¿Puedes convivir con un colega al que odias? Demasiado buen
rollo es un infierno laboral. ¿Y si los rumores en la oficina fueran la mejor
comunicación?
El 'sincericidio' que
puedes cometer hablando claro o de más a tu jefe también se puede dar si
gestionas mal la información que compartes con tus colegas, aunque sean
amigos... Nunca se sabe.
Hablar con tus compañeros de trabajo acerca de tu vida
privada, de lo que has hecho durante el fin de semana, con quién has estado; si
has discutido con tu pareja; o si tienes problemas personales; incluso si te ha
tocado la quiniela o la lotería... Pueden parecer nimiedades, pero la
recomendación general es ser muy prudente respecto de la información no
profesional que das a quien trabaja contigo. Hay una zona privada que deberías
preservar, incluso con aquellos que consideras amigos... porque nunca se sabe
lo que puede pasar.
El exceso de confianza te puede llevar incluso a hablar de
cuestiones más importantes, que también pueden afectar a tu faceta personal: si
piensas irte de la compañía o pretendes crear por tu cuenta una nueva empresa;
que tienes gustos más bien raros o poco declarables; que padeces algún tipo de
enfermedad (en ciertas organizaciones eso puede perjudicarte profesionalmente);
que estás en trámites de separación o divorcio; incluso que cuentas un
patrimonio considerable (eso podría arruinarte un aumento de sueldo)...
Ovidio Peñalver,
socio director de Isavia, cree que "nadie debería ocultar nada en su
trabajo para que le fuera bien si nos midieran exclusivamente por nuestros
resultados, pero una cosa es ser sincero y otra bien distinta es el
sincericidio".
Nadie debería ocultar nada para
que le fuera bien si le midieran por los resultados
Jorge Cagigas,
socio de Epicteles, añade que "cualquier información personal no conectada
con tu puesto no debería declararse. Ante la duda, no compartas".
José María Gasalla,
profesor de Deusto Business School, habla de un proceso de comunicación en el
que entran varios elementos: uno mismo; los otros (a quién me dirijo, si son
unos bocazas, posibles competidores, o amigos); el contenido de la información
(una debilidad, una enfermedad, un secreto o una fortaleza); o la cultura de la
organización (algunas tienen muy acotado lo que se puede transmitir).
También cree que se ha de tener presente por qué se cuenta
lo que se cuenta: si se trata de un desahogo, si es para sentirse querido; o
para que los demás te acepten. Añade que "hay que tener ciertas
precauciones con los demás, y valorar si son trepas, envidiosos, acomplejados,
o faltos de autoconfianza".
Cagigas se
refiere a algunas dimensiones culturales de los seres humanos, como la neutral
y la afectiva, o la específica, que es propia de quienes separan lo privado de
lo profesional: "No hablan de su vida, no comparten aficiones, no muestran
fotos de su familia y amigos. Pueden llegar a ser afables pero hay un terreno
en el que jamás entran. Son como un coco: con una corteza dura y difícil de
penetrar, aunque dentro sea todo más fácil".
Compartir demasiado puede tener
efectos negativos, aunque a priori beneficie
También está la dimensión difusa, que es la de quienes no
saben de límites entre lo privado y lo profesional: "Son como un
melocotón: la piel es blanda pero finalmente llegas al hueso, que es lo que no
quieren compartir". Añade que hay quien usa su información personal porque
cree que ésta le favorece, y lo hace conscientemente para justificar un
comportamiento profesional, o para protegerse o ser favorecido en su beneficio.
En cualquier caso, la información adicional personal
dificulta en general las relaciones en el ámbito del trabajo y nos aleja de los
criterios de profesionalidad con los que se deben tomar las decisiones
laborales: "Compartir demasiado puede tener un efecto negativo, aunque en
un primer momento te pueda beneficiar", asegura Cagigas.
Los límites de la
socialización
Algunas organizaciones favorecen el tiempo de socialización
con los colegas de trabajo. Se supone que eso sirve para hacer equipo, generar
complicidad o para impulsar el compromiso, y que facilita además las relaciones
transversales, al tiempo que crea vínculos que impulsan los procesos internos
que deshacen las áreas estancas. Todo eso está bien, pero también tiene sus
límites. En algún momento tendrás que plantearte si salir de copas con el jefe
o los compañeros de trabajo, ir a jugar al fútbol o al padel, organizar
entrenamientos para preparar un maratón u otras actividades fuera de la oficina
aportan realmente beneficiosa tu carrera profesional. Algunos estudios
concluyen que los profesionales que impulsan la amistad en su compañía y
organizan actividades sociales en el lugar de trabajo tienen un 40% más de
posibilidades de promocionar en los dos años siguientes; o que un buen amigo en
el puesto habitual incrementa la satisfacción profesional en un 50%. Pero en la
socialización no es oro todo lo que reluce:
- Hay circunstancias que te hacen especialmente transparente y vulnerable. En estos momentos se baja la guardia y se hacen o se dicen cosas de las que uno puede arrepentirse.
- Evita dejar demasiado visible "tu otro yo", que en el mundo profesional es comedido y está en su sitio.
- Esa influencia afectará a tu marca y no podrá separarse de la imagen profesional.
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