Hace unos días, estábamos con un
Equipo al que estábamos acompañando en su tránsito hacia el lugar al que
quieren llegar, es igual que equipo era, a que ámbito pertenecía o cual era su
actividad, ya que lo que os cuento en estas líneas, lo hemos visto en los
entornos más diversos, de la enseñanza a la música, de la empresa al deporte.
Todos los miembros del Equipo
manifestaban abiertamente, no tener conflicto ni discrepancia alguna, algo que
es manifiestamente extraño, puesto que en todo colectivo existen puntos de
fricción que, debidamente gestionados, implican importantes fuentes de
crecimiento. Su lenguaje corporal contradecía lo que decían sus palabras, con
caras serias, miradas hacia el suelo y contacto visual nulo, aderezado por
algunas conductas de evasión como risas sin sentido, salidas de tono, etc.
Fuimos avanzando en nuestro
acompañamiento y empezamos a ver las grietas, grietas que, como en una presa,
anunciaban una gran fuerza tras ellas, una presión desmesurada que necesitaba
un punto de escape, sin el cual la rotura estaba garantizada y, como si de ello
se tratara, empezamos a abrir las válvulas del sistema para que esa presión
fuera liberada de una forma controlada.
Una vez más, las emociones se estaban ignorando en
el sistema, hacían caso omiso todos sus miembros, incluso aquellos que estaban
sometidos a mayor presión, sin ninguna excepción; tampoco el líder prestó
atención a unas señales inequívocas.
En este caso, la zona límite
estaba cerca, muy cerca y podría haber causado un gran daño en determinadas
personas y, por tanto, en el conjunto del Equipo.
Es de destacar el poco cuidado
que se sigue prestando al cuidado emocional de los Equipos; se les dota de los
más avanzados medios técnicos, cuentan con todos los gadgets habidos y por
haber, son formados en las disciplinas más sofisticadas y, por el contrario, la
emocionalidad se deja abandonada como si del extra en un coche se tratara
cuando, la realidad, es que es el punto crítico para el óptimo funcionamiento del
Equipo.
La tensión es buena y, sin ella,
los miembros del colectivo, simplemente caerían en el letargo y podrían entrar
también en estrés, exactamente igual que si la presión es excesiva, razón por
la cual conviene tener los indicadores emocionales bien calibrados, liberando
la tensión necesaria siempre que sea posible.
Un Equipo gestionado
emocionalmente, es un Equipo sano.
¿Empezamos a gestionar las
emociones o seguimos pensando que estas no inciden en el comportamiento del
colectivo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario