Dietmar Hopp, cofundador de SAP, en un partido de la
Bundesliga entre el Hoffenheim, patrocinado por la firma, y el Hamburger. SV.
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ENTREVISTA | DIETMAR HOPP, COFUNDADOR DE SAP
SAP es la mayor tecnológica alemana, con un valor en Bolsa
de 143.000 millones de dólares. Dietmar Hopp, cofundador de la firma, conoce
la receta secreta para crear un consorcio mundial a partir de una exitosa
empresa emergente.
Pregunta. Alemania
atraviesa en la actualidad una fase de creación de startups. Sin embargo, no
todas ellas lograrán consolidarse. ¿Qué le hacía tener la certeza de que
triunfaría en 1972, cuando fundó SAP?
Respuesta. No
teníamos ninguna certeza. También carecíamos de un modelo de negocio. Lo único
que teníamos era el propósito de desarrollar un software estándar. No obstante,
no corríamos ningún riesgo al fundar la compañía, debido a la demanda
extraordinariamente alta existente dentro de nuestro sector a principios de la
década de 1970. Si hubiésemos fracasado, estoy convencido de que IBM [empresa
para la que Hopp había trabajado anteriormente] nos habría vuelto a emplear de
inmediato.
P. ¿Por qué
decidió independizarse? Al fin y al cabo, trabajar en IBM era por entonces el
sueño de todos los informáticos. Y usted había logrado hacerlo realidad.
R. Como asesores
de software en IBM, nos veíamos obligados una y otra vez a desarrollar para el
cliente programas para distintos ámbitos de aplicación, o a ampliar los ya
existentes. Nos dimos cuenta de que gran parte de la funcionalidad era idéntica
para casi todas las empresas. Esto nos hizo concebir la idea de desarrollar un
software estándar.
P. ¿Qué ocurrió
después?
R. Tuvimos la
suerte de contar como cliente con Imperial Chemical Industries (ICI). Yo era
por entonces asesor de sistemas en IBM en Mannheim. Se me asignó como ayudante
a Hasso Plattner, un hombre con una mente privilegiada. A ambos se nos encomendó
la tarea de modificar los programas existentes para la tramitación de pedidos y
la gestión de envíos. Reunimos el valor para proponer el uso de tecnología en
tiempo real para todo el proceso. Hoy día es algo que se da por supuesto, pero
en aquella época nadie conocía este término. Los operarios tenían la
posibilidad de introducir su pedido en la pantalla en tiempo real y comprobar
de inmediato si se disponía de existencias o si figuraba en el plan de
producción. Plattner y yo no tardamos ni seis meses en hacer realidad este
proyecto.
P. Los comienzos
de SAP.
R. A raíz de
ello, ICI quiso migrar todas sus aplicaciones a un método de trabajo en tiempo
real. IBM había ignorado durante mucho tiempo la relevancia del software de
aplicación, por lo que ahora se nos presentaba una gran oportunidad.
Conseguimos reunir a otros tres compañeros de IBM y ya éramos cinco los que
teníamos la intención de independizarnos con el fin de hacer realidad nuestro
proyecto de software estándar. ICI fue el primer cliente para el que tuvimos
que desarrollar un programa estándar con arreglo a sus necesidades.
Seguidamente desarrollamos el programa a una escala más amplia, incluyendo
contabilidad financiera y de activos, compras, almacén, auditoría y recursos
humanos, integrando además el sistema precursor desarrollado para la
tramitación de pedidos y la gestión de envíos. Se trataba de un programa muy
ambicioso.
P. ¿Cómo
transcurrieron los primeros meses?
R. Nosotros, los
cinco fundadores de SAP, y otros cinco empleados dedicamos todo nuestro
esfuerzo a desarrollar el sistema ideado. Nos ubicamos en ICI, en la planta
superior a la del departamento de envíos. No es que estuviéramos muy cómodos,
pero para nosotros era perfecto, porque estábamos muy cerca del cliente. ICI
quedó más que contenta con nuestro trabajo. Y desde el principio habíamos
acordado que, una vez entregado a ICI, podríamos utilizar el sistema
desarrollado para seguir perfeccionándolo con el fin de adaptarlo a otros
sectores. A cambio, nos contentamos con unos honorarios relativamente modestos
por parte de ICI. En el plazo de un año, logramos entregar el sistema listo
para su uso. Ese fue el comienzo decisivo. También tuvimos una suerte
increíble, al apostar en el momento preciso por el caballo ganador. Aun así, seguíamos
sin poder llamar a aquello un modelo de negocio.
P. ¿Cuál fue la
evolución tras ICI?
R. El nuevo
software estándar, al que bautizamos con el nombre de System R por ser en
tiempo real, comenzó a estar en boca de todos y adquirimos otros contactos. Las
empresas ya no tenían que solicitar que se creara un complejo y costoso
programa a medida para ellas, cuando gran parte del mismo existía de forma
estandarizada. ICI nos permitió mostrar a clientes en potencia una demostración
en sus instalaciones. Todos los interesados eran clientes de alto nivel, ya que
solo las grandes empresas disponían por entonces de ordenadores con suficiente
capacidad. Por supuesto, nosotros tampoco.
P. ¿En serio?
R. Era un gasto
que no nos podíamos permitir. Trabajábamos de noche o los fines de semana con
el ordenador de ICI, cuando nadie tenía que utilizarlo. En nuestra propia
oficina nos bastaba un simple lápiz para programar. La capacidad de los
ordenadores, sin embargo, aumentó de forma exponencial. Y los precios de los mismos
se desplomaban simultáneamente. En 1980 decidimos finalmente adquirir un
ordenador. Fue un paso de gigante para nosotros.
P. ¿Se crearon
ustedes mismos el mercado de software para empresas? ¿No tenían competidores?
R. Teníamos un
competidor de Wilhelmshaven (en la Baja Sajonia). Habían comenzado incluso
antes que nosotros, aunque el sistema era anticuado, incluso con perforadora
intercalada. Aparte de ellos, no había nadie más en Alemania. IBM, por su
parte, se había concentrado en los equipos. El software era para IBM algo así
como un servicio incluido para el cliente.
P. ¿Fue
consciente IBM de que nunca debería haberle dejado marcharse con su proyecto de
software?
R. No es que
dejáramos IBM llevándonos un sistema de software. Desarrollamos ese sistema en
ICI, nuestro cliente, y lo perfeccionamos después de forma consensuada con ICI
hasta convertirlo en nuestro sistema estándar. Solo nos llevamos nuestras
cabezas, que sin duda eran más valiosas de lo que IBM creía. Pero también IBM
se ha beneficiado considerablemente de SAP, ya que la mayoría de nuestros
numerosos clientes trabajaban con ordenadores de IBM. La ampliación de sus
sistemas se tradujo en un importante beneficio para IBM.
P. ¿Cuándo
comenzó la expansión fuera de Alemania?
R. En 1976
tuvimos que salir del país para atender a nuestro primer cliente en el
extranjero. Esto implicaba contratar a un traductor. Fue todo un caos, ya que
muchos términos técnicos eran aún desconocidos. Pero hasta ese problema
conseguimos superarlo.
P. Se convirtió
usted en gerente, con una plantilla de varios millares de trabajadores. ¿En qué
medida cambió el papel que desempeñaba?
R. Nunca he
asistido a ningún curso de gestión empresarial, ni leído ningún libro sobre
este tema. Y tampoco mis compañeros. Antes de salir a Bolsa me dijeron: “Tu
trabajo va a cambiar radicalmente”. No me lo creí. Pero estaban en lo cierto.
Era un trabajo muy distinto. Dejé de dedicarme a la distribución y la
programación. Hoy, sin embargo, estoy contento de haber tenido que aprender
todo desde cero.
P. ¿Cómo pasó de
ser programador a gerente? ¿Cómo se aprende la gestión empresarial?
R. Ya había
desempeñado un alto cargo en IBM durante seis años. Ahí se aprende mucho. Se
descubre tanto lo que a uno le gusta como lo que no le gusta. Esa es la mejor
formación. Tenía algunos superiores que solo sabían dar órdenes, pero nunca
hacían algo por sí mismos. En Mannheim, en cambio, tuve a uno que me dejó mucha
libertad. Ese obtuvo mejores resultados que el que solo impartía órdenes.
P. ¿Qué consejo
puede darle a los empresarios?
R. Hay que ser
humano, sea cual sea el cargo que se desempeñe. Lo peor de todo es ahogar la
creatividad dentro de la empresa. Esto sucede cuando los superiores infunden
miedo. Y el miedo paraliza. Hay que saber tolerar los errores. Si pones a la
gente contra la pared al primer error, no vuelve a atreverse a hacer nada. Se
limitan a ser fieles al lema “Quien no hace nada no comete errores”. La
cuestión de la humanidad siempre me ha inquietado. A final me convertí en el
Vadder (el “Padre”, en dialecto de Württemberg). Sigo llevando ese apodo hoy
día y me llena de orgullo.
P. ¿Lograba
reclutar a gente competente cuando SAP aún era una empresa poco conocida?
R. Por supuesto
que queríamos contratar a los mejores, y lo conseguimos, pero también
necesitábamos gente que dominara la faceta práctica y que fuera capaz de
trabajar en equipo con nuestros clientes.
P. Ustedes
pusieron fin a la era de las tarjetas perforadas. ¿Logrará SAP integrarse
también en el mundo digital 4.0? ¿Qué opinión le merece SAP en la actualidad?
R. Yo ya no soy
más que un observador, aunque estoy muy bien informado. SAP ha realizado
infinidad de adquisiciones inteligentes. La ventaja son los conocimientos
adquiridos durante este proceso. Considero que la base de datos Hana constituye
una importante contribución para SAP. Pongamos como ejemplo SAP Sports One, ya
que soy aficionado al fútbol; ahí todo gira en torno al diagnóstico del
rendimiento. Los jugadores se identifican y analizan a través de cámaras.
Medición del rendimiento en carrera, datos… El equipo del TSG Hoffenheim [que
pasó de quinta a primera división con el apoyo financiero de Hoff] es líder en
este ámbito gracias a SAP. El programa es capaz de detectar si alguno de los
jugadores corre el riesgo de lesionarse. Entonces se opta por cuidarlo para
evitar que pueda ocurrir algo malo. Hablamos de ventajas de un valor
incalculable. Y nada de ello sería posible sin Hana y sin la programación en la
nube.
P. Su atención,
sin embargo, se centra en la Fundación Dietmar Hopp, una de las más importantes
de Alemania. ¿Cómo se le ocurrió esta idea?
R. La respuesta
es sencilla: las buenas obras le hacen sentirse a uno tremendamente bien. Así
puedo devolverle algo a la sociedad. La verdad es que he tenido mucha suerte. Y
se necesita también si eres empresario.
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