Shane Parrish, en
Farnam Street del pasado 3 de julio,
plantea que la sensación de no ser
escuchado es uno de los sentimientos más frustrantes que nos podemos imaginar.
Asumimos que siempre que estemos oyendo a alguien y entendemos sus palabras
estamos escuchando, pero oír simplemente no es suficiente, ya que, entre otras
cosas, necesitamos comprender lo que nos están diciendo y considerar la
comunicación no verbal.
La escucha activa
es una técnica para desarrollar nuestra habilidad para escuchar que se centra
en tres competencias principales:
a).- Comprender:
para comunicarnos primero debemos entender lo que nuestro interlocutor quiere
decirnos realmente, lo cual no es tan sencillo como parece. En la mayor parte
de los casos esta comprensión se produce instantáneamente y de forma
inconsciente, pero existen numerosas barreras que pueden impedirla, como:
- Barreras lingüísticas.
- La utilización de jergas.
- Las diferencias culturales, de generación, sociales, de rango y otras discrepancias que existen entre las personas.
b).- Retener: para
poder responder de la manera adecuada debemos entender y recordar lo que la
otra persona ha dicho. No todas las personas retienen los mismos detalles, ya
que algunas recuerdan los que son específicos mientras otras se fijan en la
idea general. Es común que solo retengamos los detalles que consideramos son
relevantes para nuestra respuesta.
Si escuchamos activamente nos centramos en las palabras de
la otra persona en lugar de estar pensando en cuál va a ser nuestra respuesta. Controlar y suprimir
nuestro ego es complicado.
Existen una serie de barreras
potenciales entre las que se incluyen:
- Los prejuicios cognitivos y la escucha selectiva.
- Las distracciones, tanto internas como externas.
- Problemas de memoria.
Si queremos ser un oyente activo debemos ser capaces de ir
más allá de las palabras y formarnos una imagen clara de las emociones e
intenciones del orador, evitando inventarnos interpretaciones que adornen o den
un significado a sus palabras acordes con nuestros propios pensamientos. Las
barreras potenciales son similares a las que encontramos en las dos
competencias anteriores.
Aunque no existe un método para aprender a escuchar
activamente existen una serie de acciones
que podemos emprender para mejorar
nuestras capacidades. Entre ellas el autor recomienda:
1.- Aprender a reconocer nuestros prejuicios cognitivos y a
observar cómo interfieren en nuestras conversaciones.
2.- No tratar de responder inmediatamente. Permitir que
nuestro interlocutor termine de hablar y luego ofrecer nuestra respuesta.
3.- Minimizar el narcisismo en nuestra conversación
controlando adecuadamente el uso que hacemos de los pronombres. Un exceso de
“yo” puede indicar un deseo exagerado de derivar la conversación hacia
nosotros. Procurar utilizar “nosotros” con frecuencia.
4.- Tomar notas, si es posible, durante las conversaciones
clave. Aunque puede desconcertar al orador es relevante en determinadas
ocasiones para ayudarnos a una reflexión posterior.
5.- Tratar de visualizar claramente la lógica de la persona
que está hablando en los casos en que nos enfrentamos a una discusión. Tenemos
que aceptar el hecho de que las personas rara vez estamos dispuestas a cambiar
nuestro punto de vista y que en lugar de enfadarnos o frustrarnos podemos
intentar entenderles. Si escuchamos activamente podemos convertir un argumento
en una tranquila discusión.
6.- Buscar razones para incrementar nuestra motivación para
escuchar. Éstas pueden ser, por ejemplo, el deseo de establecer buenas
relaciones, no perder el tiempo o que el intercambio de ideas sea lo más claro
posible.
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