Sabemos que las modas
en las empresas van y vienen. Una que se instaló hace un tiempo en muchas,
especialmente las tecnológicas, es la de convertir al trabajo en algo divertido
para que los empleados "rindan más".
Esa era la teoría. Cuanto más a gusto se sintieran, más
productivos serían.
Entonces: Google
instaló, en sus oficinas de Zurich, toboganes para que los empleados se
deslizaran de un piso a otro.
Zappos, una
zapatería de Inglaterra, invita a que algunos días sus empleados vayan
disfrazados del animal que más les gusta.
Algunas empresas en Estados
Unidos permiten que sus empleados sean ninjas por un día.
Inventionland,
una incubadora de ideas, presenta un panorama al entrar como si fuera un campo
de juegos para niños: barco pirata, la casa en el árbol y un zapato gigantesco.
Es muy interesante el análisis que hace de esta tendencia André Spicer en su libro The Wellness Syndrome, que escribió
juntamente con Carl Cederstrom. Allí
analizan esta fascinación por la felicidad en el trabajo.
Descubrieron, por ejemplo, que hay "consultores en diversión", que son expertos en asesorar
en cómo hacer para que el personal se sienta más feliz y sea más productivo.
Esa es otra tendencia en boga: el clima de la empresa debe
ser siempre "positivo".
La teoría de la felicidad fue desmentida por una
investigación realizada en la London
School of Economics, cuyos resultados revelan que, cualquiera sea la
artimaña usada para divertir, el trabajo apesta. Según el estudio, el trabajo
es el lugar donde peor nos sentimos. El único que le gana es la cama durante
una enfermedad.
Las décadas invertidas en investigaciones para determinar la
relación entre satisfacción y productividad han dado siempre resultados
dudosos. Pretender ser feliz en el trabajo que uno hace es lógico y deseable
pero que te obliguen a ser feliz es preocupante. Ver un empleado disfrazado de conejito en una zapatería ¿nos moverá
a comprar esos zapatos? ¿El conejito estará más dispuesto a sacar otras diez
cajas hasta que encontremos el par que más nos gusta? ¿Y si la ridiculez del
disfraz hace que no entremos al local?
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