Tomar un café con los
compañeros y también con el jefe mientras se charla de temas extralaborales
está bien visto en el país nórdico, uno de los más competitivos.
Primera situación.
Tres empleados, una mujer y dos varones, se encuentran tomando café y charlando
animadamente, junto a la máquina expendedora. De una puerta lateral sale un
directivo, saluda cortés y discretamente, y continúa su camino rumbo a su
oficina. Los tres empleados apuran el resto de bebida que queda en sus vasitos
de plástico, se deshacen de ellos y se dispersan con prontitud, cada uno a su
puesto de trabajo.
Segunda situación.
También tres empleados, con la misma composición de género. Un directivo
aparece por una puerta lateral, rumbo a su oficina. Saluda, se detiene junto a
la máquina expendedora, se provee de su propio café y se queda charlando con el
pequeño grupo de empleados. Conversan animadamente, hasta que cada uno va a su
puesto.
La primera situación
puede desarrollarse en cualquier país del mundo y, obviamente, con mucha
frecuencia en nuestro país. La segunda, en Suecia, o en empresas filiales
internacionales del mismo origen. Es una práctica habitual, que hasta tiene un
nombre propio: se llama "fika". Emelie Gallego, agregada cultural de aquel país en España, explica en una
nota para el diario El País: "Fika es un fenómeno social. Es tomarse un
café o un té, pero también es una razón para socializar, es un momento de
calidad con los compañeros de trabajo". Una improvisada traducción
cultural a nuestras tierras sería compartir un mate en horario laboral. Agrega:
"Ese ambiente más familiar fortalece los lazos entre compañeros, pero
también los directores están presentes. La cultura empresarial en Suecia es, en
general, bastante cercana y poco jerárquica".
Imaginemos el
pensamiento oculto del directivo de la primera situación: "Esta gente se
la pasa tomando café, en vez de trabajar". El otro directivo, el sueco, sabe que podrán estar hablando del partido
de fútbol de ayer, la reunión de mañana, o la solución a algún problema
administrativo. Dos percepciones diferentes, en donde la pausa cafetera
está, no solo incorporada, sino alentada. Valga apuntar, a esta altura, que Suecia se encuentra entre uno de los países
más competitivos del mundo, según el Foro
Económico Mundial.
Curiosamente, en nuestra cultura, cuando se quieren resolver
asuntos delicados o estimular un acercamiento en otros términos, la salida es:
"¿Vamos a tomar un café?" Pero en la esquina, o a mitad de cuadra,
muy excepcionalmente en el lugar de trabajo. Es la segmentación de los
espacios, como señalara Michel Foucault.
Y los tiempos, podríamos agregar.
Flexibilizar estas fronteras tan rígidas puede ser
beneficioso, no solo por la productividad sino por la calidad de vida en
general. La consultora española Ana
Verdún acierta cuando afirma que estas prácticas del café compartido
"ayuda a trabajar cuando trabajas y a descansar cuando descansas, porque,
en otro ambiente más restrictivo, mientras estás frente al ordenador piensas en
el receso y, cuando estás tomando el café, no puedes desconectar del todo
aquello que te queda por hacer".
En verdad, el trabajo -muy especialmente el intelectual- no
tiene límites preestablecidos ni pueden imponerse con una rigurosa cuadrícula
de tiempos y lugares. Si hubiera que fichar, por ejemplo, todos los momentos
dedicados a resolver problemas laborales, habría que poner, en muchos casos,
una tarjeta-reloj al lado de la ducha. Lo que podríamos llamar "el modelo sueco", no es para
nada descartable. Solo se necesita entender que el futuro del trabajo apunta
más a la libertad que a las restricciones.
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