Se pueden hacer planes para vivir una vida muy larga. Si a mediados del siglo 20 llegar al centésimo cumpleaños era la excepción, en la actualidad no es arriesgado decir que casi la mitad de los niños que nacen hoy van a vivir una centuria, al menos en los países ricos. Casi todos están viviendo más que sus padres.
Pero esa posibilidad de vivir más años puede ser un regalo o
una maldición. Para que sea un regalo mañana, debemos planificar y tomar
decisiones hoy. Debemos reestructurar y rediseñar la vida para aprovecharla al
máximo. Esto es en síntesis la tesis de The
100-Year Life: Living and Working in an Age of Longevity, un libro
publicado por Lynda Gratton, psicóloga,
y Andrew Scott, economista, que trata sobre los cambios que van a dar forma
a un futuro al que nos vamos a tener que adaptar. La sociedad, los individuos y
las empresas deben ponerse a pensar con urgencia en la longevidad porque tiene
consecuencias directas en el trabajo, en el estudio, en las finanzas y en la
vida toda.
Gratton y Scott
juntan ambas experiencias para ofrecer un profundo análisis y una serie de
ideas para repensar las finanzas, la educación, la carrera laboral y las
relaciones en general de manera de poder vivir una provechosa vida hasta los
cien años.
La idea de trabajar hasta los 70 o 75 da miedo a unos
cuantos. Muchos de nosotros hemos sido criados en la idea de una vida en tres
etapas: educación, trabajo y retiro. Pero ese camino tan prolijamente delineado
está comenzando a hacer agua por todas partes: la expectativa de vida está
creciendo, las jubilaciones sobre la base del último sueldo comienzan a
desaparecer y mucha gente se ve en la necesidad de barajar varios trabajos a la
vez. Ya sea que se tengan 18, 45 o 60 años, hoy todos tienen que hacer las
cosas de manera muy diferente de como lo hacían las generaciones anteriores y
aprender a reestructurar la vida en formas totalmente nuevas.
Antes era raro vivir hasta los 100 años. Pero el progreso de
la ciencia significó que en los últimos dos siglos cada año sumó tres meses a
la expectativa de vida promedio, al menos en los países ricos. Si el libro de
Gratton y Scott está en lo cierto, la mitad de los niños que nacen hoy en el
mundo más rico podrían vivir hasta los 100 años.
Si bien es cierto que hacer predicciones sobre la
expectativa de vida futura no es fácil, por lo general se entiende que hay
límites fundamentales a la extensión continuada de la vida promedio y que va a
ser tremendamente difícil lograr más avances. Ya se ha logrado mucho, como
reducir la mortalidad infantil y las enfermedades cardíacas, por ejemplo.
Expectativa de vida
La naturaleza ha dado a todas las especies una determinada
expectativa de vida. Es como si hubiera una pared impasable al final de ese
lapso; se puede lograr que todos los miembros de una especie sean cada vez más
sanos y así la expectativa de vida de esa especie aumentaría constantemente,
pero al final siempre estaría limitada por esa pared.
Cada especie tiene una diferente duración estimada de vida:
para las moscas es de un par de días; para la ballena boreal es de dos años. En
cuanto a los humanos, los biólogos descubrieron que hasta la década de 1960 la
expectativa de vida era de 89 años. Esto significa que si continuamos mejorando
nuestros sistemas de salud, la expectativa de vida de la población mundial
convergería en los 89 años. En salud pública este desarrollo recibe el nombre
de "compresión de morbidez". La idea es que a medida que nuestros
sistemas sanitarios mejoran y vivimos cada vez mejor se acorta el tiempo que
vivimos enfermos o con dolencias.
La tasa de sobrevivencia de nuestra población se vuelve cada
vez más rectangular, con más personas que llegan a la vejez y a una vejez más
sana que antes. Sin embargo, la expectativa de vida actúa como un punto fijo
más allá del cual no es posible seguir logrando mejoras en salud y allí es
donde las tasas de supervivencia de los humanos caen bruscamente a cero.
Romper la barrera
¿Cómo fue que rompimos los límites de la expectativa de
vida? No lo sabemos con exactitud, pero los principales candidatos son la
invención de la medicina regenerativa y los reemplazos de órganos. Podría
decirse que las principales revoluciones médicas hasta los años 60 fueron el
descubrimiento de los antibióticos, de las vacunas contra una serie de
enfermedades y el progreso en temas relacionados con la higiene. Esas intervenciones
ayudaron a tornar más lento el deterioro de nuestros órganos vitales,
literalmente el corazón de la salud física.
Sin embargo, el impedir que fallen los órganos humanos o su
reemplazo total significó extender las funciones del cuerpo más allá de lo que
la naturaleza tenía previsto para nosotros; por lo tanto afectó la expectativa
de vida de la especie humana y removió los límites naturales de la expectativa
de vida. Hoy los biólogos creen que nuestra expectativa de vida trepó a 97
años, ocho más en el transcurso de 40 años.
¿Qué significa todo esto para el envejecimiento de las
sociedades? En un mundo de expectativa de vida limitada, viviríamos una vida
cada vez más sana pero nos toparíamos con el envejecimiento en los últimos años
de nuestra vida. Las decisiones de vida que tomamos (como cuánta educación
obtener y cuándo jubilarnos) serían decisiones mucho más planificables,
sabiendo que la probabilidad de vivir hasta 89 es bastante alta, pero que vivir
más allá de ese límite es más improbable.
Podríamos incluso decir que a medida que ganamos en salud
seríamos más productivos y ganaríamos más durante nuestra vida laboral; pero al
saber que vamos a morir a una edad que ronda los 89 ñ podríamos decidir
trabajar menos y retirarnos antes.
No ocurriría lo mismo en el caso de que la expectativa de
vida fuera ilimitada; nunca estaríamos seguros de que no vayan a aparecer
nuevas invenciones médicas, especialmente en el campo de la genética, que
extiendan la vida más allá de lo que hoy se puede imaginar. ¿Por qué no hasta
los 150 años?
En un mundo así, el problema de cómo vamos a vivir en la
vejez se vuelve muy diferente: vivir hasta 150 pero jubilarse a los 65 o antes
no puede ser una opción. Se nos plantea entonces la necesidad de trabajar más
años e invertir en educación durante toda la vida para capacitarnos en cosas
nuevas y adquirir habilidades que nos conviertan en miembros útiles para la
sociedad. Eso, en última instancia, nos lleva a tener mejores ingresos que nos
permitan una vejez cómoda a la vez de activa.
Pero en tiempos de rápida expansión de la expectativa de
vida los sistemas tradicionales no dan abasto con los cambios y presionan
fuertemente a las generaciones más jóvenes; poca población activa para sostener
a una enorme población pasiva, y los viejos correrán el riesgo de quedarse
demasiado tiempo en este mundo. El desafío, entonces, es que las sociedades
logren un buen equilibrio entre trabajo y retiro para que no haya obstáculos en
el camino hacia una era de vejez dorada.
Longevidad, trabajo,
ahorro
La solución es clara: hay que trabajar más años y postergar
el retiro de la vida activa. Los Gobiernos del mundo ya ven la necesidad de
modificar las leyes jubilatorias. Dieciocho países de la OCDE han subido la
edad jubilatoria. Simultáneamente, a los trabajadores activos se les está
pidiendo que aporten más y más. Pero nada parece ser suficiente.
La tesis del libro es que nos aguardan dificultades todavía
más graves. Analizando tres personas hipotéticas, nacidas en tiempos
diferentes, los autores dibujan la escala del problema y lo que podría
significar para una vida de trabajo.
Jack, nacido en 1945, trabajó 42 años y estuvo jubilado
durante ocho. Debió ahorrar mensualmente solo un pequeño porcentaje de su
salario para tener su jubilación, que fue complementada por el Gobierno y por
la compañía donde trabajó. Jimmy nació en 1971 y tiene una expectativa de vida
de 89. Si trabaja 44 años para cobrar jubilación durante 20, probablemente
tenga que ahorrar 17% de sus ingresos durante toda su vida laboral. A partir de
aquí, los números crecen de manera más preocupante. Jane, nacida en 1998,
tendrá que financiar 35 años de retiro sobre los mismos 44 años de trabajo.
Esto va a significar que tendrá que ahorrar 25% de sus ingresos, una suma que
probablemente no podrá solventar dado que tendrá que hacer frente a otros
compromisos, como el pago de la hipoteca inmobiliaria, la universidad y la
educación de los hijos.
El resultado de toda esta permanente extensión de la
longevidad es que habrá que trabajar hasta los 70 años o incluso más allá de
los 80. Esa posibilidad dejará de ser inusual y sería incluso necesaria en el
futuro.
Si bien se pueden hacer objeciones a los supuestos en que se
basan los tres escenarios anteriores, la escala del problema se ve con perfecta
claridad. Va a ser prácticamente imposible que los trabajadores ahorren
suficiente dinero durante su actual expectativa de vida para financiar cada vez
más años de vida alejados del trabajo. Y si la gente tiene que trabajar más
años, no queda claro si la educación que adquirió en la juventud, o los lugares
donde trabajen, están preparados para aguantar ese futuro.
¿Cómo adaptar la educación para que prepare a la juventud de
hoy para vidas laborales más largas y muchas tareas diferentes? Los cursos
online y la recapacitación están ganando popularidad e importancia justamente
por esta razón. Pero las universidades van a tener que reformular el modelo
según el cual dan de golpe un paquete de educación en la juventud. Si la gente
debe capacitarse durante toda su vida y también ahorrar más de su salario
previendo un largo retiro, la educación de un solo golpe al comienzo no
conviene.
El mundo no está preparado para el aumento en la expectativa
de vida de la gente. Los 100 años pueden ser un increíble regalo pero uno con
muchas implicancias. En el trabajo, puede significar no jubilarse hasta los 80
años. Para eso habrá que actualizar las habilidades, aprender cosas nuevas. En
la familia, podría significar la convergencia de cuatro generaciones.
De cada uno de nosotros depende que la vida muy larga sea
regalo o maldición. Debemos hacer planes, tomar decisiones ahora en nuestros
mundos privados y públicos para que esos 100 años sean un verdadero regalo.
Oportunidades
La longevidad, como fuerza motriz de la innovación, presenta
enormes oportunidades para las empresas dispuestas a adaptarse. La publicación
británica The Economist auspicia el 7 de diciembre de este año en San Francisco
un seminario que lleva por título "Business of Longevity: Innovation for
an aging world" donde se llevará a cabo un diálogo internacional sobre las
oportunidades que se abren y las más recientes innovaciones que impulsan el
mercado del envejecimiento.
A lo largo de los últimos 50 años, todos los pronósticos
sobre cuántos años iba a vivir la gente se quedaron cortos. La expectativa de
vida en los países ricos creció a razón de dos años y medio por década creando
nuevas oportunidades de negocios alrededor de un lucrativo mercado cada vez más
grande.
Según el Foro Económico Mundial, para el próximo año
alrededor de 70% del ingreso disponible en Estados Unidos estará en manos de
personas de más de 60 años. Además, la firma investigadora de temas sanitarios
Parks Associates prevé que las tecnologías revolucionarias, los servicios
innovadores y los nuevos modelos de negocios van a generar US$ 30.000 millones
en los próximos cinco años.
Hay muchas preguntas por contestar. Cómo se hace para
transformar el campo del envejecimiento, tradicionalmente altruista, en modelos
de negocios comercialmente viables. Quiénes serán los que se pongan a la cabeza
de la innovación en el terreno del cuidado de la salud y logren atraer ese
poder adquisitivo en la población de más de 50 años. Cuáles son las nuevas tecnologías
pensadas para este segmento de la población, todavía insuficientemente
atendido. Dónde están los inversores que se animan a apostar por este mercado
caracterizado por incertidumbres pero de un enorme potencial. Mientras las
innovaciones científicas aumentan la duración de la vida sana cómo va a cambiar
nuestra sociedad y nuestra economía. Y cómo deberá ser la respuesta que den
desde la política.
Más que una palabra de moda, la longevidad ha salido del
ámbito de la ciencia ficción para convertirse en una ciencia aceptada y un
negocio prometedor.
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