Patrona de la Fundación CEDE, Amparo Moraleda tiene mucho que aportar en el
desarrollo del liderazgo, tal y como se deduce de su exitosa trayectoria:
Ingeniera industrial y MBA por el IESE, entró en IBM con 23 años y llegó a
ejecutiva adjunta del presidente mundial y posteriormente presidenta para
España y Portugal. De 2008 a 2012 asumió la Dirección Internacional de
Iberdrola.
Estas fueron algunas de las
experiencias y consejos que Moraleda contó a los participantes del
“Transformational Leadership” (edición Abertis), muchos de los cuales ella
misma aprendió de primera mano junto a Louis V. Gerstner, ex presidente mundial
de IBM Corporation:
“El verdadero rol del líder es
pensar qué hay que hacer, por qué y cómo para transformar el futuro. No
es solo pensar que las cosas tienen un curso ordinario que lleva
irremediablemente a un fin cierto, sino que, entre todos, activando el talento
colectivo de la organización y poniendo en juego tus propios recursos, debemos
decidir cómo nos gustaría que fuese ese futuro y cómo llegar a él.
El manejo de la información en
una organización es determinante para que esta funcione. Para algunas empresas,
la información es un activo, un recurso a disposición de todo el mundo, que
fluye y se comparte, es un bien para que todos sean capaces de tomar
decisiones informadas, correctas. Lamentablemente, en otras empresas
la información es un elemento de poder, una pieza de cambio para amenazar al
compañero o ponerle en evidencia.
En el año 88 entré como técnico
de sistemas en IBM, donde existe un programa muy
estructurado de detección y desarrollo del talento. Siempre me sentí
llevada por la compañía en una trayectoria de distintas experiencias y
posiciones que me permitieron desarrollar el currículum de Dirección General.
Durante mi primera etapa en IBM,
aprendí que en las organizaciones es muy importante el proceso de desarrollo de
talento, porque al final las personas vienen y se van. Tener gente muy
competente en un momento determinado no es una ventaja competitiva sostenible,
porque siempre habrá un competidor que sea capaz de ponerle un incentivo a esta
persona para que salga de la organización. Lo que sí es una ventaja competitiva
sostenible es tener procesos que realmente desarrollen líderes. Contar con
mecanismos de desarrollo de personal innovador, que faciliten la generación de
competencias directivas.
El líder debe ser exigente. Cuando
exiges y levantas el listón de lo que buscas realmente, estás
haciendo que la gente sea mejor. Pero para exigir, hay que dar los
medios y las condiciones para que las personas puedan rendir y aportar.
La libertad que otorgas a los
demás para hacer su trabajo es lo que le confiere al mismo la categoría de
reto. Si tú dices a la gente cómo tiene que hacer algo, se convierte en una
tarea; si le dices qué hay que hacer y le das libertad para llevarlo a cabo,
esa tarea se convierte en un reto. Convertir trabajos o tareas en retos
forma parte del trabajo inspirador de los líderes.
A la hora de plantear una
reunión, es importante preguntarse cuáles son los factores de éxito de la
misma, es
decir: “esta reunión sería un éxito si…”. Es importante que todo el mundo sepa
por qué y para qué está en la reunión.
Como líderes, tenemos una
oportunidad real de intentar que las reuniones se despersonalicen. Muchas
veces, los problemas trascienden el plano de lo profesional e invaden la
dimensión personal. Hay gente que se siente atacada cuando se trata un problema
de su área de negocio. Es necesario hacer entender que los problemas no
son de las personas, sino de las organizaciones. No es que alguien
determinado no funcione, sino que el proceso en su área tiene ciertos problemas
que repercuten de manera negativa a otras áreas de la organización. Solucionar
los problemas estructurales de la organización redunda en el beneficio de
todos.
Para poder entender el
funcionamiento de una gran multinacional, tienes que pasar por
distintos silos. Por ejemplo, yo aportaba mucho valor en los procesos de
despliegue de programas o en los proyectos de transformación, porque sabía cómo
funcionan las cosas cuando estás pegado al terreno. Mucha gente que crece en
corporativo hace unos planteamientos teóricos extraordinarios, pero no tiene la
praxis de cómo ocurren las cosas en el terreno.
Cuando quieres desarrollar a
personas de alto potencial tienes que exponerlas a muchas experiencias
distintas en los primeros años de su carrera (cuando pueden pasar más fácilmente a otra
función en una posición de dirección equivalente), para que además los
movimientos transversales sean más fáciles. En el momento en el que estás muy
arriba tampoco puedes pretender que te cambien a otra posición donde no sabes
nada y donde aportar valor añadido es muy complicado.
Cuando las cosas no están bien
pero los tiempos son de bonanza, todas las barcas flotan.Los ciclos
expansivos son muy tolerantes con la mediocridad y con los problemas de ajuste
y estructurales.
Cuando regresé como presidenta de
IBM España, después de ser una de las tres adjuntas de Gerstner, me encontré
con una organización senior, bastante anclada en su zona de confort, y todavía
poco orientada a las soluciones y a la integración de las tecnologías delante
de los clientes. Mi reto fue sacudirla, transformar la organización
cuando en realidad las cosas iban bien. Por desgracia, a partir del 11
septiembre de 2001, el mundo cambió.
Los puestos de liderazgo en las
organizaciones multinacionales matriciales son muy interesantes, porque en
muchos casos tienes que ser capaz de liderar y conseguir que se imponga tu
criterio sin tener una autoridad formal. Por lo tanto, tienes que
jugar con la ascendente personal, con la credibilidad propia y con la evidencia
de que lo que has venido haciendo en el pasado ha sido beneficioso para la
organización.
La situación de crisis del 11-S
me permitió cambiar al equipo. Me costó casi dos años hacerlo, pero una vez que
estuvo bien armado hicimos cosas extraordinarias. Estuvimos creciendo durante
16 trimestres consecutivos. Con los mismos productos de la misma marca, con el
mismo posicionamiento comercial, con unas condiciones muy parecidas a las de
otros países de Europa, fuimos la unidad que más creció
sistemáticamente durante algo más de cinco años. No cabe duda de que yo
había tenido la suerte de trabajar con un gran maestro, y eso me ayudó. En
realidad, puedo decir que he tenido siempre la oportunidad de aprender de los
mejores.
Para mí, lo más relevante fue el
poder elegir el talento de esa organización. La clave consistió en crear
entornos donde la gente se sintiera cómoda trabajando. En este sentido, hay
dos aspectos esenciales: saber qué haces bien y ser consciente de dónde están
tus debilidades para rodearte de gente que sea capaz de suplirlas –así como
asegurarte de que todo el mundo entiende que tiene una contribución en el
proyecto, que tiene visibilidad y que tiene reconocimiento–; y exigirse a uno
mismo una gestión efectiva del tiempo. Esto quiere decir que no solo hay que
hacer lo que a uno le gusta, sino también lo que es necesario. No nos
engañemos, no siempre hacemos lo que debemos, sino lo que más nos gusta.
Por eso, hay que ser
disciplinados y hacer un uso eficaz y consciente del tiempo. Gerstner
nos obligaba a revisar su agenda cada tres meses y hacer un estudio de cuánto
tiempo había dedicado a cada área. Esta es otra de las cosas que aprendí junto
a él: las agendas se diseñan y se controlan.
Siempre que afronto un cambio
profesional, como fue el paso de IBM a Iberdrola, hago un due
dilligence del nuevo proyecto, líder y equipo. Os recomiendo que lo hagáis
y que os planteéis cuestiones como estas: cómo se maneja la información (es un
activo o es un arma); cómo son los procesos de desarrollo de talento, cómo son
los procesos de toma de decisión, cómo se comparten los espacios de liderazgo
en la organización, etc.
Tras mi experiencia directiva en
Iberdrola, exploré el mundo de los consejos de administración, un mundo en una
dimensión totalmente distinta a la operacional. Es muy difícil
participar en una reflexión estratégica sobre dónde hay que invertir o
desinvertir, qué vehículo de financiación es el más adecuado, qué
competidor es el que más preocupa, cómo se desarrollan nuevas ventajas
competitivas y capacidades, etc. Es una formación y una práctica distinta, que
ahora mismo estoy aprendiendo.
En ese proceso de due
dilligence, estoy convencida de que solo estando cerca de buenos
consejeros se aprende a serlo. Por eso sigo el mismo proceso: cuál es
el proyecto, quién es el líder y quiénes son el resto de los miembros del
consejo de administración.
Nunca perdáis ni transgredáis
vuestros valores. No ser consecuente con los valores hace que pierdas los
puntos de referencia y te vuelvas vulnerable. La fortaleza de las
personas radica, en gran medida, en tener unos valores claros y firmes.
La formación continua y el
aprendizaje deben formar parte de nuestra vida. Quien no piensa así, está en
una situación de riesgo enorme. No es fácil cambiar nuestra forma
de ser, pero sí podemos gestionar el modo de actuar y reaccionar ante lo que
nos ocurre.
El liderazgo es siempre
contextual, no
valen las mismas técnicas ni las mismas competencias de liderazgo en cualquier
situación. Hemos visto cómo esta crisis se ha llevado por delante a muchos
gestores que habían sido capaces de gestionar en épocas de negocio expansivas,
pero no en ciclos recesivos. Probablemente, los gestores que sí han sabido
hacerlo tampoco sean luego los más adecuados para, una vez que pase la crisis,
tirar del ciclo expansivo y conseguir la motivación, la fuerza comercial o el
desarrollo de negocio que se puede dedicar en otro contexto.
Los
líderes tienen que ser efectivos para el momento concreto que demanda la
organización. Es cierto que cuantas más competencias de liderazgo y más
estilos de dirección incorpores, más recursos tendrás para adaptarte a
distintas situaciones.
Os invito a desarrollar
especialmente la competencia de la comunicación. Las palabras siempre van
asociadas a sentimientos, por eso os sugiero que hagáis el ejercicio de saber qué
queréis decir y desde dónde queréis decirlo (desde la rabia, desde el afecto,
etc.).
Reconocer delante del equipo que
no sabes algo no es un síntoma de debilidad, sino de confianza. La gente no te aprecia menos
por ello, sino que es algo que te humaniza.
Con sinceridad, creo que mi
carrera es una carrera de oportunidades, de personas que en un momento
determinado me han dado la oportunidad de tener una posición de relevancia
ejecutiva y de demostrar lo que era capaz de hacer. No creo que nadie tenga que
llegar a una posición concreta por una cuestión de género, pero sí creo que las
mujeres necesitamos más oportunidades.
Considero que es muy importante tener
claras las prioridades y definir expectativas. Hay que buscar un esquema
donde las aspiraciones y motivaciones de cada uno –las propias y las de tu
pareja– se puedan materializar. No sirve de nada que logres tus metas a costa
de que otros no consigan las suyas”.
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