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Aún ausente, su jefe
(si es del tipo tóxico) habrá sido protagonista de las charlas con los amigos
este verano. Y a menos que decida irse de la compañía, cuando regrese
necesitará nuevas armas para resistir.
Si usted está entre los profesionales que forman parte de
esa tribu numerosa de oficina, caracterizada por el deseo de marcharse, pero no
de su empresa ni de su trabajo, sino de su jefe... Y si además de mentarlo y
lamentarse durante las vacaciones no le queda más remedio que aguantar a la
vuelta del verano, aquí encontrará algunos consejos que le harán sentirse
comprendido y que le servirán para practicar la resistencia y la resiliencia
con quien le manda. No está solo. Como usted, otros muchos regresarán a un
trabajo con un jefe que no es perfecto... ¿Pero es que eso existe?
Lo más lógico es que si vive diariamente una relación
profesional tóxica con un superior que le perjudica, terminará yéndose de la
compañía. Si no lo hace, su talento queda desaprovechado.
Pero si decide quedarse, tendrá que analizar qué gana y qué
pierde con un mal jefe (sí, hay aspectos positivos aunque no pueda creerlo); y
qué le lleva a aguantarlo.
Según sean los
argumentos caben diferentes estrategias:
Resistir, sin más...
La paciencia para tolerar a un jefe que considera nefasto
puede servirle fuera y dentro de su trabajo y de su empresa. También en su vida
personal. Usted puede adquirir así la capacidad para manejar situaciones
complicadas.
Una opción es fingir, resignarse y asumir la situación como
si no pasara nada, sobreviviendo de la mejor manera posible mientras encuentra
otro trabajo o cambia de puesto.
Puede asumir con calma esa situación, con la esperanza de
que su jefe se vaya o usted deje de depender de él. Pero debe tener en cuenta
que el grado de supervivencia y de permanencia de un mal jefe en su puesto
puede ser muy alto. Son verdaderos especialistas en mantenerse.
También puede escapar, pero dentro de su propia compañía:
busque contactos o padrinos para irse a otro departamento.
El enfrentamiento
La convivencia con un superior tóxico puede potenciar
competencias como el propio riesgo de enfrentarse con ese mal jefe. Eso le
lleva a no ser tan complaciente ni a conformarse con el hecho de estar
simplemente en una empresa.
Si su jefe no está a la altura -de lo que usted necesita y
espera- cabe la posibilidad de transmitirle de forma serena, correcta y firme
aquello que usted cree que puede mejorar. Eso sí, tenga en cuenta que si
después de hacerlo no hay cambios que le satisfagan, la opción es marcharse de
la empresa.
Incluso con el peor
mando, puede elegir
una estrategia proactiva para brillar cada vez más
Tenga cuidado si, tras el verano, ha decidido que es hora de
despacharse a gusto con su jefe. Hablar con sinceridad total, diciéndole a
quien nos manda lo que pensamos realmente, es un desahogo que podría resultar
peligroso, sobre todo si éste se convierte en lo que se conoce como vómito
tóxico.
Es recomendable que cualquier arranque de sinceridad o queja
tenga que ver con la asertividad, que es la capacidad de sincerarse, pero
buscando la forma, la manera y el lugar adecuado.
Si ha decidido ser totalmente sincero con su jefe, procure
que aquello que argumente se base siempre en hechos, y que las quejas que
plantea sean concretas, ya que el objetivo es que todo cambie. Evite los
juicios o las interpretaciones, y deje muy claro cuáles son sus necesidades.
Pasar a la acción
Aunque el panorama a su vuelta le parezca desolador, pase a
la acción. Puede decidirse por una estrategia de proactividad que abrume a ese
mando acostumbrado a la mediocridad: tome la iniciativa y no espere a que le
encargue algo. Sea proactivo y deje a otros el papel de críticos y cenizos
permanentes. No se trata de convertirse en el chico para todo ni de dar la
imagen de que es capaz de resolver cualquier tarea.
Quizá sea el momento de aprender a cuidar su autoestima:
ante un mal jefe que trata de destruirla, usted puede hacer ver que vale más
que ese papel que le hace representar.
Si decide pasar a la acción y basarse en los resultados no
se venda por encima de sus posibilidades ni diga lo que no es realmente, porque
se trata de de demostrarlo.
Argumente a su superior que es competente, en las grandes
cuestiones y en los pequeños detalles. Aquí la calidad de su trabajo será su
mayor garantía.
Añada a todo esto una demostración de que es usted muy bueno
en cuestiones determinadas. Y aún mejor, que es competente en un área que su
superior valora.
Aunque no lo crea, un mal jefe puede llevarle
a desarrollar aspectos
positivos en su carrera
Tenga en cuenta además que tener un mando mediocre, que no
sabe, y que muchas veces ni siquiera está, puede dejarle hacer, se meterá muy
poco en su día a día y en sus decisiones. Es otra oportunidad de pasar a la
acción, de experimentar y de tener un grado de autonomía superior, en tareas y
funciones que no están a su alcance.
Aprovechar la
situación
Aunque parezca increíble, un mal jefe puede servir para
desarrollar su carrera. Para empezar, con un superior que no brilla
profesionalmente usted puede destacar. Incluso si se gana su confianza puede
apoyarse en usted.
Un mando tóxico le ayudará a gestionar la adversidad y a
mantener su equilibrio. También le mueve a buscar otras formas de relación, y
sirve para mejorar en la gestión de lo transversal.
Lidiar con un mal jefe implica asimismo cultivar una especie
de resiliencia de la que usted puede salir fortalecido. Es algo así como un
entrenamiento muy duro que le lleva a salir fortalecido de una situación
complicada.
El mando tóxico también puede volverle más creativo: si
usted sabe que le pondrá las cosas siempre más difíciles, eso le hará aguzar el
ingenio. Con un mando que tiende a buscar culpables en su equipo cuando las
cosas le salen mal, usted debe asegurarse, si es necesario, de que tiene las
pruebas para que no le acusen.
Además puede llevarle a descubrir sus fortalezas y
debilidades y puede reafirmar sus valores ya que, si el que le manda actúa con
valores desviados o antivalores es necesario que mantenga los propios.
Radiografía
- Resulta muy básico, pero lo primero que debe hacer es tener claro qué es un mal jefe. Quizá usted esté frente a un narcisista, un ególatra, un inepto, o un superior que, a pesar de todo, consigue resultados, y por eso se mantiene.
- Una característica del pésimo mando es que no le interesan las necesidades de sus empleados, ni sabe motivarlos.
- Se rodea de aduladores. No hay meritocracia. Se recompensa el presentismo y la multitarea inútil.
- El mal jefe no entiende lo que usted hace ni le conoce como profesional, por lo que no le interesa su desarrollo de carrera ni le tiene en cuenta para una promoción o un ascenso.
- Es el tipo de mando que no cree en los propósitos y valores de la organización, y no es precisamente un ejemplo para confiar en la empresa. Los expertos coinciden en que el alineamiento de la misión y los valores entre líderes y empleados resulta determinante para el éxito de una organización... El mal jefe no es un modelo en esto.
- Quizá quien le manda no ejerce ningún tipo de estímulo intelectual sobre usted. No le anima a ser creativo ni a "pensar fuera de la caja". La comunicación no fluye libremente y el diálogo no es auténtico. No hay confianza ni sinceridad. Usted básicamente no sabe lo que ocurre en su empresa ni lo que ésta o sus superiores esperan que haga y sea.
- Un superior tóxico no crea un clima de exigencia positivo, y tampoco reconoce sus errores o limitaciones, ni evita los prontos. Le resulta difícil llevar con templanza los momentos de presión o carga de trabajo. Es incapaz de cambiar de opinión cuando se le argumentan otras alternativas, e impone las suyas. Y no tolera que los demás se equivoquen.
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