Unas
conclusiones que valoran el
manejo de los recursos emocionales propios y la imagen que cada uno se
autoconstruye por encima de la procedencia social, relativizando así el
hermetismo de la herencia de clase.
Este
exceso de confianza (irreal) estaría motivado, según Anderson, por el propio
atractivo del ascenso social, ya que así se conseguiría más fácilmente el
respeto y consideración de los demás, a parte de la influencia sobre ellos en
los que se basa el estatus.
Los
investigadores ponen como ejemplo su propio ámbito de trabajo: “El 94% de los
profesores universitarios se creen más talentosos que sus compañeros, lo que
estadísticamente es imposible”, pero con esta actitud consiguen, como se ha
demostrado en los grupos de discusión, una
mayor atención, prestigio y admiración que, a la larga, acaba posicionando a
estas personas en un nivel profesional alto.
Los
investigadores partieron de la base de que la sobreconfianza puede ser
perjudicial y acarrea ciertos riesgos. Sin embargo, concluyeron que se gana más
de lo que se pierde. “Los resultados del estudio explican por qué el exceso de
seguridad en uno mismo es tan común, y es que proporciona grandes beneficios
sociales para el individuo que tiene esta falsa creencia”, apunta Anderson.
Liderazgo
e inteligencia
Esta
nueva aportación a las teorías de la movilidad social serviría también para
explicar el hecho de que no
siempre ascienden en el trabajo o en la escala social las personas más
competentes, sino las que mejor saben venderse. Una explicación extensiva a
cualquier tipo de organización, sobre todo en los partidos políticos, donde sus
miembros son más susceptibles a dejarse llevar por las figuras con más
reputación y reconocimiento, aunque sea racionalmente injustificado.
"Creer
excesivamente en uno mismo es más beneficioso que perjudicial".
En
uno de los experimentos del estudio, los investigadores conformaron un grupo de
242 estudiantes de MBA a los que se les entregó una lista de personajes
históricos, entre ellos algunos inventados o muy poco conocidos, para que los
identificasen. Una vez recogidos los resultados, se dio la situación de que los
alumnos que aseguraron haber reconocido a todos los personajes, intentando
demostrar falsamente que tenían más conocimientos que los demás, fueron también
los que lograron mayor prestigio por parte del resto del grupo. La mayoría de
los participantes no
identificaron el exceso de ego en sus compañeros y simplemente asociaron sus resultados
a sus supuestas capacidades.
Nos
engañan y nos dejamos engañar
El
simple engaño no es suficiente para ganarse la confianza de los demás. Según se
desprende del estudio, este tipo de individuos cuentan con unas desarrolladas
habilidades sociales y saben
manejar perfectamente la retórica, el lenguaje corporal y otros recursos para
ganarse al resto del grupo. Como se reveló en los grupos de discusión, los
líderes coparon más minutos hablando que los demás, se explicaron en todo
momento con total seguridad y fueron más convincentes que el resto de
compañeros cuyos currículos y conocimientos eran mayores.
"Las
personas con un gran ego suelen ganarse la simpatía de los demás".
Lo
más curioso para Anderson es que estas personas se ganaron la simpatía del
resto del grupo a pesar de la prepotencia de la que se les podría acusar. Sin
embargo, “su comportamiento fue muy sutil, sintiéndose cómodos y haciendo
sentir lo mismo a los demás, en su tarea de convencer sobre sus altas
competencias, a pesar no tenerlas siempre”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario