¿Cambian las personas
cuando asumen posiciones de poder? ¿Experimentamos una metamorfosis conforme
vamos adquiriendo liderazgo? Kipnis considera que el ejercicio del poder
conlleva algunas trampas que pueden afectar a nuestra personalidad y a la
percepción que tenemos de nosotros mismos y de los demás.
En primer lugar existen
muchas satisfacciones derivadas de ocupar posiciones de poder. Ello hace que
muchas personas consideren el poder como
su principal objetivo en la vida, desplazando a otros valores como el amor, la
compasión o la empatía. La ambición de obtener poder a toda costa nos puede
llevar a estar continuamente persiguiendo sin descanso dosis adicionales de
poder. Cuando lo hacemos, consideramos una amenaza a aquellas personas que nos
igualan en poder y competimos con ellas para privarlas de ese poder.
Por otra parte, hay quienes
encuentran en el poder un medio para lograr sus fines personales. A partir de las posiciones de liderazgo se
establecen relaciones de confianza por las que el líder tiene acceso a recursos
institucionales y a los recursos personales de quienes están bajo su control.
Esta situación alberga una tentación para el líder: la de desviarse de sus
obligaciones formales para enriquecerse a sí mismo o a las personas hacia las
que mantiene determinados compromisos. Cuando el acceso al poder es un camino
para satisfacer una agenda oculta, no es difícil encontrar el motivo de muchas
de las situaciones de corrupción y abuso de poder con las que nos encontramos
habitualmente.
Otro factor interesante del
poder es su capacidad de transformar la percepción que el líder tiene de sí
mismo. Las personas con gran poder
pueden llegar a desarrollar un concepto exagerado de su propio valor.
Después de todo están continuamente recibiendo elogios y halagos de quienes le
rodean y se encuentran pocas personas que discutan con ellos o les contradigan.
Tanto feedback positivo puede generar una autoestima tan elevada que explica la
superioridad desde la que se relacionan con los demás así como su tendencia a
rodearse de aduladores y de mantener alejados a quienes les desafían.
Finalmente, los líderes pueden caer en la trampa de
devaluar su percepción de los demás e incrementar la distancia social que le
separa de ellos. En primer lugar por una cuestión de simple comodidad: es
más fácil influir sobre los demás si se aumenta la distancia social y si se
reduce la implicación emocional. Por otra parte, porque se produce un cambio
real en las percepciones de poder del líder y de sus seguidores: el propio
ejercicio del poder aumenta la libertad de elección del primero y limita la de
los segundos.
La metamorfosis que produce
el poder, a partir de las cuatro trampas anteriores, no es exclusiva de las
posiciones asociadas al mundo de las organizaciones. Las puede percibir también
en cualquier relación de poder, ya sea en el dominio familiar, en el académico
o incluso en la esfera de los grandes líderes políticos o religiosos.
Los líderes son humanos. Y
cuando asumimos posiciones de poder nos exponemos a estas cuatro trampas.
Aparecen cuando acuden a las sesiones de coaching y en ellas encontramos el
origen y la explicación de muchos de sus miedos, de sus conflictos, de sus
bloqueos y de sus contradicciones. Fascinante.
Notas
Si
tiene interés en los efectos metamórficos del poder, puede consultar la obra de
Kipnis The Powerholders. Está publicada por The
University of Chicago Press.
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