Estamos a las puertas de otras Navidades. Otro año que se
nos ha ido escurriéndose y filtrándose entre nuestros quehaceres diarios, alguna que otra aventura, algún plan
fallido, risas y por qué no, seguramente
alguna lágrima. Llegados a este punto,
casi sin proponérnoslo y de manera
totalmente casual, nos es inevitable hacer balance y pensar en los propósitos
de fin de año, que sospechosamente coincidirá en un 80% con los propósitos del
año anterior.
Sin embargo, terminar un buen año de la mejor manera posible
nos ayuda a ser más optimistas y a plantearnos retos más desafiantes. Además, el espíritu navideño, tantas veces
invocado, es un catalizador indiscutible de energía positiva, buenos
sentimientos y dinámicas energizantes
que deben ser aprovechadas a todos los niveles de nuestra vida.
¿Y por qué no en el trabajo? Es más, ¿Y por qué no a nivel
corporativo? Las dinámicas de grupo
son una herramienta muy utilizada para crear sinergias y favorecer comportamientos
positivos, pero si esas dinámicas se bañan de “Paz y Amor”, ¿podrían dan mejor
resultado?
Actualmente la mayoría las empresas premian a sus empleados
con cestas navideñas y cenas de
empresas. Estas actividades son una
manera de capturar parte de la alegría creada e introducirlo en el ámbito
corporativo. El problema es que al final estas iniciativas se toman como
derechos adquiridos, nos acomodamos y dejan de ser ilusionantes.
Si nos fijamos en los más pequeños y en la ilusión que les
genera la Navidad, podemos observar que la receta es una mezcla de magia, de
fiesta y de recompensa. Con lo que, rápidamente y sin pensarlo dos veces, podemos inferir que lo que se nos está
escapando es sin duda la magia.
Es cierto que la magia es complicada de crear. Esa euforia
que nos hace ser mejores personas y que nos llena de ilusión no se compra, ni
se crea con dinero, aunque está claro que si queremos plantar su semilla en
nuestra organización, vamos a necesitar destinar un presupuesto.
Según las características de nuestra empresa y por supuesto,
de nuestros empleados, podemos ver qué
actividades pueden generar el ecosistema necesario para que el espíritu
navideño nos inunde. Además, tenemos que valorar si queremos que esa
experiencia dure unos meses, o hacerla extensible a todo el año.
Por ejemplo, si nos dedicamos a la consultoría y a los
proyectos, podemos proponer la creación de un grupo de empleados que durante
dos meses vayan a dedicar tres horas semanales de su tiempo laboral a dotar
infraestructura informática a un centro
de acogida de refugiados.
Su labor no solamente será llevar a cabo su misión, sino
poner en común con sus compañeros sus vivencias, los resultados obtenidos y
cómo esta acción ha mejorado la vida de sus semejantes.
No hace falta que todos los empleados contribuyan en estas
acciones, tampoco deben ser tareas impuestas, pero si propiciadas por el departamento de RRHH y que de una
manera u otra, lleguen a todos los empleados.
En este último punto, la
comunicación interna es muy importante para lograr nuestro objetivo.
Todos los años por Navidad, el departamento de RRHH puede proponer a nivel corporativo ciertas
acciones solidarias. Serán los
empleados, mediante votación, los que elijan en qué buena obra van a invertir
durante el año próximo. Además, las
personas que participen en los proyectos, a su finalización, serán galardonadas
con alguna distinción especial que puedan atesorar conjuntamente con la
satisfacción de haber ayudado a alguien.
Este tipo de iniciativas crean empresas más unidas, que
abandonan los intereses propios por la consecución de un bien común. Crean
empleados comprometidos con la empresa y con la comunidad, que ven como su
granito de arena ayuda a crear una sociedad más justa. Y además, ayudan a que
el espíritu navideño se quede con nosotros más tiempo.
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