Conseguir la colaboración será uno de los retos fundamentales de
las empresas, pues es conseguir creatividad e innovación, es la fuerza que
permite que el cambio organizativo sea rápido, es la fuerza que define la
delgada línea que separa el éxito empresarial de la decadencia.
La innovación es un trabajo de equipo, de cooperación y
generosidad. El talento individual es necesario pero no suficiente.
Vivimos en organizaciones donde el foco está en el “yo”, no en el
“nosotros”; organizaciones que desprecian la inteligencia colectiva y la red,
que se sienten cómodas viviendo en silos o funciones incomunicadas.
Aunque promover la cooperación no es fácil, pues su naturaleza no
obedece tanto a patrones racionales como a patrones emocionales, no colaboramos
porque nos conviene, colaboramos si nos sentimos comprometidos emocionalmente.
Somos animales sociales, nuestra
felicidad es colaboración
Somos animales sociales, el aprendizaje y desaprendizaje, las emociones,
la busca de espiritualidad y trascendencia, la recompensa y el
castigo, todo se hace en grupo, dentro o fuera de nuestras empresas.
Los animales sociales se caracterizan por la cooperación y la
generosidad, pero en el caso del hombre el rol del grupo es más importante; el
grupo es lo que define sus comportamientos, le hace sentir lo que siente y ser
quien es.
Las emociones de generosidad e involucración que buscamos se crean en
las dinámicas de los equipos. Y biológicamente estamos preparados para
cooperar. El compromiso y una interacción social de confianza, la
afectividad, el apoyo, es decir, la cooperación, es uno de los elementos
básicos de nuestra felicidad, como señalan numerosos estudios.
Pero la colaboración es escasa en las empresas. Muchos
profesionales con un elevadísimo esfuerzo, luchando contra su naturaleza
humana, han intentando inútilmente vivir en la condena que supone borrar la
capacidad de empatizar y sentir con los demás. Y han renunciado a buscar esa
necesaria colaboración en función de unos valores empresariales caducos.
Las culturas empresariales han maquillado tanto los corazones de
sus profesionales que se diría que creen que han conseguido olvidarse de la
importancia de lo colectivo, de la fuerza de la inteligencia colectiva y de las
poderosas fuerzas de la red. Pero admitamos lo que dijo el clásico: “lo que no
puede ser, no puede ser y además es imposible”. No son colaborativos contra su
propia naturaleza humana.
El rol del líder: crear
colaboración para sobrevivir
El líder debe renunciar a ocultar su parte más humana (renunciar a no
sentir) y asumir la necesidad de gestionar la emocionalidad de la
colaboración.
Debe buscar potenciar estas emociones tan necesarias para las personas,
pero aún más necesarias para la empresa. Su objetivo debe ser intentar
conseguir la máxima generosidad organizativa que incremente la “velocidad”
de la innovación: el tiempo en que las ideas de la organización son creadas,
aceptadas y se convierten en realidad.
El esfuerzo que exige mover una organización es inversamente
proporcional a esta “generosidad” organizativa. Por ello, en esta época de
cambios rápidos, aunque digan que para el éxito no existen reglas, sabemos algo
de él: nuestro éxito comienza en la rapidez que seamos capaces de imprimir
a nuestras ideas organizativas en red y acaba cuando la velocidad de
nuestros competidores es superior a la nuestra.
Los nuevos líderes saben que las emociones colectivas que crean los
equipos en red son las nuevas claves para la creatividad, para ganar velocidad
y poder sobrevivir en los nuevos entornos de darwinismo salvaje.
Los nuevos líderes saben también, como demuestran diversos estudios, que la colaboración y la generosidad no se
producen en términos de poner reglas, ni siquiera de intereses personales o de
empresa, se colabora en función de la cooperación recibida, en función de la
colaboración de nuestro entorno. Nuestra obligación es crear esos entornos
emocionales.
El talento individual frente la
inteligencia colectiva
El modelo de empresa actual, concebida en entornos sociales más
estables, ha sido construido bajo un paradigma que prima más el talento y la
responsabilidad individual que la colectiva, un paradigma nocivo del que no nos
sabemos desprender.
Las empresas creen que los profesionales deben recibir y desarrollar
objetivos individuales, creen que las decisiones que se toman en la parte
superior de la pirámide bajarán mediante la disciplina organizativa
y creen que lo colectivo, y especialmente la decisión colectiva o las
redes, es el equivalente a caos.
Debajo del pretendido orden jerárquico y de los silos funcionales de
nuestras empresas se esconden la lentitud y la resistencia organizativa que en
nuestros días es el sinónimo de muerte organizativa.
Todos sabemos que los viejos sistemas que no buscan promover las
comunidades, que no potencian el trabajo colectivo o a las herramientas 2.0 nos
abocan irremediablemente a la decadencia. Todos sabemos que a quienes
minusvaloran las “decisiones y emociones colectivas” les será muy difícil
impulsar la innovación.
Todo llega, y estas organizaciones son una especie condenada a
desaparecer. Lo lamentable es que niegan sufrir este síndrome. Su ceguera
emocional les impide ver lo evidente para los demás, y mueren sin saber
las razones, preguntándose ¿por qué?
Elige “un buen espejo” que no distorsione tu imagen al mirarte y
pregúntate: ¿Hago lo posible por incrementar la colaboración en mi empresa?
Virginio Gallardo
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