Desde que ha empezado la crisis, los
directivos tienen que tomar una serie de medidas muy dolorosas, que han
acentuado este sentimiento de soledad en ellos.
"La soledad del directivo es una cuestión de
coraje. Es sentir el vértigo de tomar una decisión y asumir la responsabilidad
de las consecuencias de la misma". Así define José Aguilar, coautor del
libro La soledad del directivo (Lid Editorial), este
sentimiento que ahora se ha hecho más palpable entre los directivos.
"Cuando las cosas van bien es fácil dejarse llevar y no tomar decisiones
difíciles. Desde que ha empezado la crisis, los directivos tienen que tomar una
serie de medidas muy dolorosas, que han acentuado este sentimiento de soledad
en ellos", puntualiza este experto en management.
Existen dos tipos de soledad: la buena, "aquella que siente el directivo que no esconde la cabeza, que no se parapeta detrás de la organización para tomar decisiones. Ésta le hará crecer y ser mejor, afianzar su posición de líder". Y la mala, "que consiste en cerrar los oídos y no hacer caso al entorno, no ser sensible a las necesidades de los demás, esconderse detrás de la arrogancia de sus éxitos pasados".
Soledad o inseguridad
Existen dos tipos de soledad: la buena, "aquella que siente el directivo que no esconde la cabeza, que no se parapeta detrás de la organización para tomar decisiones. Ésta le hará crecer y ser mejor, afianzar su posición de líder". Y la mala, "que consiste en cerrar los oídos y no hacer caso al entorno, no ser sensible a las necesidades de los demás, esconderse detrás de la arrogancia de sus éxitos pasados".
Soledad o inseguridad
Pero, "muchos directivos confunden la soledad con la inseguridad. Ahora se sienten más inseguros a la hora de tomar decisiones, tienen más miedo a meter la pata. Sienten mala conciencia o frustración cuando se equivocan y prefieren no hacer nada", puntualiza Guido Stein, profesor de IESE Business School. A veces se "piensa que una decisión consensuada es mejor, pero no tiene por qué ser así". Por eso, hay que perder el miedo a la soledad que se siente al tomar una decisión.
El problema, para Ceferí Soler, profesor de Esade, es que "algunos directivos están solos porque no quieren compartir su poder. El directivo debe apoyarse en su equipo, pero no todos están dispuestos a hacerlo. Sienten miedo a la competencia y toman decisiones sin contar con nadie. El peligro es que el directivo puede acabar envuelto en una coraza y que nadie le ayude a tomar una decisión".
Pero, ¿cómo tomar entonces una decisión sin sentir esa soledad? "Hay que hacer las cosas con consistencia, siendo coherente, ser un ejemplo, con transparencia, que el proceso sea participativo y asumiendo que el resultado va a ser inmediato", aconseja Ignacio Álvarez de Mon, profesor del IE Business School. En definitiva, en el sueldo de cualquier directivo va la toma de decisiones, sentir la soledad va en el cargo, mejor si ésta no hace mella en su conciencia.
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