBIÉN. De que
sólo se vive una vez y que tú decides cómo quieres vivir, ¿contigo o por encima
de ti?.
Cuida de ti para cuidar todo lo que te importa, cuida de ti porque te importas.
Un saludo y buen camino,
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