La fiebre de la marca
personal lleva a la aparición de perfiles profesionales irreales, más
preocupados de una falsa visibilidad que de los resultados. Los procesos de
selección se llenan de candidatos de cartón piedra que engañan para mantener
una realidad insostenible.
La inflación de tesis y másteres con esteroides y la
titulitis que lleva al dopaje académico tienen en buena parte su origen en una
obsesión enfermiza por una marca personal mal entendida, y en la creencia
errónea de que ciertos atajos y mentiras pueden crear una imagen profesional
que resulta eficaz.
En la mayor parte de los casos, engañar, inflar o acumular
títulos lleva a crear profesionales de cartón piedra que no aguantarían un
proceso de selección en condiciones.
Las consecuencias para quienes se aventuran en este mundo de
medias verdades académicas, currículos hipertrofiados y personajes de pega en
las redes sociales suelen ser graves, y lo son también para el sistema de
reclutamiento: el exceso de perfiles profesionales falsos es un obstáculo para
los procesos de selección y para reducir la tasa de fracasos cuando se trata de
elegir al candidato idóneo para una empresa y para un puesto.
Carlos Rebate, autor de Influencers, todo lo que necesitas
saber sobre influencia digital, considera que "hoy el mercado laboral
requiere continuas reinvenciones personales en ciclos cada vez más cortos y con
una incertidumbre cada día mayor. La carrera sirve para capturar nuestras
inquietudes de juventud, aportar cierta estructura a nuestro pensamiento y, en
el mejor de los casos, adquirir alguna competencia blanda. Poco más".
El exceso de perfiles
profesionales de pega es un
obstáculo para afinar en los procesos de selección
obstáculo para afinar en los procesos de selección
A esto añade que "las universidades tienen muchas
dificultades para crear una oferta educativa adaptada a la velocidad de los
cambios que vivimos y viviremos. Esto nos lleva a una desintermediación de la
educación, a la globalización académica, y a la entrada de nuevos actores en el
ecosistema educativo, desde las plataformas de cursos masivos online (los MOOC
tipo Coursera), pasando por los nuevos canales de difusión del conocimiento, la
posibilidad de aprender directamente de las propias empresas (caso de Google
con Tensorflow, la biblioteca de código abierto para aprendizaje automático)
hasta los gurús internacionales en cualquier materia, adquiriendo su
infoproducto (curso online) a un módico precio".
Rebate sostiene además que nunca en la historia de la
humanidad fue más fácil y económico recibir formación de calidad (y también de
poca calidad). Añade que "tal vez por eso nunca fue más sencillo
coleccionar títulos y sacarle brillo a nuestro perfil de LinkedIn, que a veces
resulta contraproducente. Nuestra formación (carreras, másteres, posgrados,
cursos) es útil en la medida en que tiene sentido para nosotros y obedece a
nuestra curiosidad o a las necesidades de conocimiento que tenemos en un
momento vital concreto".
Asegura asimismo que "las titulaciones académicas están
sobrevaloradas. Grandes compañías como Apple, Google o IBM, han comenzado a no
exigir una titulación para contratar, ya que no importa tanto lo que sabemos o
lo que dice nuestro expediente académico -que posiblemente no usemos nunca y
nos pone frente a retos para los que no estamos preparados- como lo que somos
capaces de aprender y de lograr (actitud y competencias)".
El valor diferencial
Margarita Mayo, profesora de liderazgo en IE Business
School, coincide en que "las empresas no contratan por lo que uno sabe ahora,
sino por lo que es capaz de aprender", y explica que "lo más
importante cuando hablamos de marca personal no son los títulos sino cómo nos
diferenciamos de otras personas. Cuáles son nuestros valores".
Andrés Pérez Ortega, consultor en estrategia personal,
recuerda la frase de Margaret Thatcher: "Si nuestra única oportunidad es
la de ser iguales, no es una oportunidad". Añade que "hoy es muy
fácil ser idénticos académicamente", y recuerda que "no importa tanto
que digamos lo que sabemos cómo que demostremos lo que hemos hecho realmente
con ese saber o, al menos, lo que creemos que podemos hacer. No nos van a pagar
más simplemente por las horas o el dinero que hemos invertido sino por el que
vamos a ahorrar.
No se trata de poseer títulos sino de qué hacemos con ellos
para generar un impacto. La atomización de diplomas, grados, másteres,
licenciaturas, créditos y toda la parafernalia académica, provoca que se puedan
llenar varias hojas de un currículo con listados interminables de supuestos
aprendizajes".
Lo importante no es tener un
currículo repleto
de másteres y cursos sino de
logros verdaderos
Rebate coincide en que "en el pasado todo era más
predecible: uno estudiaba algo, se convertía en su profesión, y, por regla
general, aplicaba los mismos conocimientos durante décadas, hasta que se
jubilaba y le regalaban un reloj. Cuando sólo unos pocos afortunados tenían
acceso a una titulación universitaria, contar con ella suponía una
diferenciación. Hoy casi cualquier candidato se acerca al mercado laboral con
una carrera y un máster, cuando no con doble titulación, idiomas y estancias en
el extranjero".
Mayo subraya además que lo que importa es ser auténtico:
"La confianza es clave, y transmitir una imagen falsa que no es la nuestra
nos perjudica. Si se destruye así la confianza resulta muy difícil de
recuperar. La selección no es solo en una dirección. Si usted no se presenta
como es (con una imagen irreal y falsa), eso le perjudica. Si miente,
finalmente se descubrirá".
Pérez añade que "un título ya no demuestra nada. Hubo
un tiempo en el que tener uno de los primeros MBA de prestigio podía ser algo
para presumir, y poseer ciertos títulos hacían que alguno se sintiera un ser
superior. Pero a medida que se fueron multiplicando las escuelas de negocios y
las universidades, todo eso dejó de ser una medalla que colgarse.
El peso de la
reputación profesional pasó a depender más de la empresa de la que uno forma
que de la formación que tuviese". Cree asimismo que esa titulitis es una
necesidad sólo en determinadas profesiones. Desde hace un par de décadas un
título ya no demuestra demasiado, simplemente es un peaje más que hay que pagar
para poder entrar en el mundo profesional. No es ego, es supervivencia. Estos
títulos tienen más importancia para ciertos políticos que carecen de
experiencia profesional o que no han puesto en marcha una empresa". Y
concluye que "aprender es imprescindible, pero los títulos cada día valen
menos. Lo fundamental no es tener un currículo repleto de cursos sino de logros".
La huella real
A todo esto Pérez añade que mucha gente aún no termina de
entender que la marca personal es la huella que dejamos y no los títulos que
acumulamos: "El mercado no premia el esfuerzo sino el valor añadido. Eso
significa que, si pasa la vida estudiando, quizá su familia le dará palmaditas
en la espalda o le dirá que está trabajando mucho y que además es muy listo y
está muy preparado, pero si no es capaz de hacer algo valioso con todo eso es
como tener un ordenador de última generación para jugar al Buscaminas".
Silvia Leal, experta en transformación digital, recuerda que
la marca se concibe como una ventana de visibilidad, aunque hay trabajos y
personas que tienen dificultades para obtener esa visibilidad. Leal opina que
"la marca puede convertirse poco a poco en algo adictivo.
Algunos se
centran más en lo que se hace hacia afuera que en lo que se debe hacer
internamente en el propio trabajo. El error está en convertir esa ventana en el
centro neurálgico de la vida laboral y hacer que las redes pasen de ser un
escaparate de todo que hacemos realmente a una película en la que nos
convertimos en protagonistas un tanto enfermizos. Se añade que las redes
magnifican todo esto. Antes uno hacía un curso y lo veían cuatro. Ahora lo
publicita en las redes y lo ve todo el mundo. Esto potencia la titulitis y
puede favorecer la mentira. En ese sentido, las redes multiplican el problema
de manera exponencial".
Un título o una carrera hoy
demuestran bien poco
si lo que se pretende es resultar
diferente al resto
Por su parte Andrés Pérez advierte de que mucha gente joven
se queja de no encontrar algo "de lo suyo" a pesar de tener cuatro
carreras, seis másteres y decenas de cursos: "La cuestión es si se habrán
preguntado alguna vez qué pueden hacer con todo eso, o cómo pueden transformar
toda esa energía potencial en trabajo o movimiento. ¿Qué pasa si "lo
mío", lo que me "apasiona" no le interesa a nadie? Si como
profesional usted no es capaz de convertir ese inventario de cualidades -que
todos tenemos- en algo que mejore las cosas, no conseguirá nada".
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