La juventud no es
sinónimo de estar en la base de la pirámide organizacional; crecer
profesionalmente ya no tiene que ver con una cuestión de edad.
"El problema es la mezcla. Hace algunos años atrás
podía identificarse, por portación de rostro o figura, el cargo que ocupaba en
la empresa. Si era muy jovencito, cadete. Entre 25 o 30, empleado u operario
con experiencia. Los jefes eran aquellos o aquellas que pasaban los cuarenta. Si
lucían canas abundantes o calvicie, eran gerentes o directores.
Es interesante observar que si nos fuéramos unos años más
atrás todavía, nadie dudaba de que si era una mujer, seguro que no era jefa de
nada. Es el famoso "techo de cristal", no desaparecido del todo. Pero
la mezcla ya se había iniciado. En principio, entre los géneros, pero en
nuestros tiempos todo se ha acelerado y la mezcla es mayor.
"Ahora, la irrupción de las nuevas tecnologías, los
cambios productivos que conllevan y la juventud de los fundadores de las
empresas líderes de este sector hace que muchas compañías apuesten por jóvenes
talentos para sus puestos directivos y personas en el entorno de la treintena
están liderando a otras que a menudo llevan trabajando tantos años como los que
sus jefes tienen de vida. La distancia vital es grande y provoca choques
generacionales." La cita pertenece al portal catalán Factor Humà.
El fenómeno es planetario y la posible conflictividad
generacional justifica la preocupación. Que haya brechas generacionales no es
nuevo. Más bien, ha sido una constante en la historia. En el ámbito artístico,
las antinomias eran más escandalosas y quedaron registradas. Los neoclásicos
eran denostados por los románticos, y poco más tarde los de tendencia realista
ridiculizaban a los edulcorados románticos.
En la plástica, el impresionismo rompió todos los moldes y
se hicieron famosas las ridiculizaciones de los críticos, ante tamaña herejía.
Ahora bien: supongamos que se realizara una exposición de pintura con todos ellos
juntos, sin que se hubieran asentado los valores acerca de qué era importante o
no. El evento hubiera sido un espectáculo digno de los "barrabravas".
Algo similar está sucediendo en las empresas hoy. Están
todos juntos y, para colmo, deben trabajar en equipo para terminar un producto
o brindar un servicio. Es bastante sabido que la irrupción de la tecnología ha
tenido mucho que ver en la confusión generando, por ejemplo, esos jefes que
llevan treinta años de diferencia respecto de sus supervisados.
Hay que aceptar que, en una primera impresión, es inevitable
un cierto enfrentamiento, nacido de los recelos. O de los prejuicios
enraizados. Parte del principio, casi tribal, de que los viejos saben más por
el paso del tiempo y la acumulación de experiencia. Es verdad, solo que nos
encontramos ante una situación nunca antes conocida. La experiencia ya fue, no
tiene vigencia, no sirve para las decisiones de hoy. El mundo es otro. Es algo
así como pasar de dimensión.
"Somos generaciones distintas, que hemos crecido de
manera diferente y hemos vivido culturas distintas", describe Carme Castro, coach y socia de la
consultora Kainova, en el artículo. "La mejor manera de afrontar un jefe
con 20 años menos es colaborar sin prepotencia, con la mentalidad de que la gente
joven no sabe menos ni está falta de experiencia, sino que tiene una mentalidad
diferente y que con su forma de ver las cosas y tu experiencia se pueden
conseguir sinergias y un aprendizaje por ambas partes".
Es decir, arriar las banderas de guerra que, como ya está
comprobado, no llevan nunca a ninguna parte buena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario